Antes del estallido de la Guerra Civil, el aviador Julio Ruiz de Alda, quien consiguiese cruzar el Atlántico Sur en 1925 a bordo del hidroavión Plus Ultra, fue masacrado por anarquistas en la Cárcel Modelo de Madrid, mismo destino que correría Melquíades Álvarez, presidente del Congreso de los Diputados, o Ramón Álvarez-Valdés, ministro de justicia durante la II República. Como Onésimo, Ramiro o José Antonio, su pecado fue la actividad política en aquella tumultuosa España que antes del primer tiro en el campo ya les había cambiado el nombre de las calles que tras la guerra les honrarían.

A la mitad de su antigua calle, haciendo esquina con la de Olmedo, se erige un colegio más de ladrillo extrusionado de aquellos con los que la Oficina Técnica moteó Valladolid mientras Ruiz de Alda efectuaba su hazaña de Huelva a Buenos Aires. Frente a él, un edificio con la fachada completamente gris, como si el humo de un incipiente incendio se hubiese pegado a su fábrica, se alza entre edificios promocionados en 2010. La finca entera permanece tapiada, víctima constante de trapicheos, okupaciones y peleas, una vieja conocida de la Policía Nacional que en Nochevieja tuvo que acudir al inmueble para atender a un joven que había sido apuñalado.

Con el apoyo, impulso y connivencia de los más ultraderechistas grupos jamás conocidos en la ciudad que fuera testigo de la unión de Falange y de las JONS un 4 de marzo, ese antiguo colegio se convertirá en un falansterio de las ideas, el arte y los cuidados. El terror de los verdejos dice que será un lugar de convivencia. El socialista utópico de Zamora lo reafirma como “lugar de actuaciones de su país, que les imponga su nostalgia” (sic).

Nos dicen que este Indiana Bill será para hispanoamericanos en un barrio donde hay cuatro, que la población musulmana representará una parte ínfima en un barrio donde las mezquitas brotan como lo hacen ya los almendros. A través de juntas, los disgustados vecinos lograron frenar un centro de menas que el cabildo más fascista de la historia y el obispillo de Meneses de Campos quisieron imponer alevosamente, tildando de insolidaria a la resistencia vecinal-asociacionista de este lado de las vías férreas.

El nuevo edificio dedicado a las artes y al folclore, a la producción intelectual y al regocijo plástico, le encanta a todos los entrevistados de un conocido medio. Toda la muestra aparece feliz en la cámara, subrayando la íntima y tradicional convivencia entre la abuela Paqui que vuelve con el carrito lleno de la Carnicería Vela y el marroquí patinetero que trapichea un poco más adelante del archiconocido edificio de calle Olmedo, en un local de recargas Lebara.

El nombre que le pone el Ayuntamiento no es para nada casual. Es la casa del pópulo, la casa de la nueva raza en territorio romano, ágora cubierta del nuevo pueblo que nos hemos dado, mentidero exclusivo para las nuevas tribus que se asientan en esta ribera cenagosa que en otro tiempo fue una frontera efectiva.

El colegio reabrirá sus puertas convertido en moroteca con el dinero de todos los vecinos, juntistas y conformes, mientras el dato de 2024 es de récord en robos y en peleas. Delicias está mejor que nunca, según el edil de rebote y su teniente estatua de cera. Se salva el aviador navarro de que en su calle se celebre el encuentro de unas gentes que no saben situar Buenos Aires ni tampoco Huelva.