Tenía 14 años, en una mano el bocadillo del almuerzo y en otra la pelota de fútbol para bajar al recreo del colegio. Ya en el patio me acerqué a unos chavales algo alborotados que habían montado un corrillo al lado de la portería.

Uno de los muchachos llevaba la voz cantante: “¿Os habéis enterado?, ¡tuvieron que cortar el programa en directo!”. Gritos de sorpresa y risas se mezclaban en la conversación. Yo no sabía ni por dónde me daba el aire, como muchos de los que allí estaban, pero me hacía el enterado mientras daba el primer bocado al almuerzo.

Menos mal que llegó otro compañero para poner luz en el asunto. El muchacho cogió la pelota y, mientras daba toques con una media sonrisa en la cara, nos contó lo ocurrido: “Yo no lo he visto pero mi primo tiene grabado el programa…”.

Todos los ojos fueron a su persona. El zagal cogió aire y arrancó: “Resulta que Ricky Martín fue a “Sorpresa, Sorpresa” y se escondió en un armario para dar una sorpresa a una chica. Ella entró en la habitación con su perro y un bote de mermelada…”. El resto ya lo sabéis.

Otro de los asistentes afirmó haberlo visto en primera persona pero nadie le creyó. El corrillo se disolvió para dar comienzo al partidillo de fútbol y el día discurrió con total normalidad.

La historia no os resultará extraña, cada uno la vivió a su manera pero nadie en España olvidará el bulo sobre Ricky Martín en el programa “Sorpresa, Sorpresa”.

Fiscalía de Menores intervino, la policía se hizo con una copia del programa, la discográfica del artista emitió un comunicado negando los hechos y Concha Velasco dijo que todo era mentira. No había nada.

A pesar de ello, hubo gente que continuó afirmando que la leyenda urbana era cierta y conocían a alguien que a su vez conocía a otro alguien que lo había visto.

Hoy la difusión de bulos, fake news o posverdades es mucho más sencilla; las redes sociales e internet hacen correr una mecha, en ocasiones, encendida por los intereses de algunos medios de comunicación que hace imposible su extinción.

En estos días leo y escucho cómo, gracias a unos trabajadores anónimos, podemos conocer que, hace cinco años, un exministro destrozó una suite de un parador de Teruel al organizar una orgía con drogas y prostitutas.

El medio que lanza la bomba informativa recibe importantes cantidades de dinero de las administraciones que gobierna el partido de la oposición pero ese dato no afecta en nada a la gente que ha decidido creer la historia a pies juntillas.

Los planteamientos conspiranoicos comienzan. El hecho de que un altercado de tal magnitud haya ocurrido hace cinco años en Teruel y no haya sido conocido por ningún otro vecino de la localidad es debido a que el poder quiere acallar la noticia.

Afortunadamente para algunos, el poder no lo puede todo y la suerte está del lado de la ciudadanía. El olfato periodístico y la valentía de unos pocos ha permitido que sólo un único medio de comunicación haya contactado con los supuestos trabajadores para sacar la “verdad” a la luz.

No existen denuncias, atestados, ni testigos oficiales. Da igual.

El director del Parador acude al Senado para dar explicaciones y niega los hechos, el exministro implicado niega la información publicada, y la ministra a la que acusan de ser conocedora y encubridora de los hechos también lo desmiente. No importa.

Por su parte, PP y VOX deciden agarrarse a la historia como a un clavo ardiendo para atacar al Gobierno y los perfiles anónimos de las redes sociales comienzan a realizar su labor ensañándose e insultando a los implicados.

La acusación no aporta ninguna prueba de que los hechos sean ciertos y a su vez exigen a la contraparte lo que en Derecho se denomina una prueba diabólica: acreditar, probar y demostrar un hecho que no existió.

Mientras tanto, Feijoó asiste a un programa de televisión nacional y afirma sin titubeos que se han tenido que enterar del asunto por el informe de la UCO. El director del medio que dio la noticia, comparte plató con el líder del PP, y niega la mayor a la vez que afirma orgulloso que la información del parador salió a la luz gracias a su periódico. Feijoo, erre que erre, mantiene que al menos la cuestión ya está en el sumario que se sigue contra el exministro. El periodista tiene que volver a corregirle porque lo dicho no es cierto.

Por el camino ríos de machismo por las redes sociales poniendo en duda los méritos de una mujer para estar en su puesto y silencio absoluto de por qué el todavía líder del PP no es capaz de saber ni cuáles son sus fuentes de información.

Lo relevante ya no es que pasó, lo importante es que la maquinaria ha echado a andar y la historia tiene el morbo suficiente para que haya gente que la compre sin necesidad de contrastar ni un solo dato.

Estamos en la era de la posverdad y para algunos lo importante no es la realidad sino lo que la gente pueda o quiera creer. Cruzar datos reales con otros ficticios que sirvan para dar apariencia de verosimilitud a una historia.

No es nada nuevo; mentir que algo queda.