Joseph Henrich, presidente del Departamento de Biología Evolutiva Humana de Harvard.

Joseph Henrich, presidente del Departamento de Biología Evolutiva Humana de Harvard. Capitán Swing

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El biólogo de Harvard que explica por qué los españoles somos parte de los más raros del mundo

Según Joseph Heinrich, los occidentales son las personas más peculiares del mundo, algo en lo que la Iglesia Católica ha tenido mucho que ver.

5 diciembre, 2022 03:25

¿Quién eres tú? Quizá seas una rara o un raro, un Weird, palabra que, además de significar 'extraño' en inglés, es el acrónimo de una persona criada en una sociedad occidental (Western), con estudios (Educated), industrializada (Industrializated), adinerada (Rich) y democrática (Democratic). Si ese es tu caso, es muy probable que seas bastante peculiar psicológicamente.

Seguramente, nunca te hayas enfrentado ni a tal pregunta ni a tal suposición, pero quizá deberías pararte unos segundos a hacerlo, pues la persona que lo afirma sabe bien de lo que habla. Presidente del departamento de Biología Evolutiva Humana de la Universidad de Harvard, profesor en la misma, antropólogo e ingeniero espacial, Joseph Heinrich ha decidido compilar todos sus años de investigación sobre evolución en Las personas más raras del mundo (Capitán Swing), una obra de más de 700 páginas en las que desgrana cómo los occidentales hemos llegado a ser, valga la redundancia, las personas más raras del mundo.

Según Heinrich, entre las miles de millones de personas del mundo, hay una pequeña proporción de weirds, es decir, nosotros. Estos, en términos generales, son individualistas, analíticos, personas que asumen la responsabilidad como algo personal, que están en contra del nepotismo y que se sienten culpables cuando se portan mal. En el otro lado, habita la mayoría no weird, que se identifica con valores de familia —entendida como tribu o clan—, en los que el nepotismo rige sus acciones, piensan de una manera más holística, asumen la responsabilidad de lo que hace el grupo y sienten vergüenza cuando se portan mal —o alguien de su familia—, pero no culpa.

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Antes de entrar en materia, vamos a poner un ejemplo para ver si te encuentras de verdad entre los weirds. Se trata del conocido como 'dilema del pasajero'. Vas con un amigo en el coche, conduce él y lo hace de una manera muy imprudente. Sucede la desgracia y atropella a alguien. A la hora del juicio, su abogado te dice que si testificas que no iba a más velocidad de la permitida podrías ayudarle. ¿Qué harías? Si estás entre el grupo de población que no mentiría en el juicio, eres un weird.

La familia o el deber

"Hay lugares en los que se consideraría una irresponsabilidad no violar una regla estúpida para ayudar a un ser querido", explica al respecto Heinrich, que con esta anécdota se pregunta: ¿por qué tanta gente weird que actúa en contra de los intereses de su familia para seguir una regla arbitraria e imparcial espera que otros la sigan también? ¿Cabe la posibilidad de que esta dimensión psicológica influya en la formación y el funcionamiento de las instituciones formales del gobierno?

La respuesta a esto último es un rotundo sí. El aprendizaje cultural tiene consecuencias sobre el sistema neurológico, es capaz de reconfigurar físicamente el cerebro humano y, por ende, moldear la manera que tienen los individuos de una sociedad de pensar y actuar.

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Para que el lector entienda hasta qué punto ha cambiado el cerebro weird por haber estado expuestos durante siglos a unos valores distintos a los del resto del mundo. En estos, el procesamiento del reconocimiento facial se ha desplazado al hemisferio derecho. "Los seres humanos normales (los que no son como tú) procesan los rostros casi por igual en el lado izquierdo y derecho del cerebro", escribe el autor. Puede parecer algo anecdótico, pero es la evidencia de que un aprendizaje distinto tiene efectos en la evolución de los seres humanos y que las diferencias entre unas sociedades y otras van más allá de la cultura. Están en la biología.

Según el experto, la reconfiguración de los weirds comenzó con la lectura, una habilidad que provocó un cambio en el cableado cerebral que llevó, entre otras cosas, a implantar un pensamiento más analítico entre los occidentales. Esto es muy importante, porque aquí no entra en juego sólo el qué, también el quién extendió la alfabetización, ya que es, según Heinrich, la culpable de la psicología weird: la Iglesia Cristiana Occidental.

Con la Iglesia hemos topado

La teoría de biólogo de por qué los occidentales somos las personas más raras del mundo viene sustentada por lo que él denomina el Programa de Matrimonio y Familia de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia no sólo se encargó de extender la lectura para que se pudiera leer la Biblia, algo que ya introdujo un cambio sustancial. Para él, hizo algo más importante: prohibir la poligamia, el divorcio, el matrimonio con primos hermanos y terminar con la tradición del clan, con los beneficios y responsabilidades que eso conllevaba.

Como si de un efecto dominó se tratara, erradicar la cultura de la tribu/familia fue el detonante para configurar las sociedades occidentales tal y como las conocemos hoy en día. La desaparición del clan, siempre enraizado a la idea de cuidar unos de otros pase lo que pase (ejem, dilema pasajero), comenzó a promover la creación de instituciones que sirvieran para suplir la ausencia de los otros: huérfanos, ancianos, viudas…

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Para que el lector se haga una idea de lo raras que ha hecho la Iglesia a las familias weirds y comprenda cómo de peculiares son los occidentales. Sólo un 25% de las sociedades del mundo tienen prohibido el matrimonio con primos u otros familiares, un 15% son matrimonios monógamos, un 8% organiza su vida doméstica en torno a los padres e hijos y, únicamente, en un 5% las parejas casadas se establecen en un hogar por separado.

Si bien, para el biólogo, estas rarezas son lo que han provocado que occidente consiguiera prosperar. "Si desde la órbita correspondiente, un equipo de antropólogos alienígenas hubiese llevado a cabo una investigación sobre la humanidad en el año 1.000 de la era común o, incluso, en el 1.200, jamás se habría imaginado que las poblaciones europeas llegarían a dominar el planeta durante la segunda mitad del milenio. Lo más probable es que, en su lugar, hubiesen apostado por China o el mundo islámico", describe el libro.

Hombres solteros, hombres violentos

La monogamia, para el experto, es uno de los puntos más cruciales de este prosperar y apunta a factores biológicos relacionados con este tema. "El matrimonio poligínico tiende a dar lugar a una enorme reserva de hombres solteros de bajo estatus, con pocas perspectivas de casarse o, incluso, de tener sexo. En respuesta a semejante situación, la psicología masculina hace un viraje tal que desencadena en una fiera competición entre varones y, en muchas otras circunstancias, un incremento de la violencia y la criminalidad".

En esto de la criminalidad, para el autor, tiene mucho que ver la testosterona. En el libro se exponen varios ejemplos de investigaciones que asocian una bajada de los niveles de de esta hormona al hecho de casarse y tener hijos. "Hay estudios hechos en sociedades weird que indican que los hombres con unos índices más altos de esta hormona tienen más probabilidades de acabar arrestados, traficar con propiedades robadas, endeudarse o utilizar armas en una pelea; también de fumar, generar adicción a las drogas abusar del consumo de alcohol, apostar y participar en actividades peligrosas", desgrana Heinrich.

Así pues, cuando el autor se pregunta a sí mismo si el matrimonio monógamo logró, de alguna manera, hacer que la convivencia entre individuos prosperase, este responde con un claro sí. "La Iglesia, por medio de la institución del matrimonio monógamo, se inclinó un poco para agarrar a los hombres por los testículos", bromea en el libro. Es lo que considera el "ingenio accidental de la cristiandad de occidente".