San Juan de Sahagún, patrono de Salamanca capital, era un Morante de La Puebla de finales de la Edad Media. Cuenta la leyenda que un toro escapó por las calles de la ciudad causando gran pánico entre los viandantes. Quiso el destino que los caminos del santo y el animal se cruzaran en la empinada calle que desciende desde el conjunto catedralicio hasta el Puente Romano.

El santo, viendo venir al toro a galope tendido hacia él, levantó la mano y le ordenó: "¡Tente, necio!". El cornúpeta frenó en seco su carrera y, acto seguido, se comportó mansamente, casi como un perrito faldero.

Esa calle empinada, una de las más transitadas por los turistas que visitan Salamanca, recibe el nombre de Tentenecio en honor de aquella gesta, taurina y divina a un tiempo.

La leyenda ilustra bien el vínculo entre las fiestas de toros y la religión, o sea, el catolicismo. El toro representa las fuerzas oscuras que acechan al ser humano, criatura indefensa cuya salvación depende exclusivamente de la intervención divina.

El pueblo ha sentido siempre una fascinación religiosa por la tauromaquia. Dominar o burlar al toro, la fiera más poderosa, es la hazaña máxima, el más grande gesto de hombría. La mitología clásica nos ha legado la historia del Toro de Creta, el enorme animal de encornadura afilada que causaba estragos en la isla más grande de Grecia. Capturar a la bestia fue justamente el séptimo trabajo de Hércules.

La seducción por el toro va perdiendo adeptos en lo que se refiere a la lidia en plazas de toros, pero se mantiene casi intacta en los cientos de festejos populares que cada año se suceden por los pueblos de España: encierros, toros del cajón, toros enmaromados… El vídeo no mató a la estrella de la radio, como vaticinaba el grupo The Buggles, pero parece que el fútbol sí está acabando con las corridas de toros.

Prohibición en México

Incluso la plaza de toros Ciudad de México, la más grande del mundo, con capacidad para 46.000 espectadores, acaba de recibir una orden judicial para que suspenda los festejos taurinos. No ha sido el fútbol aquí, sino la política: una iniciativa de la jefa del gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, perteneciente al partido izquierdista de Andrés Manuel López Obrador, que solicita la suspensión cautelar de las corridas de toros argumentando maltrato animal.

Sorprende que esa misma izquierda radical mexicana, esa misma izquierda que aventa el odio hacia lo español por la conquista, se preocupe tanto por el maltrato animal, sentimiento muy loable, sí, pero mire luego hacia otro lado para no ver el maltrato al que está siendo sometido el pueblo cubano, que, al presente, se muere literalmente de hambre.

Hace algunas semanas, López Obrador realizó un polémico viaje oficial a Cuba, se reunió y participó en fiestas con la clase dirigente cubana, pero nada dijo de la miseria que atenaza a los cubanos, que se ceba especialmente en los ancianos y personas más débiles. Por no tener, ni siquiera tienen aspirinas o pomadas para enfermedades tan comunes como la sarna. Una vez más, esa hipocresía y doble moral de algunos dirigentes de las izquierdas populistas latinoamericanas.

Salamanca capital celebra hoy la festividad de su patrón, Juan de Sahagún, aquella lejana figura medieval del toreo que nació en Sahagún (León) en 1430, a quien se atribuyen también otros milagros, aunque ninguno de tanta trascendencia como el del toro.

Resulta curioso que estos mismos poderes de detener milagrosamente la embestida de un toro se le atribuyan igualmente al patrono de Valladolid, San Pedro Regalado, otro monje con habilidades toreras, casi coetáneo de San Juan de Sahagún.

La hazaña de Pedro Regalado nos ha llegado en varias versiones. Una se asemeja mucho al episodio de la calle Tentenecio. Se cuenta que saliendo él, junto a un compañero, del convento de El Abrojo, próximo a Laguna de Duero, les sorprendió un toro que se había escapado de una corrida. Regalado le ordenó que se agachara y el animal le obedeció. Luego, el santo le arrancó las banderillas que llevaba incrustadas en el lomo, lo bendijo y lo mandó que partiera sin causar daño a nadie.

Otra versión señala que el fraile amansó con una oración al toro herido que había huido en medio de la corrida y amenazaba con herir a un grupo de personas.

De santos a maltratadores

Juan de Sahagún y Pedro Regalado son ejemplo de cómo los toreros eran elevados antaño a la categoría de santos. Hoy siguen teniendo admiradores incondicionales, pero muchas veces tienen que pasar el mal trago de ver cómo los detractores de la Fiesta los tachan de maltratadores, asesinos, etcétera.

En tiempos pasados, Salamanca remataba la festividad religiosa de San Juan de Sahagún con una espléndida corrida de toros por la tarde, cuya recaudación se destinaba a paliar las necesidades del hogar de ancianos Hermanitas de los Pobres. Era el denominado Festival de las Hermanitas de los Pobres, que se celebró ininterrumpidamente entre los años 1947 y 2000. La desaparición de tan prestigioso festival taurino es un botón más en el proceso de declive de las corridas de toros en nuestro país.

Para frenar la agonía de la Fiesta y plantar cara a las pretensiones abolicionistas de muchos, los dirigentes de Vox en Castilla y León han puesto al frente de la Consejería de Cultura y Turismo a un gran entusiasta de los toros y uno de los grandes estudiosos actuales de la tauromaquia en nuestro país, Gonzalo Santonja.

Santonja llega con bríos, pero necesitará de milagros como los de San Juan de Sahagún o San Pedro Regalado para taponar la hemorragia. Una sangría que, filosóficamente, se sustenta en el mundo feliz y bobalicón que Disney ha ido modulando durante años en los cerebros de muchas de generaciones.

Por desgracia, la Naturaleza se rige por reglas menos buenistas: si no existieran los festejos taurinos, el toro bravo habría desaparecido hace años de nuestras dehesas. A tenor de los derroteros por los que discurre la sociedad, la tarea de Santonja será complicada, otro trabajo de Hércules.