Recreación de la cuerda floja por la que discurre el científico que pone en valor la parapsicología.

Recreación de la cuerda floja por la que discurre el científico que pone en valor la parapsicología.

Educación CIENCIA

La defensa de la parapsicología "seria" que hace este investigador del CSIC de Alicante: "Es ciencia"

Consciente de lo denostada que está por los "comerciantes de misterios", Álex Gómez-Marín recuerda que está reconocida por la UNESCO. 

19 agosto, 2023 06:20
Alicante

En el capítulo de hoy de la sección 'En los márgenes de la consciencia', el físico teórico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alex Gómez-Marín (Barcelona, 1981) vuelve a romper una lanza por un campo tan cuestionado como es el de la parapsicología. Estos son los motivos que aporta el director del laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante en esta entrevista. 

La parapsicología, ¿cómo la definirías? 

Aunque esté en el imaginario de muchos, la parapsicología no es el estudio de fantasmas en casas abandonadas de madrugada con unos colegas. La parapsicología es una ciencia y se ocupa de los fenómenos anómalos de la mente, yendo “más allá” de los procesos cognitivos ordinarios pero quedándose en el “más acá” de nuestra vida mental. Es decir, es un término práctico que caracteriza una zona de investigación a menudo innominada entre lo normal y lo patológico. Yo lo veo como el estudio científico de lo supernormal. 

Su etimología ofrece algo de luz: el prefijo “para” significa “junto a”, “al margen de”, o incluso “contra” — como en las palabras paradigma, paralímpico, paramagnético, parafarmacia, paramilitar, or parasimpático. Dicho de otro modo, el parapsicólogo estudia seria y sistemáticamente (aparentes) anomalías de comportamiento, consciencia y cognición que tienen lugar “junto a”, “al margen de” o en (aparente) contradicción con la visión de la realidad ofrecida por el (aparente) sentido común o la ciencia establecida. Es decir, fenómenos que son anómalos no sólo porque no tienen explicación sino porque parece que no puedan tenerla. Pero esto no significa que no existan, sino precisamente que hay que investigarlos más a fondo, lo cual no debería ser un fastidio sino un acicate para la ciencia.

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La palabra “anomalía” es clave, pues lo que está en juego es la (aparente) recepción y emisión anómala de información entre mentes y entre mente y materia, como la percepción extrasensorial o la precognición. Todo se resume parafraseando la letra de la canción más famosa de David Bisbal: “Anomalía, ¿cuándo serás mía? Si te entendiera, todo cambiaría.”

Has reconocido lo denostada que está esta palabra, entiendo por aquellos que han abusado de ella. ¿Supone esto el 99% de la parapsicología para ti?

Las parapsicólogas de verdad son como las meigas: la mayoría de la gente no cree en ellas, pero haberlas, haylas. Sin embargo, entre los “inquisidores de criterios” y los “comerciantes de misterios” la ciencia de lo anómalo apenas tiene espacio para respirar. Se cae tan fácilmente en el fundamentalismo: unos dicen que “todo es mentira” (esa es su única verdad) y otros que “todo vale” (excepto que les cuestionen su chiringuito). A unos les sobran los tornillos que los otros han perdido. Es una tragicomedia entre vende-humos y apaga-fuegos, entre el fraude risible de los del “sí” y el dogmatismo gruñón de los del “no”. 

La “parapsicología de entretenimiento” ha permitido que se hable de estos temas con mayor libertad (lo cual considero un avance), pero también ha hecho un flaco favor a los que queremos estudiarlos en serio.

Una forma elocuente y aguda de describir la situación es apuntar, como dice el investigador y escritor Manuel Carballal, que hay demasiados “parasitólogos”, es decir, gente que vive instalada en el discurso superficial del misterio parasitando a la parapsicología. A pesar de su sana curiosidad, el objetivo principal consiste en generar atención e ingresos. La “parapsicología de entretenimiento” ha permitido que se hable de estos temas con mayor libertad (lo cual considero un avance), pero también ha hecho un flaco favor a los que queremos estudiarlos en serio, pues no es lo mismo el comentario sensacionalista de un tertuliano sobre una supuesta foto de móvil borrosa de la oreja del monstruo del lago Ness, que un estudio complejo y controlado de visión remota en condiciones de laboratorio por un equipo multidisciplinar llevado a cabo durante años. Como dice el refrán, cuando se trata de entretenimiento a menudo entretengo y miento… Algo parecido sucede también en el negocio del desenmascaramiento. 

¿A qué te refieres?

A parte de los “parasitólogos”, luego están lo que yo llamo “paragritólogos”. Estos básicamente se pasan el día gritando “¡pseudociencia!”, “¡blasfemia!", “¡oscurantismo!”. Lo hacen normalmente desde el sillón de su casa y a través de las redes sociales. Amedrentar así al personal es cómodo y barato. Parece que poco trabajo de campo llevan a sus espaldas, y no suelen citar los muchos artículos científicos revisados por pares y publicados en revistas especializadas que contradicen su mantra negacionista. ¿Los habrán leído?

Su trabajo consiste principalmente en ir a la contra. Denuncian pero no anuncian casi nada. Imponen pero poco proponen. Si te interesan las anomalías, van a por ti. Su método no es el científico, sino el del oprobio. Prefieren pisar a las personas que los laboratorios. Adulteran el discurso del método Cartesiano, pues su método es precisamente el discurso. Consignas, panfletos y pensamiento en manada. Los “ultras” de la razón se vuelven poco razonables, incluso irracionales. 

Entiendo que no soporten a los farsantes de lo paranormal (yo tampoco), pero de nuevo hacen un flaco favor a los que queremos estudiar estas cuestiones con la templanza, la paciencia, y el rigor que la ciencia requiere. Con tanto grito uno no puede concentrarse en la investigación, incluso no se puede ni decir en público que te interesa el tema (yo me arriesgo cada sábado aquí cuando lo hago), y ya no digamos conseguir financiación pública para estudiar “los márgenes de la consciencia”. Además, es curioso que se metan, por ejemplo, con el acupuntor de pueblo pero no digan ni pío sobre las grandes farmacéuticas. Amparados, promovidos quizás, por una suerte de lobbies político-mediáticos, su trabajo es más ideológico que lógico.

En resumen, y volviendo a tu pregunta anterior, los pocos parapsicólogos que existen se encuentran entre la espada de los “paragritólogos” y la pared de los “parasitólogos”. Son como hormigas tratando de sobrevivir entre los saltamontes del misterio y los Pepito grillos del vilipendio. A unos se les llena la boca, a otros los bolsillos, pero ambos andan con las manos vacías. Les damos las gracias por hacer que se hable y por hacer callar. Y ahora que nos dejen trabajar.

Entonces, si yo te pregunto, la parapsicología ¿es ciencia o no es ciencia?

Fíjate que el término “parapsicología científica” suena a pleonasmo (como “madrugar temprano”) pero también a oxímoron (como “copia original”). Yo sostengo que es una ciencia de hecho y por derecho. Sin embargo, por razones complejas (empíricas y conceptuales, pero también históricas y sociológicas), a menudo se la calumnia como “pseudociencia”. Quizás sea más bien una “protociencia”. Queda tanto por hacer…

Aunque sea una palabra fea, maltratada, y difamada, es importante remarcar que la parapsicología está reconocida por la UNESCO con su nomenclatura internacional para los campos de Ciencia y Tecnología con el código 6110. Además, la “Parapsychological Association”, asociación internacional de psicólogos profesionales está afiliada a la prestigiosa Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, donde encontramos revistas tan glamorosas como Science. 

No sólo defiendo la posibilidad del estudio científico de las anomalías metapsíquicas, sino el derecho, y me atrevo a decir, la necesidad de hacerlo.

Ya lo hemos hablado en anteriores entrevistas, y no me canso de repetirlo: si se utiliza “el método” científico, es ciencia. Si no, no. Da igual el tema que se investigue. Lo importante es hacerlo bien. Déjame que añada algo de perogrullo: científicos los hay buenos y peores, como los abogados, los camareros, o los fontaneros. Reflexionemos: ¿no abrimos el grifo porque no sale agua, o no sale agua porque no abrimos el grifo? Los que no crean en nada que no pueda demostrarse en el laboratorio (so pena de cientificismo) que dejen que se investiguen estos fenómenos en el laboratorio. Suena obvio pero no lo es. Luego habrá que ver qué había detrás, cuántas de esas anomalías se vuelven más normales, cuántas persisten como indomables, y si hay grandes sorpresas. Si no lo investigamos no lo podemos saber. Por lo tanto, no sólo defiendo la posibilidad del estudio científico de las anomalías metapsíquicas sino el derecho, y me atrevo a decir, la necesidad de hacerlo.

A pesar de las toneladas de paja (mediática y académica), hay que ir al grano y buscar ese 1% para estudiarlo racionalmente. Pero, para no violar el espíritu científico, la investigación debe suceder antes que el juicio, pues la negación es una aseveración que requiere también de pruebas. Es imprudente “tirar al bebé junto con el agua de baño”, es decir, desechar lo valioso al deshacerse apresuradamente de lo innecesario. Además, hablando de agua, ¡hay que mojarse! Uno no encuentra pepitas de oro en el Misisipi sentadito mirando desde la orilla.

Hablabas de los parapsicólogos honestos, también en España hay, ¿qué historia tienen? 

Es una historia fascinante, convulsa, y olvidada. Si me permites, emplazo a quien quiera saber más, o simplemente algo de ella, a que le eche un ojo al último libro de Manuel Carballal, titulado “Investigación PSI: Una historia de la parapsicología científica y universitaria en España”. Es su visión del tortuoso camino de la parapsicología en nuestro país durante los últimos cincuenta años. Un viaje de casi setecientas páginas donde encontramos figuras fundacionales como el Padre Pilón, sabios como Alfredo Bonavida, y donde se rescata del olvido a un considerable número de gente seria que ha escudriñado el fenómeno, así como denuncias de célebres casos fraudulentos. Es bueno saber que todo esto ha existido (y existe) en nuestro país (y fuera de él). Así seremos más conscientes de dónde venimos, dónde estamos, y adónde queremos ir. Abogo por una parapsicología científica “made in Spain”.

Si la parapsicología es ciencia, la ciencia son hechos. ¿Qué hechos demostrables han contribuido a aclarar la parapsicología?

Esta es probablemente la pregunta más importante de toda la entrevista desde el punto de vista estrictamente científico. Si te parece la dejamos para la siguiente entrega, pues hay mucho que contar, y preferiría hacerlo minuciosamente.

Déjame acabar con una invitación a modo de manifiesto: tanto si eres científico como si no lo eres, y especialmente si eres escéptico de verdad, pongámonos en contacto y trabajemos juntos. Aunque seamos minoría, no estamos solos. Dejemos nuestras guerras de guerrillas. Lleguemos a acuerdos, aún estando en la cuerda floja. Bajemos el volumen de la divulgación barata y de la dogmática, y trabajemos para culturizar a los demás y a nosotros mismos. Busquemos, constatemos, y experimentemos. La aventura del conocimiento es difícil pero maravillosa.