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Realismo japonés contemporáneo: el verismo de Extremo Oriente

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El “Verismo” es, con referencia a la Ópera de finales del siglo XIX y principios del XX un término que podía calificarse de post-romántico en Italia, y en los que compositores como Ruggero Leoncavallo o Giacomo Puccini defendían el Naturalismo de escritores como Emile Zola o Henrik Ibsen. Este movimiento se distinguió del Realismo –éste algunas veces sórdido y violento– de la vida cotidiana de la época, especialmente en las clases populares, y rechazando tramas románticas o referentes a la mitología.

Tal introducción puede perfectamente aplicarse a la obra pictórica que gracias al Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) puede ser contemplada desde mediados de septiembre hasta principios de diciembre.

'Realismo Japonés Contemporáneo' es una muestra que reúne las 60 obras más destacadas del fondo permanente del Hoki Museum de Tokio, el primer museo en Japón dedicado exclusivamente a la pintura realista actual, y que cuenta con la participación de 14 pintores japoneses de gran prestigio.

El impacto visual de la muestra es evidente desde la puerta de la entrada. Cargada de contrastes argumentales que configuran un universo peculiar, extraño pero irresistible; sorprendente y no exento de cierto atractivo morboso, que en absoluto desmerece la obra, y todo ello envuelto en un misterioso lirismo, donde como en los versos de Lamartine: ”Donde la muerte entona la primera y solmene nota”.

Todos los pintores presentes en la exposición demuestran un gran dominio técnico e inquietud temática, pues no hay una estricta especialización en los mismos, sino que saben desarrollar una trayectoria pictórica cargada de estudio y experimentación, obteniendo como resultado una excelente factura y una magnifica y extraordinaria obra.

Sirvan como ejemplo los admirables y frondosos bosques de Fumihiko Gomi, donde el árbol es el protagonista: 'An ancient King speaks', no el entorno, de pincelada minuciosa y exquisita, con una elaborada y meticulosa gama cromática de verdes, y en los que el juego lumínico puede calificarse de magistral, invitan al espectador a desplazarse mentalmente de los grafismos o dibujos tradicionales japoneses, o de la obra de Hokusai, para adentrarse en una Naturaleza muy cercana, de un país muy lejano, que rinde culto a los primeros elementos que habitaron la Biosfera.

En divergencia absoluta y radical, los desnudos femeninos, con especial incidencia con los de Nobuyuki Shimamura donde si bien hay sensualidad, formas equilibradas, cuerpos sinuosos de medidas perfectas, los rostros de las féminas son distantes, inexpresivos de una compleja vida interior, donde la comprensión no existe. El erotismo es apenas un roce. Almas desnudas ante la vida como símbolo de la indefensión humana.

Con referencia a la naturaleza muerta, el lirismo neutro, sobrio y elegante de Fumihiko Gomi y sus Red flowers, de placidez infinita, pero a la vez con esa mosca que da a entender lo efímero de la vida de las flores… y la mortal, contrasta con Toshiro Aoki y su Lemon Confiture, Peony and Underglaze Blue Porcelain, una pieza que claramente nos traslada al bodegón más clásico, de carácter centro-europeo, pero desde una óptica oriental, aunque el entorno no lo parezca y pueda ser fácilmente confundido. Si la gama cromática es excepcional, si el culto a los detalles es extremo, el juego lumínico imprime belleza sosegada a través de unos elementos como los libros, alimentos y objetos de porcelana. Un conjunto que discrepa estéticamente en cuanto a temática de naturalezas muertas, pero que en antítesis la dota de una “still Life”, con esencia humana.

Evidentemente, la exposición cuenta con otros artistas, y otras obras destacables, que en absoluto queremos dejar de mencionar: Hiroshi Noda, Tadahiko Nakayama, Osamu Obi de quien sorprende la concepción estética y temática de: 'A Portrait of Weathering', una Naturaleza muerta, que conmociona profundamente, al implicar un canto vital de la evolución humana y un grito de alarma hacia dónde nos conduce la misma: la esterilidad y el deterioro. El simbolismo de la obra es explicito y no deja indiferencias, al igual que Kenichiro Isiguro, con una crítica implacable a la industrialización, sus estructuras y el camino hacia un mundo contaminado, manipulado, excesivamente uniformado y plagado de máscaras antigás, para sobrevivir más que vivir, a pesar de la esperanza en las mujeres jóvenes.

En conjunto, una muestra excepcional, y que ha sido posible no sólo por mediación del MEAM, y a esta excelente iniciativa de intercambio con el Museo HOKI, inaugurado en 2010 gracias a Masao Hoki, coleccionista e incondicional de Realismo Contemporáneo, que ha podido ver su sueño de contemplar el primer museo en Japón dedicado exclusivamente a la pintura realista, una edificación arquitectónicamente atrevida e innovadora, que invita a entrar en el mismo, y que se abre también a nuevos talentos; casi la mitad de sus cuadros pertenecen a jóvenes pintores, actualmente en activo.