Margarita junto a su colección de belenes.

Margarita junto a su colección de belenes.

Cultura

Margarita (68) enseña su colección de belenes del mundo entero desde Alicante: "Es mi forma de conocer cada país"

De San Francisco de Asís a los mercados de Bolivia o paisajes de Kenia, persigue la pista de una tradición que cambia de forma pero nunca de sentido.

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Alicante
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A quien trae de vuelta a casa un imán del lugar visitado tras un viaje, y quien opta por llevarse un belén, como Margarita.

"En mi casa siempre se ha puesto Belén", dice Margarita con una sonrisa que mezcla orgullo y ternura. Tiene 68 años, está jubilada y ha convertido su pasión navideña en una verdadera crónica viva de los lugares que ha pisado.

Su colección de belenes, expuesta este año hasta el 13 de diciembre en El Racó de la hoguera La Cerámica, en Alicante, no solo decora vitrinas: cuenta historias de viajes, de familia y de tiempo.

Lo suyo empezó como una costumbre familiar y se convirtió en una forma de mirar el mundo. "Cuando iba a un país me llamaban la atención los belenes, como a otros las cucharillas. Yo buscaba belenes".

Y vaya si encontró. En Rusia, Egipto, Jordania, México, Bolivia, Suiza… Cada pieza distinta, cada una hecha con los materiales típicos del lugar: madera, barro, piedra o textiles. "Me gusta traerme un poquito de arte y de tradición de cada país", explica mientras sostiene uno tallado por niños del poblado nubio del Nilo.

De algunos recuerda hasta el lugar exacto: aquel Belén copto comprado en Egipto, cerca del pasadizo donde, según la tradición, descansó la Sagrada Familia. "Era muy chocante —dice—, porque su Sagrada Familia tiene hasta criada. Para ellos el concepto se amplía". Otros son historias de azar: "El de Rusia lo encontré en la tienda de un hotel". Y sonríe al recordarlo.

Su casa, en Alicante, guarda decenas de piezas, pero también una tradición íntima: "Cada Nochebuena, cada persona que viene a cenar coloca una figura en el Belén".

Así, año tras año, se suma una figurita nueva por cada nacimiento, cada visita, cada historia. "Mi hija siempre coloca en mi Belén un caganer escondido porque sabe que yo no lo pongo", cuenta, entre divertida y resignada.

Otro nieto añade a Wally. Los animales aparecen y desaparecen misteriosamente: "Cuando quito el Belén, siempre me encuentro alguno escondido en la arena", recuerda entre risas.

Margarita no se limita a mirar vitrinas: viaja, busca, pregunta, investiga. De la ciudad de Asís a los mercados de Bolivia o paisajes de Kenia, persigue la pista de una tradición que cambia de forma pero nunca de sentido.

"El Belén es mucho más que el portal", dice, mientras observa uno con admiración. Y es que en sus manos, el Belén deja de ser una escena inmutable para convertirse en un mapa emocional del mundo.