Un niño recibe una vacuna.

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Ciencia

La gran mentira del aluminio y las vacunas: un estudio niega su relación con el autismo y otras 49 enfermedades

La enfermedad de Crohn, el autismo o el asma son algunas de las patologías que los investigadores han querido poner a prueba.

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Las vacunas permitieron erradicar la viruela y hacer que muchos países se olvidaran de otras enfermedades como la polio y la viruela, que están casi eliminadas. A pesar de su existencia y uso desde hace más de dos siglos, todavía hay quien siembra dudas sobre ellas.

Los antivacunas intentan convencer a la sociedad de que se trata de una práctica peligrosa que, lejos de protegernos de numerosas enfermedades, puede provocar trastornos y otros problemas de salud, pero no hay nada más lejos de la realidad, como ha demostrado la ciencia.

El pasado lunes se publicó un estudio en Annals of Internal Medicine que volvía a demostrar que la inmunización es muy segura. Sus autores han concluido que la exposición al aluminio de las vacunas infantiles no aumenta el riesgo de enfermedades autoinmunes, alérgicas ni del neurodesarrollo.

Para elaborar el trabajo se empleó una cohorte de más de 1,2 millones de niños nacidos entre 1997 y 2018 en Dinamarca, que habían recibido vacunas infantiles, y se les siguió hasta 2020.

Los investigadores analizaron la incidencia de 50 trastornos crónicos, englobados en los tres grupos de enfermedades, utilizando registros nacionales de salud. Según sus resultados, no existe relación entre un mayor riesgo de sufrir ninguno de estos problemas y la exposición al aluminio a través de las vacunas.

Los datos no suponen ninguna revolución novedosa, cuenta Jaime Pérez, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV). No obstante, el empleo de datos de calidad, como los que se han usado en el trabajo, y los resultados ayudan a seguir afianzando la seguridad de las vacunas.

Entre las patologías evaluadas se pueden encontrar la esclerosis múltiple, el lupus eritematoso sistémico, la hepatitis autoinmune, diversos tipos de alergias, asma, la enfermedad de Crohn, el autismo y el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), entre otras.

Aunque está demostrado que el uso de aluminio en la elaboración de las vacunas es, prácticamente, inocuo, a Pérez, tampoco le parece tan raro que puedan existir estas dudas en algunas personas.

Si no se explica su utilización y se pone en contexto, "puede parecer que se trata de algo tóxico", dice el presidente de la AEV. Si se piensa de forma intuitiva, hay quien podría llegar a pensar que, siendo el aluminio un metal, su uso en las inyecciones "no puede ser bueno", desgrana.

El uso del aluminio en las vacunas

El aluminio no es un material nuevo en el desarrollo de vacunas. "Se emplean desde hace más de 70 años", explica Pérez. Se utilizan como adyuvante, es decir, para potenciar el efecto del antígeno que se quiere inocular.

Además, también permite poder usar menos antígeno para fabricar cada dosis, lo que resulta muy útil cuando hay que inmunizar a una gran cantidad de población, explica Javier Álvarez, miembro del comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

A pesar del miedo que puedan sembrar ciertos sectores en la población, Pérez recuerda que, aunque se usa en su elaboración, la cantidad de aluminio presente en nuestro cuerpo por las vacunas es mínima.

"Es como el 1% de lo que se transmite a través de la lactancia materna", asegura. El médico especialista en medicina preventiva va más allá: "Ingerimos mucho más en dos días a través de algunos alimentos".

Se encuentra en comestibles tan comunes como las verduras, algunos frutos secos, la leche o el chocolate, agrega Álvarez. "Tienen cantidades muy superiores [que las vacunas] de aluminio porque es un elemento sustancial", señala el experto de la AEP.

Es más, el aluminio no tiene ningún efecto secundario grave en su uso con las vacunas. Como mucho, puede provocar una inflamación local, que desaparece en unos días, en el lugar donde se inyecta y suele ocurrir, más bien, por una mala administración, cuenta Pérez.

Vacunas y autismo

Este tipo de relaciones, o el intento de establecerlas, no es algo nuevo. Las dudas se sembraron hace años, cuando salieron algunos trabajos en los que los autores atribuyeron a algunos efectos de las vacunas con aluminio sobre enfermedades autoinmunes o neurológicas

Probablemente, la más famosa es la que se ha intentado establecer entre las vacunas y el autismo. Esa cruzada empezó en 1998, cuando se publicó en la revista The Lancet una investigación que decía que existía la relación entre la vacuna triple vírica y el autismo.

Más tarde, se demostró que el autor había manipulado el estudio para beneficiarse económicamente, puesto que tenía intereses comerciales, y se retiró el trabajo de la revista científica. Aun así, el daño ya estaba hecho y las dudas sembradas.

Aunque no se trate de algo novedoso, Pérez celebra que se publiquen los resultados de los investigadores del Statens Serum Institut un instituto danés de salud pública e investigación, dependiente del Ministerio de Salud del país escandinavo.

"Es un ladrillo más en el muro de la seguridad de las vacunas", afirma el especialista en medicina preventiva. También insiste en la necesidad de defender esa evidencia cuando una potencia como Estados Unidos está luchando su propia batalla contra la inmunización.

Investigaciones como la del instituto danés de salud refuerzan que no existe ninguna relación con este tipo de dolencias y que las vacunas no son un inductor de efectos secundarios. "Todo lo contrario, ayudan a prevenir enfermedades infecciosas y patologías crónicas".