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Entre seres vivos

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Hace unos días trascendió la noticia de que un cocodrilo de grandes dimensiones se había comido a su cuidadora. Según cuentan la devoró con mucho gusto y placer. Naturalmente que la cosa carece de importancia al tratarse de un asunto entre seres vivos. Simple cuestión de la cadena alimenticia.

A día de hoy yo me considero un ser vivo, pero maldita la gracia que me hace tener que ser amable con una leona hambrienta con tal de evitar ser engullido a las primeras de cambio. Ahora mismo la galantería con otro ser vivo en versión femenina no es algo que esté bien visto, ni siquiera en el reino animal. Han cambiado tanto las cosas y en tan poco tiempo que uno teme caer en desgracia con eso de la caballerosidad y el donaire

No es tan fácil la convivencia entre seres vivos. Primero hay que conseguir la plena integración, cosa que se me antoja de mucha paciencia. El otro día me crucé en el rellano de la escalera con un rodaballo intimando con una merluza de pincho y me miraron en tono amenazante. Por eso digo que la cosa no resulta fácil. Conviene tener mucho cuidado a la hora de faltar el respeto a una ostra o a una almeja. Abrirla y dejarla a merced del comensal va a estar muy castigado. El Gobierno actual a través de su Ministerio de Seres Vivos tiene preparada una ley de protección animal que cierra todas las puertas. Lo único que queda al margen son las hortalizas en todas sus variedades. 

Lo de ser vivo humano me temo que nos va a traer consecuencias desagradables. Adiós al jamón ibérico, a las chuletas de cordero, al bocadillo de calamares, a los espetos de sardinas e incluso a los huevos fritos con morcilla de Burgos. A cambio seremos ofrecidos como menú del día a cuantas especies depredadoras y venenosas nos rodean. Es la única manera de equilibrar el ecosistema y evitar que tanta fauna se extinga. Nosotros, los seres vivos humanos, hemos llegado a ser masa para cualquier cosa.

Resultamos molestos, caros de mantener y tenemos la culpa del déficit de la Seguridad Social. Como afirmó Ortega y Gasset: “Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Las salas de los médicos, llenos de enfermos. Las playas, llenas de bañistas…..”. Y he aquí que el problema no es otro que el de encontrar sitio. Y resulta que no lo hay.  

Los animalistas se multiplican a idéntico ritmo que lo hacen cada una de las especies que habitan el planeta. Claro que esta nueva filosofía de cuidar, mimar y proteger a cualquier compadre del reino animal ya me gustaría que plantara cara en China, lugar por excelencia en el ámbito de la entomofagia. Platos como la cucaracha frita pueden llamar poderosamente la atención de un país que garantiza una producción anual de 6.000 millones de ejemplares en ‘granjas’ especiales. Otras opciones que se pueden degustar de manera habitual son el plato de saltamontes o lo que sería el mayor de los lujos, la araña negra. Y mientras tanto ¿qué hacen los animalistas en favor de  todas estas especies? Pues nada, de nada.

Aquí en España el amor tan desmesurado por los animales, -da igual una perdiz que una lombriz-, toma clara ventaja respecto a los seres vivos humanos. Al paso que vamos las especies devoradoras adultas gozaran de residencias de la tercera edad mientras que los seres vivos humanos les serviremos de alimento diario. Y así hasta que el reino animal se haga con el poder hegemónico del planeta  y nosotros desaparezcamos como género terrenal. 

La cosa se está poniendo muy fea. Ahora mismo las anguilas del Támesis están hiperactivas porque Londres consume tanta cocaína que ha aumentado de manera considerable la contaminación del famoso río londinense. No lo digo yo, lo he leído en el periódico británico The Independent recogiendo un estudio reciente en donde se cita que los niveles de droga en las aguas residuales son tan altos que las anguilas están de cocaína hasta las branquias. Verán ustedes que hoy en día lo de la igualdad entre seres vivos ya forma parte de nuestro destino.  

A todo esto mi perro se ha venido arriba con este artículo. Me mira diferente, como si tuviera hambre. Le digo que entre seres vivos no hay que tomarse las cosas tan al pie de la letra. En fin, creo que hoy me he metido en un buen jardín.