La investigadora Celia Díaz en una imagen cedida.

La investigadora Celia Díaz en una imagen cedida.

Ciencia

Celia Díaz, socióloga y experta en populismo científico: "El negacionismo tiene ahora un altavoz y eso es peligroso"

"Hay más hombres que mujeres en el populismo científico" / "A los negacionistas les dan igual las pruebas, creen en algo y basta" / "Cuestionar la eficacia de las vacunas no significa ser antivacunas" / "España no es un país antivacunas".

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El populismo científico está creciendo en el mundo. Cada vez son más los sectores de la población que ponen en duda las evidencias de la ciencia o la seguridad y la eficacia de las vacunas. Este movimiento enfrenta ese conocimiento demostrado por los investigadores con el sentido común. "Cuestionan la autoridad epistemológica de la ciencia y creen que hay unas élites científicas que miran solo en su propio beneficio", define Celia Díaz, investigadora del Instituto Complutense de Sociología para el Estudio de las Transformaciones Sociales Contemporáneas. 

Este movimiento tiene como referentes a figuras tan polémicas, como Donald Trump o Javier Miley. El primero lleva años trabajando en ello. En 2020, en plena pandemia de covid-19 ya sugería inyectarse lejía para acabar con el virus. Por su parte, el líder argentino habló hace unos meses de "los supuestos científicos e intelectuales, que creen que tener una titulación académica los vuelve seres superiores".

La socióloga acaba de publicar, junto con Pablo Cabrera Álvarez, investigador de la Universidad de Essex (Reino Unido), el primer informe que analiza ese fenómeno en España. A pesar de que es uno de los países en los que más se confía en la ciencia, también ha calado el populismo científico, aunque en una menor medida. El 3,6% de los ciudadanos está en valores máximos de la escala que lo mide. 

¿Qué es lo que más le ha llamado la atención en este trabajo?

Lo más llamativo para mí ha sido ver que cuanto más alto es el nivel de populismo científico, tienen más interés en los temas relacionados con la ciencia. Alguien ha llamado a esto el efecto Ikea: "Yo me lo monto". Buscan la información que les interesa en internet y luego lo usan como figura de autoridad, como si fuera una fuente fiable en sí mismo.

Se han generado sus propias conclusiones y por eso también se abrazan más a ellas, porque sienten que son suyas, que las han elaborado. Esto hace que entendamos qué es lo que puede estar pasando para que exista esta relación aparentemente contradictoria.

España es uno de los países en los que más se confía en la ciencia y, aun así, casi cuatro de cada cien personas están en niveles máximos de populismo científico. ¿Es preocupante la cifra?

Ahora mismo es poca gente, pero sí que es un fenómeno que está ganando, por lo menos, visibilidad y los efectos pueden ser muy perniciosos. Por eso debemos estar pendientes. Esta es la primera vez que se hace un análisis así y hay que vigilar cómo es su evolución y qué factores pueden hacer vaya en aumento o en retroceso. Es importantísimo entender que la ciencia también es un instrumento que va de la mano de las democracias y la base de estas últimas es la confianza en los expertos. 

¿Cuáles son esos factores?

Principalmente, el aumento de visibilidad de este tipo de discursos. Siempre ha habido gente que no cree en evidencias científicas porque prefiere creer en otras cosas, pero no suponían una amenaza porque no se les daba un altavoz. Ahora lo tienen y eso hace que haya más riesgo de que se extiendan y pueda producir efectos negativos.

Todavía no tenemos una idea clara de quiénes son estas personas, pero sabemos que hay más hombres que mujeres dentro del populismo científico. Además, existen ciertos valores respecto a la actitud, cuando hay una disposición a la vulnerabilidad ante la ciencia. Las personas que son conscientes de que a veces los conocimientos, el sentido común, es inferior a lo que pueda decir la evidencia científica, siguen menos este tipo de populismo.

¿Teme que el populismo científico vaya en aumento en España?

Sí. El problema fundamental es dónde se pone el altavoz y cómo se hace el tratamiento cuando se hacen determinados discursos que tienen una base populista científica. Dan igual las pruebas, estas personas creen algo y con eso les basta. Ahí vemos claramente como hay cierta dominancia social y es imposible dialogar así. Podemos discutir acerca de evidencias de cuáles son más robustas, cuáles son menos, pero si no podemos tener una conversación ni clara ni justa, tenemos un problema.

Casi el 30% piensa que se engaña sobre la eficacia de las vacunas. ¿Cómo es de preocupante?

Esta cuestión es un poco complicada de interpretar. En general, podemos estar tranquilos al respecto. España no es un país antivacunas. De hecho, la confianza es altísima, sobre todo en comparación al resto de países, y ese cuestionamiento está más dirigido a las farmacéuticas que al Gobierno. Igualmente, cuestionarlas no significa ser antivacunas. 

No todas se perciben con los mismos riesgos. La vacunación infantil, por ejemplo, tiene una alta confianza. Las que pueden parecer más dudosas para la población son quizá las que tienen un menor recorrido, una menor experiencia. Donde hay una mayor desconfianza, vemos que está muy ligado a ese populismo científico. Esas personas prefieren creer en otro conocimiento menos probado que la evidencia científica y es un problema.

El 80% cree que las decisiones del Gobierno relacionadas con la ciencia deben orientarla los científicos, ¿hay esperanza en que el populismo científico no se adueñe de España?

Es un hallazgo interesante, sobre todo ese deseo de que los científicos asesoren a los gobernantes, pero sin ocupar puestos políticos. Está claro que España es uno de los sitios en el mundo en los que más se confía en la ciencia. Por otro lado, también hemos visto que se le demanda mucha más comunicación y apertura para escuchar las demandas de la población. 

El 19,3% de los encuestados están muy de acuerdo con que existe una élite científica que debería ser cuestionada. ¿Qué implica esto?

Que se vea una élite encaja bastante con que se nos ve como figuras lejanas, que no estamos abiertos a la opinión pública ni a otro tipo de actores. Para cambiarlo hacen falta medidas y más financiación. Debemos producir muchos más puntos de encuentro entre los diferentes sectores sociales y mostrar a la población cuál es el trabajo científico, en qué consiste y cómo se puede mejorar.

Además, falta comunicación con la gente y actividades más divulgativas. Se nota que los ciudadanos no tienen científicos y científicas a la mano. Se ha hecho mucho trabajo en España en comunicación, como el de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, pero no ha tenido tanta difusión y no llega del todo al público.

Con el auge de la ultraderecha y el regreso de Trump a la Casa Blanca, ¿hay que esperar que el populismo científico siga en aumento? 

Va a depender un poco de cómo se informe y de cómo se vayan divulgando los resultados que se obtienen. El hecho de que en Estados Unidos alguien llegue al Instituto Nacional de Salud siendo un antivacunas, puede reducir la financiación y que se dejen de difundir los resultados de todo esto, cuáles van a ser las consecuencias. 

Estos efectos, además, sabemos que siempre recaen en determinados sectores más vulnerables. Como siempre, el principal problema es el clickbait y que parece que se fomenta mucho más la desinformación que el contenido veraz.

¿Se puede hacer frente al populismo científico?

La única manera de contrarrestar esto es mostrando evidencias que demuestren que se equivocan. Sobre todo, hacer ver que el conocimiento científico sigue creciendo y sigue resolviendo problemas. Lo fundamental es que las personas que se dedican a la ciencia tengan mucho más tiempo, más recursos. 

Hay que trabajar para que la opinión pública entienda cómo funciona la ciencia, qué es lo que se financia y que en qué repercute esa investigación en la sociedad. Hace falta un mayor compromiso y más responsabilidad para apuntalar y fortalecer más aún tanto la ciencia como su conexión con la población y otros actores.

¿Se puede confiar en la ciencia y a la vez poner en duda algunas de las cosas que ha demostrado?

Por supuesto que sí. No debemos confundir ser crítico con negar evidencias. Lo primero siempre va a beneficiar a un sistema democrático. Una de las fortalezas de la ciencia es el hecho de probar que hay demostraciones que mejoran el conocimiento, es lo que la hace robusta. Se puede poner en duda y hay que hacerlo, pero en términos justos. No vale el "yo no me lo creo porque no lo veo".