Hace dos años, día arriba día abajo, se celebraron en España elecciones generales. Estaba tan disociada en ese momento que lo había olvidado. Hay malas rachas que nublan los recuerdos a toro pasado. Es increíble cómo nos protege nuestro cerebro de según qué vivencias.
Voté por correo y me fui unos días a Galicia con una de mis mejores amigas. Siempre me ha parecido que las Rías Baixas tienen una energía diferente, el tiempo va en ralentí y eso favorece la toma de decisiones. Te permite ver las cosas con perspectiva y oxigenarte de la vorágine en la que estás metido. El albariño también ayuda.
Uno de los días acabamos hablando de política con unos tipos de cincuenta años. Decían que eran músicos independientes e independentistas, y terminamos debatiendo quién era más nacionalista si un español, un catalán o un gallego. Parecía un chiste. Pero al final es lo que han conseguido estos cabrones, que perdamos el tiempo en tonterías sin importancia y no nos demos cuenta de lo que está ocurriendo en realidad. Nos la están pegando y no estamos haciendo nada para evitarlo.
El caso es que ya han pasado dos años de aquello y me parece una eternidad. Pedro está mucho más demacrado y la casa se le cae encima poco a poco. Sus colegas – Podemos e independentistas – le dan la espalda y reniegan. Ahora se junta con cualquiera con tal de no afrontar su realidad, el disociado ahora es él. Se aferra a lo primero que pasa, que no es más que una huida, una patada hacia adelante, un conformismo patético.
Dicen que las comparaciones son odiosas. Pasar de tenerlo todo a resignarte a lo que venga, tiene que ser complicado de manejar. Sobre todo, cuando no lo ha elegido él, le ha venido impuesto en consecuencia de sus actos. La hostia es grandísima cuando no traes esto aprendido de casa.
En enero de este año Sánchez salió a declarar que España estaba en un buen momento, que teníamos la mejor economía, empleo, paz social y convivencia de todos los tiempos. Cuando tienes que autoconvencerte de que algo va bien (mejor que nunca) e intentas que los demás se lo crean, es porque sigues en el fango. Hay quien todavía no se ha enterado que las cosas se demuestran con hechos, no con palabras.
Estremece pensar que quedan dos años más. Cuando algo no está bien y tratas de solucionarlo pero no lo consigues, acabas viviendo una agonía desesperante, frustrante. Me gusta pensar que, cuando llegue el momento, la memoria no nos difumine cada uno de los hitos que nos ha hecho pasar el presidente y su “familia”, por llamarlo de alguna manera.
No estoy a favor del conformismo, desde luego. Hay que tomar decisiones y eso significa ser valiente. Equivocarse no es un delito, repetirlo es de necios. Mientras tanto, me voy a Galicia este verano. Sí creo que haya que volver a los sitios que te han ayudado a tomar decisiones importantes.