El debate sobre crear humanos editados genéticamente es cada vez más acuciante.

El debate sobre crear humanos editados genéticamente es cada vez más acuciante. Arte EE

Ciencia

Más cerca de los bebés a la carta: 'Nature' pronostica que llegarán en 30 años y dispara las alarmas de los científicos

Un artículo plantea un camino para comenzar a introducir cambios heredables en el ADN y la prestigiosa revista científica apunta a que es hora de abrir el debate.

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El discurso de investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos estaba lleno de promesas políticas que suelen hacerse más bien durante la campaña electoral. Quizá la más difícil de cumplir de su anunciado amanecer dorado es la de llegar a Marte durante su mandato: solo el viaje en sí podría tomar entre cinco y diez meses, por lo que tendría que darse prisa.

Los tiempos del avance científico-tecnológico no suelen corresponderse con los deseos del político de turno, ni siquiera cuando está apoyado por amigos ultramillonarios. Aunque la reactivación de la carrera espacial promete grandes momentos, ninguno de ellos se ha materializado todavía.

Aunque mirando al pasado parece que los grandes avances científicos surgieron de la nada, lo cierto es que necesitan mucho tiempo de maduración y experimentos de ensayo y error.

Si entre el descubrimiento de la fisión nuclear y la bomba atómica solo pasaron seis años, la ciencia en que se basaba se remontaba a décadas atrás. La carrera espacial original culminó en 1969 con la llegada del hombre a la Luna, pero la tecnología de los cohetes que la permitiría se desarrolló durante la II Guerra Mundial, más de 20 años antes.

Cuando, en lugar de máquinas, hablamos de seres vivos, los plazos se extienden aún más. La ingeniería genética comenzó a despuntar en los años 70 pero no fue hasta 1996 cuando nació el primer mamífero clonado de una célula adulta.

La tecnología CRISPR, que ha supuesto un salto de gigante en la edición del ADN, parte del descubrimiento de unas arqueas en las marismas de Santa Pola que tenían unas raras secuencias genéticas palindrómicas a principios de los 90.

No fue hasta 2012 cuando Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier propusieron el uso de CRISPR para editar genes, y la imaginación del mundo se disparó: ¡Teníamos unas tijeras perfectas para modificar el ADN a nuestro antojo!

Bueno, en realidad queda mucho tiempo para eso: ya tenemos las zapatillas pero no conocemos el camino. Por eso, la comunidad científica internacional puso el grito en el cielo cuando un desconocido científico chino anunció en 2018 que dos niñas habían nacido de embriones editados genéticamente.

He Jiankui, que así se llama el científico, fue detenido y encarcelado por saltarse todas las barreras éticas y legales posibles en su experimento. Al poco de volver a la calle, por cierto, se ha lanzado a reivindicar lo que había hecho y busca repetirlo.

El consenso entre los expertos es que todavía queda mucho tiempo para que la edición genética en humanos sea segura. Por eso, hasta el momento las pocas terapias basadas en ella consisten en extraer ciertas células de la persona para modificarlas fuera y reintroducirlas. Esta nueva información, además, no se transmitiría a la posible descendencia del paciente.

De ahí la sorpresa de los investigadores cuando Nature, la revista guardiana del mejor conocimiento científico, publicaba este mes de enero un artículo que plantea un camino hacia la edición de genes heredables en humanos y pone una fecha para ello: en los próximos 30 años.

Consciente del revuelo que puede causar, los responsables de la revista han acompañado este artículo de otro que lo critica ferozmente, así como de un editorial que justifica la decisión de incluirlo. El título del editorial deja clara la intención: "Necesitamos hablar sobre la edición genética en humanos".

El artículo de la polémica está liderado por el médico y filósofo australiano Julian Savulescu, de la Universidad de Oxford. "A pesar de que la ingeniería genética ha sido discutida durante décadas, lo ha hecho predominantemente en abstracto", sostiene. Él y su equipo imaginan cómo será el camino que hay que recorrer hasta llegar a una nueva generación de seres humanos perfeccionados genéticamente.

En la actualidad ya hay empresas que anuncian 'bebés a la carta'. En realidad, lo que venden es el diagnóstico genético preimplantacional: secuenciar embriones obtenidos tras una fertilización in vitro y seleccionar el más apto. Normalmente se hace cuando existe el riesgo de que el bebé nazca con algún problema de origen genético, aunque algunas empresas intentan venderlo como una forma de obtener ciertas características físicas o mentales 'deseables'.

El problema es que estas características, normalmente, no dependen de un único gen, sino de cientos... O miles. La visión popular del 'gen de la inteligencia', el 'gen del cabello rubio', etc. es errónea. Por ejemplo, se han calculado que los genes que influyen en la altura de un individuo son unos 12.000, o unos 700 para el color de piel, pelo y ojos.

Por ello, como apuntan los autores del artículo, "harían falta decenas de miles de embriones" para obtener los resultados deseados en esta búsqueda.

Aunque Savulescu no desdeña hablar de las características físicas y de deseabilidad social, su planteamiento, más realista, se ciñe al ámbito de la salud: editar genéticamente embriones para crear una generación de personas libres de algunas de las enfermedades más frecuentes, como el alzhéimer, la diabetes tipo 2 o la depresión mayor.

Al contrario que las llamadas enfermedades raras, causadas por la mutación de un único gen, en estos trastornos influyen un gran número de ellos, pero el modelo propuesto en el artículo considera que solo editando diez se puede reducir el riesgo al mínimo: del 5% al 0,6% en alzhéimer, del 1% al 0,1% en la esquizofrenia, del 10% al 0,2% en la diabetes tipo 2, del 6% al 0,1% en la arteropatía coronaria y del 15% al 9% en la depresión.

El truco que plantean por los investigadores es este: en lugar de editar los genes que aumentan el riesgo de la enfermedad, hay que buscar las variantes protectoras, es decir, aquellas que lo reducen.

El planteamiento es similar al de He Jiankui, que realizó un único cambio en el genoma de los embriones que editó para dotarles de la mutación CCR5, que parece proteger frente a la infección por VIH.

Así, plantean un sendero con varios hitos hacia la edición heredable de estos genes protectores, pasando al siguiente cuando se demostrara eficacia y seguridad. Primero, experimentar en animales; luego, probar en enfermedades letales causadas por un único gen; escalar a enfermedades no letales pero graves en la infancia, y hacerlo después en aquellas que lo son en la edad adulta para, finalmente, probar la edición poligénica.

"Una provocación"

Suena bien, ¿no? El problema es que todo esto son castillos en el aire. La tecnología CRISPR es eficaz cortando el genoma en el sitio adecuado, pero esto no está exento de intervenciones no deseadas en otras partes, como si disparáramos una bala con un rifle de alta precisión pero no pudiéramos evitar la metralla.

Savulescu y los suyos son conscientes de este problema técnico, así como otros que, hoy por hoy, están lejos de superarse. Por ejemplo, que determinar variantes causales de un riesgo aumentado (o disminuido) de enfermedad es muy complicado, porque a lo más que podemos aspirar ahora mismo es a afirmar que hay una relación, no una causa.

Por otro lado, es una ilusión aspirar a cambiar varios genes sin pretender que esto influya en el resto de la infraestructura humana. Por ejemplo, la mutación en el gen CCR5 reduje el riesgo de infección por VIH pero aumenta la gravedad de la gripe. Incluso hay estudios que lo relacionan con una menor supervivencia general.

Los autores se muestran optimistas, no obstante, y creen que 30 años es un plazo razonable para solventar todos estos inconvenientes técnicos. Parecen ser los únicos en hacerlo: nada más publicarse el artículo, la Asociación para la Investigación e Innovación Responsable en Edición Genómica (Arrige), una sociedad internacional creada tras el escándalo de He Jiankui, calificó el artículo como "una provocación" en una época de "noticias falsas y verdades alternativas", que "alimentará la desconfianza en las actividades científicas".

En el comunicado acusaban a los autores del texto de confiar en "asunciones sobresimplificadas y no probadas sobre los mecanismos genéticos, factores ambientales y variabilidad de la población".

Su presidente, el genetista español Lluís Montoliu, se mostró más contundente aún en un artículo para el Observatorio de Bioética de la Fundación Pablo VI. "La revista Nature ha cruzado, en mi humilde opinión, una línea roja", sostenía, con un trabajo "enteramente especulativo, sin evidencias científicas (mejor dicho, con multitud de evidencias contrarias a lo que se propone)".

En el texto señalaba cómo la imprudencia de He Jiankui obligará a las niñas editó a "mantener una supervisión médica de por vida" y recordaba que los usos actuales de la herramienta CRISPR "no intentan corregir ni modificar genes, sino inactivarlos, destruirlos, algo muy diferente para lo que no se requiere tanta precisión". Por eso calificaba el texto como "un despropósito descomunal" y la decisión de publicarlo por parte de Nature como "incomprensible".

"Me sorprendió negativamente", apunta Montoliu a EL ESPAÑOL, "que un desarrollo puramente teórico, sin base experimental, especulando sobre la posibilidad de editar el genoma en múltiples localizaciones, en diversos genes a la vez, algo que es altamente imprudente y nada recomendable, recibiera la aprobación de una revista como Nature para ser publicado".

"Da a entender que estos desarrollos serán posibles pronto", continúa, "cuando esto, con nuestro nivel de conocimiento actual y previsiblemente en los próximos años, estamos todavía muy lejos de alcanzar, si realmente quisiéramos y consideráramos que mereciera la pena (que en mi opinión no la merece)".

Más dura incluso que Montoliu se muestra Gemma Marfany, catedrática de Genética de la Universidad de Barcelona. No se trata solo que Savulescu y sus compañeros realizan cálculos predictivos pero altamente especulativos sino que "los supuestos o asunciones sobre la genética de enfermedades y características genéticas en este artículo son superficiales y simplistas".

La jefa de genética del Hospital Fundación Jiménez Díaz, Carmen Ayuso, apunta además que la genética no es independiente del ambiente. "El efecto final sobre la salud o enfermedad está altamente condicionado por el resto de factores predisponentes: estilo de vida, edad, entorno social y económico... Es lo que llamamos 'exposoma'".

El miedo a la eugenesia

Acompañando a las polémicas predicciones de Savulescu hay un artículo crítico, firmado por Shai Carmi, de la Universidad Hebrea de Jerusalén; Henry Greely, de la Escuela de Derecho de Stanford, y Kevin Mitchell, del Trinity College de Dublín.

Más allá de la confianza de contar en el futuro con herramientas lo suficientemente precisas para editar el ADN con seguridad, apuntan que los estudios genómicos a gran escala solo pueden identificar asociaciones pero no causalidad entre gen y enfermedad, y recuerdan que el efecto protector de las variantes [genéticas] es distinto en cada persona y es un error observarlo solo a nivel de población.

También señalan que el efecto protector de ciertos genes puede no ser necesario en el futuro gracias a los avances en los tratamientos. Quizá no en la primera persona editada, pero sí en sus nietos o los nietos de sus nietos. Después de todo, la edición genética heredable es para siempre.

Sin embargo, el gran elefante en la habitación es otro. Como apuntan los autores del contra-artículo, si una gran parte de naciones ha prohibido la edición genética en humanos no es tanto por la seguridad sino por sus implicaciones éticas.

Los investigadores del primer artículo no eluden las consideraciones éticas de su 'experimento mental'. Introducir la posibilidad de crear bebés a la carta, aunque solo sea en temas de salud, es meterse de lleno en la eugenesia.

Savulesco y los suyos son conscientes de que su propuesta solo será viable en personas que acudan a la reproducción asistida, creando desde el principio una barrera económica y social. No es difícil imaginarse una clase social alta sin casi enfermedades coronarias o neurodegenerativas (y sin necesidad de pagar por esta protección en la descendencia) y otra inferior no solo más vulnerable por sus factores sociodemográficos sino también en los genéticos.

"La pregunta, entonces, no es si veremos personas editadas genéticamente", considera Gemma Marfany, "sino en qué supuestos podría ser aceptado o aceptable editar genéticamente embriones humanos de forma que sea heredable".

"Es probable que, en un futuro, existan personas que procedan de embriones editados genéticamente. La pregunta a debatir es, ¿en qué casos?, ¿para qué?, ¿es necesario?, ¿quién tendrá acceso?"

En el editorial de Nature, la revista se justifica en que "es importante empezar una conversación sobre qué podría pasar si tecnologías más sofisticadas de edición genética llegan a estar disponibles".

Lluís Montoliu toma la palabra. "Claro que hay que hablar. Pero con la evidencia científica sobre la mesa. No con especulaciones teóricas que no están basadas en nuestro nivel actual de conocimiento. Me parece muy bien discutir sobre esta posibilidad, pero desde el conocimiento técnico, con los pies en el suelo, sabiendo lo que es posible y lo que no".