Me encontré ayer en la Plaza Mayor de Salamanca con un  amigo del PSOE, al que llevaba tiempo sin ver. Nos saludamos cordialmente, pegamos la hebra y enseguida me puntualizó que no está de acuerdo, “ni yo ni muchos compañeros”, con una de las cuestiones que he apuntado en estos artículos. “Bueno, mientras sea una vamos bien; y por cierto, con cuál”, le pregunté. “Pues cuando te sales con eso de que no vengan los políticos de Madrid a apoyar a sus candidatos. Deja a Aznar,  por lo menos a Aznar, que nos frecuente y  se prodigue, a ser posible a diario. Hemos estado a punto  de escribir una carta colectiva a Mañueco para pedírselo”.

Su afición por el expresidente que hablaba catalán en la intimidad y rindió a Pujol el cincuenta y uno por ciento del IRPF, concesión que marcó un hito en el proceso de fortalecimiento del independentismo, al parecer viene de lejos, pero definitivamente se ha convertido en fan suyo a partir de la pedrada que asestó a Pablo Casado en el mitin pepero del pasado sábado en Valladolid, a su juicio carente de un plan de gobierno, lo que conmocionó a los populares y obligó al apedreado a lanzarle unas chinitas desde Ávila.

“Yo sí tengo un plan”, esgrimió el cuitado, aclarando a continuación que es reformista de pata negra y empedernido: “Lo soy hasta en mi casa, hasta en mi vida”, afirmación estrambótica que a muchos nos dejó patidifusos. ¿Reformista en su casa? De qué, ¿del cuarto de baño, del dormitorio, de las lámparas o de la cocina? ¿Reformista en su vida privada? Pero hombre, alma de cántaro, de las intimidades no se habla en público, y menos a voces.   

Henry Ford no figura entre los santos de mi devoción, pero eso no me impide reconocer que el inventor de las cadenas de producción alumbró reflexiones interesantes. Como ésta: “El hombre que se hace llamar a sí mismo reformista quiere destrozar las cosas. Es el tipo de hombre que rompe una camisa entera porque el botón del cuello no encaja en el ojal. A él nunca se le ocurriría agrandar el ojal”. Ahí es nada: agrandar el ojal pudiendo romper la camisa, pero qué cosas tan aburridas se les ocurren a los empresarios, así nunca llegaran a políticos ¡Con lo divertido que resulta hacer trizas una camisa!

A cuento de qué proclamarse campeón de las reformas, mejor dicho, de las reformitas. Sobre las aznaradas, eso constituye una nonada ampuloso. Por esto nada de particular tiene  que los socialistas  disfruten con la participación de Aznar en la campaña y tampoco es extraño que Sánchez se muestre encantado con que Casado se fortalezca internamente y sea el candidato del PP en las elecciones nacionales de 2023. Político sagaz y avisado, es muy consciente de que su panorama se representaría bastante más complicado si enfrente tuviera, no ya a otro candidato, sino a “la política más popular de España”, dardo también lanzado por Aznar que evidentemente lo clavó en la diana. 

-Con dos o tres intervenciones más, nos llevamos las elecciones –concluyó risueñamente mi amigo, hombre del aparato que maneja datos y estadísticas para tomar muy en cuenta. Yo no sé si las aznaradas darán para tanto, pero ayudar seguro que ayudan.

Y para aumentar el jolgorio, Aznar ha rectificado: resulta que no lo habíamos entendido: él apoya a Casado incondicionalmente.  Esto se parece a aquello del conductor que circulaba a toda pastilla por el carril contrario y  advirtió en los paneles un mensaje de alerta: “!Atención, atención! Un coche suicida avanza velozmente por el carril contrario”. Nada más leerlo, reaccionó indignado: “¿Un coche por el carril contrario? Estos de Tráfico no se enteran de nada, son tontos, ¡pero si son todos! Menos yo, todos vienen por la dirección contraria”.

Pues eso, que no le habíamos entendido, cuando la verdad es que esto no hay Dios que lo entienda: Aznar contra Casado, mi amigo socialista por Aznar y el resultado de las elecciones el Día de los Enamorados.