Emprender no es una moda. Es una forma de estar en el mundo. Una actitud vital con la que levantarse cada mañana sin certezas, sin blindajes, con más dudas que seguridades, pero con la firme convicción de que merece la pena construir, transformar y sostener el futuro desde el trabajo diario. Es, en definitiva, apostar por un proyecto que va más allá del beneficio personal: una empresa es también una comunidad, un empleo, una vocación y, sobre todo, una responsabilidad.

Como presidenta de CEPYME Aragón, tengo el privilegio de conocer de cerca las historias reales que componen nuestro tejido económico. Historias que no suelen ocupar titulares ni son tendencia, pero que laten en cada calle, en cada polígono, en cada pueblo de Aragón. Son las pequeñas y medianas empresas, los autónomos y las asociaciones quienes mantienen viva la economía real, la que no especula, la que arriesga y la que genera valor con mayúsculas.

En la reciente gala de los Premios ZEPYME 2025, lo dijimos alto y claro: detrás de cada pyme hay una historia de esfuerzo, de reinvención constante, de decisiones difíciles y de una generosidad que pocas veces se reconoce. Por eso estos premios no son solo una celebración, sino también un acto de reivindicación. Porque dignificar la figura del empresario es una tarea urgente, no solo para nosotros, sino para toda la sociedad.

Con demasiada frecuencia, quienes emprendemos somos objeto de juicios simplistas, cuando no directamente de desconfianza. Se nos mira como privilegiados, cuando en realidad lo que hacemos es sostener estructuras en tiempos cada vez más inciertos. Ser empresari@ no es acumular. Es aguantar, asumir costes laborales cuando todo sube, innovar en contextos inestables, aceptar el coste emocional y económico de cada decisión.

Aragón

Nuestro territorio, Aragón, cuenta con un ecosistema empresarial extraordinariamente comprometido. Más del 99% de nuestras empresas son pequeñas o medianas. Somos la base, el armazón que permite que las cosas funcionen: en la ciudad y en el medio rural, en los sectores tradicionales y en los emergentes. Pero no basta con existir. Las pymes necesitamos crecer, consolidarnos, prepararnos para lo que viene. Y para eso, necesitamos algo tan básico como condiciones adecuadas: seguridad jurídica, estabilidad normativa, un entorno fiscal equilibrado y políticas que nos acompañen, no que nos asfixien.

En estos últimos tiempos hemos vivido cambios legislativos constantes, medidas con escaso o incluso nulo diálogo previo y una creciente presión fiscal. Lo repito: no pedimos privilegios. Pedimos equilibrio. Queremos contribuir, claro que sí, pero también respirar. No podemos continuar nadando en una marea normativa que se transforma cada pocos meses. La pyme necesita certidumbre, no una carrera de obstáculos.

Uno de los retos más graves que enfrentamos es el del relevo generacional. Miles de empresas están en riesgo de desaparecer porque sus fundadores no encuentran a quién pasar el testigo. No hablamos solo de economía. Hablamos de cultura empresarial, de conocimiento acumulado, de arraigo territorial. Si no se apoya esta transición, perderemos mucho más que negocios. Perderemos identidad.

Desde CEPYME Aragón llevamos años alertando de esta situación. Y seguiremos haciéndolo, porque el tiempo corre. Pero también porque estamos convencidos de que hay soluciones si existe voluntad política y sensibilidad institucional. Necesitamos medidas concretas, incentivos reales y una narrativa pública que invite a los jóvenes a ver en el emprendimiento una oportunidad, no una condena.

Aragón vive un momento estratégico. Nunca habíamos visto un flujo de inversión tan relevante como el que se está produciendo ahora. Pero eso implica, también, una enorme responsabilidad. Debemos estar preparados para canalizar esa inversión hacia un desarrollo sostenible y equilibrado, donde las pymes no sean meras observadoras, sino protagonistas.

Y para lograrlo, no podemos permitirnos seguir trabajando por inercia. Necesitamos abrirnos a la transformación digital, a la inteligencia artificial, a la sostenibilidad. Las nuevas tecnologías no deben ser un lujo, sino una palanca al alcance de todos. Pero para que eso ocurra, hace falta acompañamiento, financiación, formación y confianza. Porque talento hay, y compromiso también. Lo que nos falta, muchas veces, es apoyo efectivo.

Tampoco debemos olvidar el papel de nuestras asociaciones empresariales. Son el alma estructural de CEPYME Aragón, el tejido invisible que permite que nuestras empresas se sostengan unas a otras. En cada sector, en cada comarca, en cada rincón, hay una asociación que escucha, que orienta, que representa. Sin ellas, nuestro trabajo sería inviable. Por eso este año hemos querido darles el lugar que merecen en nuestros premios: porque son historia, presente y futuro de nuestra organización.

Otro frente fundamental

Y no quiero dejar de mencionar otro frente fundamental: el liderazgo femenino. Las mujeres empresarias seguimos rompiendo inercias, promoviendo redes de apoyo, abriendo camino donde antes había muros. No pedimos cuotas simbólicas. Queremos normalidad. Queremos que el liderazgo femenino deje de ser una excepción y pase a ser, simplemente, una posibilidad más.

Hoy, como presidenta de CEPYME Aragón y Vicepresidenta de CEPYME nacional, puedo afirmar con orgullo que nuestra comunidad está más presente que nunca en los espacios de decisión. La reciente elección de Ángela de Miguel como presidenta de CEPYME nacional, y la incorporación de representantes aragoneses a su ejecutiva, refuerzan nuestra voz y nuestra singularidad. Pero también nos exige más compromiso, más propuestas, más trabajo conjunto.

Porque si algo nos define a los empresarios y empresarias de esta tierra es que no sabemos rendirnos. Nos reinventamos. Persistimos. Y seguimos adelante, incluso cuando todo empuja en contra.

Por eso lo diré cuántas veces haga falta: a pesar de nuestro tamaño, somos gigantes en compromiso con nuestra sociedad .