Los últimos años convulsos que llevamos en España por culpa del movimiento separatista, y me remito antes de 2017, se han caracterizado por la propaganda agresiva y falsa que sus dirigentes ( partidos políticos, asociaciones y colaboradores contratados) han querido transmitir al exterior y ganarse la aprobación de ciertos países y las izquierdas.

¿Por qué? Muy fácil: si venden que son muy buenos con las personas necesitadas, odian el racismo (como lo odiamos todo el mundo por supuesto), somos más feministas que nadie, el progresismo lo inventamos nosotros, la cultura, sonrisas con manos tendidas. En definitiva un mundo ideal (digno de película de Walt Disney) lleno de igualdad y amor, creado por buenas personas humildes y caritativas. Unos santos. Es la estrategia para llegar a la independencia de Cataluña.

Pero nada más lejos de la realidad. Las personas que hemos nacido en Cataluña y convivimos con los independentistas, como nuestros vecinos, familiares y amigos, sabemos qué tipo de personas forman el grueso de este fanático movimiento nacionalista secesionista, que es precisamente todo lo contrario.

Mi padre asistió a finales de los 70 y durante 8 años a una escuela nacionalista catalana, entonces era la mejor que había en un barrio muy catalanista de Barcelona. A dicho centro acudían los hijos de burgueses, medianos y pequeños empresarios del barrio, pues tenían sus empresas cercanas al centro.

Ya entonces en esta escuela algunos docentes y monitores realizaban comentarios a los niños, sobre las excelencias de los catalanes y de Cataluña respecto de las otras regiones de España, en cuanto a que estaban más formados intelectualmente y lo buenos que eran los empresarios catalanes. En 1979 introdujeron «Historia de Cataluña» como proyecto experimental, y el resto de asignaturas se daban en catalán.

Mi padre al no provenir de una familia catalana no sabía escribir ni hablar bien en catalán, motivo por el que fue represaliado y suspendido por los profesores.

Muchos años después esos niños, se hicieron adultos, fueron a buenas universidades y se ocuparon de las empresas y negocios familiares. El tener una vida acomodada y acceso a una buena enseñanza así como el lavado de cerebro que habían sufrido, les llevó a la convicción total de que eran superiores al resto de los españoles, una especie de raza aria con apellidos bien definidos y comandados por las familias más ricas de esta región española.

Aquellos que fueron compañeros de mi padre también utilizaron su posición privilegiada para introducirse en la política y unirse al pujolismo que tanto ha robado a Cataluña, otros seguían de altos ejecutivos de empresas o bien de capos absolutos, incluso algunos de directivos en el F.C. Barcelona por mencionar una entidad deportiva más conocida.

Así se tejió una red de personas de clase media alta a jet set, que creían que además España les robaba y que sus ciudadanos eran unos paletos (bestias taradas que dijo uno), los que lo hayan leído saben a quién me refiero. Son auténticos lobos con piel de cordero

Esta mezcla de millonarios con políticos ha formado un conglomerado ultraderechista que se ha inventado un escenario paralelo en el cual dicen que vivimos bajo una dictadura represora, la de España, que curiosamente debe ser una de las democracias más permisivas que existen.

Los hijos de estos adinerados ‘indepes’ han luchado en batallas como la de Urquinaona contra la policía en Barcelona o han participado en otras protestas violentas, por lo tanto de pacífico tiene poco el separatismo cuando deja entre ver su verdadera cara.

Así ya sabemos quiénes son esas personas que abogan por el secesionismo de España, básicamente clase media alta léase abogados , ingenieros, arquitectos, profesores y en general profesiones liberales con formación universitaria, luego pequeños y medianos empresarios, grandes empresarios, políticos hijos de ricos, y por supuesto y lo más importante, quienes forman el grueso de sus movilizaciones, los funcionarios de puestos medios a altos cargos, enchufados en la Generalitat junto a todas sus familias, creando así una red clientelar.

La verdad parece que muy de izquierdas y trabajadores con sueldos precarios no son en una Cataluña claramente desigual y muy empobrecida en la última década, fundamentalmente por el proceso separatista.

Las personas que cobran un sueldo base no tienen como preocupación la secesión de un país, trabajan un montón de horas para pagar el alquiler de un piso de 50 metros y sus gastos, finalmente si pueden un día llevaran a sus hijos al cine. Ni que decir tiene los que desgraciadamente no tienen empleo o este es precario. Esos puestos de trabajo, que crearon esos mismos empresarios independentistas para esclavizar a los españoles que no son de la secta y a los hermanos latinoamericanos (también mal vistos por los independentistas) que viven Cataluña y que no pueden decir lo que piensan por temor a ser despedidos, incluso se esfuerzan a hablar en catalán, la lengua regional.

¿Por qué la izquierda española no se da cuenta de esto, y se pone en contra de una vez de estos independentistas de ultraderecha que realizan adoctrinamiento descarado en las escuelas catalanas y no son más que unos capitalistas caprichosos que se aburrían y han querido liarla con el resto de España? La respuesta es mucho más corta que este artículo, tan solo es una palabra: poder.