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Confianza

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El benemérito cuerpo de la Guardia Civil ha cumplido 176 años en este año 2020. Nuestra formación se basa en un principio muy sencillo desde los primeros años: cumplir y hacer cumplir la ley.

Los recientes sucesos en la Comandancia de Madrid y la Dirección General de la Guardia Civil han planteado muchas dudas para el personal «civil», quien no nos conoce por dentro. Las vacantes de «libre designación» tienen una especial responsabilidad. Los aspirantes a ellas han de reunir ciertos requisitos, conocimientos y especialización, además de lealtad a la ley y confianza de la autoridad que designa. Los temas a tratar por los agentes son de extrema sensibilidad, ya que la prestación de servicios en materias de seguridad, prevención e investigación a los ciudadanos atañen a derechos fundamentales.

Una de las especialidades de la Guardia Civil es Policía Judicial. Sus agentes siguen investigaciones, cuyos informes y relación es única y exclusiva con la autoridad judicial a cargo de las diligencias. Es en este caso cuando la estructura de mando se desplaza de la naturalidad del resto, como se ordenaba en una providencia hace años, respecto a agentes de la benemérita:

—...únicamente podrán informar de sus pesquisas y del resultado final de dicha investigación a este Juzgado, y nunca a sus superiores— firmaba el titular del Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska.

Los previsibles argumentos dados a la hora de efectuar un cese son de lo más simple: «A quien Dios se la da, Dios se la quita», se dice en coloquial. Y se fuman un puro. Se cumplirán dos años en verano del anterior cese de un alto mando: Coronel D. Manuel Sánchez Corbí, cuando era jefe de la Unidad Central Operativa (UCO), la élite de Policía Judicial. El ministro Marlaska fue el ejecutor de la orden de cese por pérdida de confianza. Olvidó las veces que Corbí participó en desarticular comandos de ETA, cuyo objetivo era asesinar al entonces juez. Ahora, integrado en un gobierno socialcomunista, se muestra tan «pichi», siendo un palmero más de los pactos con EH Bildu.

Sin embargo los ceses pueden esconder oscuras tramas. Es ahí, cuando el responsable de una investigación ve desaparecer la arena bajo sus pies y de algún compañero, a quien tildarán como «daño colateral» o «parte sana junto al cáncer a estirpar». Conocer y descubrir datos de algunos presuntos delitos, pueden ser determinantes para perder la confianza cuando los «Dioses» están implicados en ellos. Podrían ser algunos de los ejemplos a imaginar: no respetar la confidencialidad de la investigación judicial, abandonos flagrantes de servicios, dejando la labor de vigilancia de edificios oficiales y vender su honor por 50€ miserables al mes en gasolina o gasoil. ¿Y los compañeros de los cesados?

Unos caen al suelo para esconderse en el hueco de la silla al enterarse del tajazo. Aun vistiendo el mismo uniforme, se acomodan en el espacio reducido donde meten piernas, pescuezo y cabeza, entre una mesa y la casita más pequeña, inútil e inservible de las instituciones actuales. Ahí, en los duros momentos, pierden el sentido del honor, adquiriendo un ridículo que hará de su vida un continuo calvario. Llegará el día de explicar esos hechos a sus hijos, al igual que las medallas de la pechera. Resumiendo: falta de cojones.

Otros son valerosos compañeros que unen su «senda de lealtad» al honor para dar sentido a la vida. Siempre estarán al lado del compañero que cumpla con la ley. Sí, esa materia intangible por la cual dimos, damos y daremos nuestra vida al servicio de España. Eso nos diferencia de los politicuchos de medio pelo, cagalinderas escondidos bajo la mesa o cobijados en un agujero techado, de pequeñas proporciones y grandes indignidades con apariencia de casita.

La confianza se tiene y se pierde, no es una mercancía infinita sin fecha de caducidad. Precisa ser alimentada a diario en ambas direcciones, del superior al inferior y viceversa. Según parece el temor de Moncloa es proporcional a su indignidad. Si no tuvieran miedo a procesos judiciales, esa «necesidad de información» hubiera quedado abortada y huérfana antes de salir del palacete. ¿Qué han hecho mal?

De haber tomado medidas con anticipación necesarias, nos habríamos ahorrado ¿30.000 muertos? Nos han inundado a diario de datos y más datos estadísticos, muchos de ellos dudosos o falsos, cambiando la forma de conteo a conveniencia. Pusieron unos escudos humanos con uniforme, a quien una amplia mayoría de españoles quiere, respeta y valora. Después, cuando la curva empezaba a descender, sustituyeron a esas personas para intentar recoger un «éxito» en la desaparición del peligro. Ahora es momento de la Justicia.

El Coronel D. Diego Pérez de los Cobos se mostró como ha de ser un guardia civil: firme ante la adversidad y cumpliendo la ley. Las razones del cese siguen siendo peregrinas. Los tribunales tienen medios y recursos para aclarar todo eso: tengamos confianza, ellos valentía.