Manuel Sans Segarra.

Manuel Sans Segarra.

Ciencia

El 'boom' de las experiencias cercanas a la muerte: "Desafían los marcos habituales de la explicación científica y cultural"

Cada vez hay más libros e investigaciones sobre el tema, pero son muchas las incógnitas que las rodean todavía.

Más información: La vida puede pasar ante nosotros antes de morir: el 'accidente' científico que lo confirma

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Va por 15 ediciones y es el libro de no ficción más vendido en lo que va de 2025. La supraconciencia existe. Vida después de la vida es un fenómeno editorial que ha lanzado a la fama a Manuel Sans Segarra, cirujano retirado. 

Pero no es el único que se ha lanzado recientemente a abordar un tema espinoso: el fin de la vida, desde la perspectiva de las llamadas experiencias cercanas a la muerte

Seguro que han oído hablar de ellas: una vivencia subjetiva, a menudo con componentes místicos, que les ocurre a algunas personas cuando se encuentran en el umbral de la vida y la muerte, como tras una parada cardíaca o una gran pérdida de sangre. 

Quienes las han vivido suelen hablar de una gran paz, la visión de la luz al final del túnel, sensaciones de gratitud y encuentros con seres queridos que han fallecido, entre otras cosas. 

La experiencia suele tener un efecto transformador, reduciendo el miedo a la muerte y planteando un sentido espiritual y trascendente de la existencia. 

En los últimos meses han ido apareciendo libros como Después de la vida, de Cristina Lázaro; La ciencia del último umbral, de Álex Gómez-Marín; Vida más allá de la vida, de Luján Comas y Xavier Melo; o Lo que la muerte me enseñó, de José Morales del Río. 

El propio Sans Segarra acaba de publicar un nuevo libro, Ego y supraconciencia, donde profundiza en su teoría de una conciencia universal y la trascendencia del cuerpo humano, tomando elementos de la física cuántica. 

El libro, por cierto, está prologado por Valentín Fuster, uno de los más aclamados cardiólogos españoles y director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), que cuenta un caso cercano de experiencia cercana a la muerte. 

Para Santiago Cambero, profesor de Sociología de la Universidad de Extremadura, este creciente interés por la muerte está espoleado por "una visión borrosa del futuro inmediato". 

En los últimos 20 años hemos vivido crisis económicas, sociales y sanitarias... "Hay una generación que lleva toda la vida viviendo en crisis", apunta. 

Esto "genera mucha angustia y vacío existencial y marca la necesidad de buscar un subterfugio espiritual. No me parece mal". 

Cambero explica que la muerte sigue siendo un tabú, aunque en los últimos años se están dando tímidos pasos para, por ejemplo, hablar del suicidio. 

El cambio fundamental de las últimas cuatro décadas, en cambio, ha sido el de pasar de "un hecho social, que se vive en comunidad", a algo completamente individualizado, en el que "las iglesias han sido sustituidas por el método científico". 

De ahí surge esa "espiritualidad posmoderna", que ve la muerte como un tránsito, "una continuidad energética... Sigue habiendo duelo, pero se ve como una experiencia de crecimiento personal". 

La psicóloga Cristina Lázaro, autora de Después de la vida, uno de estos libros que trata las experiencias cercanas a la muerte, cree que el interés por estos temas "trasciende el momento histórico, siempre ha estado ahí aunque ahora se manifiesta con más fuerza". 

Reconoce que este campo genera reticencias, ya que "desafía los marcos habituales de explicación científica y cultural", por lo que en su periplo se ha encontrado "desde la curiosidad genuina al rechazo frontal", lo que es signo "de que merece la pena investigarlo". 

El libro de Lázaro se basa en la tesis que realizó entrevistando a pacientes, familiares y personal sanitario de un hospital que habían tenido, presenciado o conocido estas vivencias. 

Su director de tesis fue Raymond Moody, uno de los pioneros en estudiar estos fenómenos, que en 1975 publicó Vida después de la vida, un informe sobre entrevistas a 150 personas que los habían vivido. 

Unos años después, el psiquiatra Bruce Greyson elaboró una escala con 16 ítems para determinar si la vivencia de una persona encaja como experiencia cercana a la muerte. 

Entre estos ítems están la sensación de paz, el encuentro con otros seres, la visión de una luz o el viaje fuera del cuerpo. Para calificarla de experiencia cercana a la muerte hace falta una puntuación mínima de 7. 

Desde el libro de Moody se ha intentado investigar estas experiencias con mayor o menor fortuna. Después de todo, una vivencia subjetiva es difícil de medir y se enfrenta a numerosos sesgos, a veces insalvables. 

Aun así, en los últimos años han surgido iniciativas que intentan aunar los conocimientos neurológicos con las características de estas experiencias. 

Este mismo año, desde la Universidad de Lieja (Bélgica) lanzaron el modelo NEPTUNE, que pretende servir de marco para conceptualizar y explicar el proceso psicológico y neurofisiológico desde un punto de vista evolutivo. 

La neurología ha avanzado bastante en el tema. "Sensaciones de destello, luces brillantes, oír voces a la distancia... tienen una explicación en el bajo flujo sanguíneo que llega al cerebro, a veces consecuencia del acúmulo de sustancias de desecho", explica Javier Camiña, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). 

Nuevas conexiones neuronales

"Si investigamos los ictus que evolucionan negativamente, la menor irrigación de sangre justifica algunos síntomas clásicos como la visión de la luz al final del túnel, que es algo que ocurre en personas que tienen desmayos o síncopes, cuando hay una caída de la presión arterial y el cerebro no recibe la sangre que necesita". 

Camiña recuerda también la "lucidez terminal", esa mejoría antes de la muerte que se ve muchas veces en personas gravemente enfermas y que les permite despedirse de sus seres queridos. 

"En aquellas personas con una enfermedad neurológica irreversible y situación terminal, el cerebro intenta crear nuevas conexiones neuronales, funcionar a pesar de todo el deterioro, y son más ricas las conexiones vinculadas a emociones", subraya. 

El neurólogo entiende que, "en un mundo muy dado a la interpretación emocional, estas situaciones nos llevan a atajos cognitivos, significados que a veces no son verdad". 

Eso, "desde el punto de vista de los familiares, cuando el enfermo se puede despedir, les ayuda mucho a llevar el duelo, ese momento de lucidez y confort". 

Para quienes defienden estas experiencias como algo más que la falta de sangre en el cerebro, esta explicación no es suficiente. 

En su reciente La ciencia del último umbral, Álex Gómez-Marín considera que estas hipótesis para explicar el fenómeno son muy débiles, pero reconoce que llevar a cabo una investigación definitiva es extremadamente complicado. 

Entre otras cosas, porque no se puede inducir artificialmente en una persona que ha vivido una experiencia cercana a la muerte un estado similar para que pueda comparar. 

Gómez-Marín tuvo una experiencia cercana a la muerte en 2021. Le cambió la vida (algo que, esgrimen los defensores de la trascendencia, no ocurre tras una asfixia común) y a partir de entonces sintió la necesidad de investigar este campo. 

Físico teórico reconvertido en neurocientífico, en su libro intenta separar el grano de la paja, lo científico de lo pseudocientífico. 

Por ejemplo, la relación entre la física cuántica y la consciencia. Desde hace unos años —con la aparición en los años 80 de movimientos new age— se ha buscado la forma de justificar lo espiritual con la ciencia subatómica. 

Y es que la física cuántica da mucho juego. A nivel subatómico, las leyes físicas que nos rigen se trastocan

Especialmente esotérico —Einstein lo definió como "acción fantasmal a distancia"— es el concepto de entrelazamiento, cuando dos partículas están conectadas de forma que, al medir una propiedad en una, la otra adquiere esa propiedad sin importar la distancia entre ambas. 

"Cuentos cuánticos"

Joaquín Sevilla, catedrático de Física de la Universidad de Navarra, apunta que "siempre ha habido mucha tontería con la cuántica. A la hora de buscar fundamentación para lo que quieres creer, la física cuántica es un filón". 

El comportamiento del mundo subatómico es extraordinario: "Que la función de onda de una partícula se extienda indefinidamente, el entrelazamiento cuántico, la posibilidad de pasar por dos agujeros a la vez... Son cosas que justifican la telepatía, la telequinesis o lo que te dé la gana". 

El problema es que las interpretaciones cuánticas de los fenómenos serían, "como mucho, metafóricas, porque el mundo macroscópico no sigue esas reglas". 

Gómez-Marín remite a pasajes de su libro para explicar qué hay de plausible en esto y qué son los "cuentos cuánticos". 

Distingue entre la "física cuéntica" (las paparruchas), la "cuántica metafórica" ("nos da licencia para soñar"), las aproximaciones más serias y la "teoría cuántica de la consciencia", que parte del Premio Nobel de Física Roger Penrose

Lejos de ofrecer una respuesta definitiva, el físico teórico considera que hace falta un cambio de paradigma científico, una "ciencia 2.0" o "ciencia de lo imposible" para poder explicar la consciencia y su trascendencia más allá del cuerpo material. 

Incluso para aquellos que ven las experiencias cercanas a la muerte como una cuestión de falta de riego en el cerebro, reconocer y valorar su existencia es importante, apunta la psicóloga Cristina Lázaro. 

"Nos aporta conocimientos valiosos sobre la conciencia humana, sobre cómo interpretamos lo que vivimos y sobre cómo nos enfrentamos a la muerte". 

Para los escépticos, "puede ser útil entender que estas experiencias tienen efectos positivos y duraderos en quienes las viven: disminuyen el miedo a la muerte, aumentan la empatía y refuerzan la resiliencia". 

Eso, "independientemente de cómo las expliquemos, ya tiene un valor enorme para la psicología, la medicina y la vida cotidiana".