Tamara Falcó, en su reaparición tras la ruptura con su prometido.

Tamara Falcó, en su reaparición tras la ruptura con su prometido.

LA TRIBUNA

Así se hace una revolución, Tamara

Tamara Falcó es un modelo aspiracional en medio de esta sociedad que piensa que trabajar es un tedio que hay que sobrellevar bajo la ley del mínimo esfuerzo.

29 septiembre, 2022 02:58

Tamara Falcó debería ser Premio Nobel entre tanto estúpido y tener una estatua a la templanza por habernos hecho conservar algo de fe en la posibilidad de que todavía no sea tarde para este siglo XXI.

Tamara Falcó sentenciando su relación con Íñigo Onieva.

Tamara Falcó sentenciando su relación con Íñigo Onieva. Gtres

Ella, con su dolor a cuestas y sin aspavientos. Ella, de luto y sin muerto, marquesa sin marqués, novia de blanco roto. Cada vez me he vuelto más aficionado a las verdades elementales de Tamara Falcó, que son las que no se estilan en esta sociedad ecofeminista y veganosinsal.

Estos restos de la cultura occidental donde una vicepresidenta del Gobierno te habla de la España que quiere como si España fuese un cupcake con purpurina, ni siquiera una magdalena. Estos restos de Grecia y Roma donde naufragamos los demás.

Las verdades de Tamara Falcó (a la que todo el mundo tiene por pija de remate y por tanto por superficial) son justo lo que hay debajo de la hipodermis, ese lugar donde empieza la trascendencia y se encarna el hueso. Por eso son pocos los que lo entienden y muchos los que prefieren ridiculizarla en mitad de este siglo falto de luces. 

"Escribo de Tamara por revolucionaria, porque el martes por la noche se plantó delante de los periodistas con el aplomo de un torero más que de un animal con cuernos"

No se tolera el dolor. Desde hace dos décadas se esconde con vergüenza entre la gente o se explota para llegar a final de mes, pero pocos lo llevan con dignidad y con pudor. Este es el sino de nuestro tiempo.

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Escribo de Tamara por revolucionaria, porque no le ha hecho falta sacarse un pecho, porque el martes por la noche se plantó delante de los periodistas con la templanza y el aplomo de un torero más que de un animal con cuernos.

Y España debe sacarla a hombros por tanta ejemplaridad. Abrir la puerta más grande por no ir a llorarle a los demás en este instante donde todos quieren ser víctimas, como antes querían ser futbolistas. La fama a cualquier precio. De un plumazo ha demostrado a todo el Ministerio de Igualdad que las culpas no son colectivas.

De la Falcó uno no sabría decir por qué es famosa exactamente. Tal vez por ser hija de la eterna musa de porcelana china Isabel Preysler, hijastra de Julio Iglesias, marquesa de Griñón, por salir en El hormiguero… por todas ellas al mismo tiempo.

Pero Tamara Falcó es contracultura. Tamara es una revolución. Católica evangelizadora ante un ateísmo galopante, mujer empoderada entre un feminismo blandengue, pija de profesión cuando todo el mundo lo que quiere es ser CEO, CTO, máster por Harvard, cofundador de algo, de lo que sea que le llene la autoestima más que el currículum.

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Yo llego tarde al personaje, lo sé, pero también uno llega tarde a leer siempre el Eclesiastés o a ver la filmografía completa de Orson Welles. Se llega tarde a muchos sitios, lo importante es no pasarlos de largo.

A Tamara llego con mis respetos. Y es que cómo pasarla por alto si defiende ideas que ya nadie dice cuando los periodistas le preguntan que hace en un evento en el Teatro Real con mucha sorpresa y revuelo mientras la imaginaban en casa llorando las penas: "El trabajo, para mí, es un pilar fundamental". Y nadie se fijó en esas palabras, porque todos estaban más pendientes de ver qué había sido del ex y de si le sacaban alguna lágrima, algún drama que vender al por mayor. 

Tamara Falcó es un modelo aspiracional en medio de esta sociedad que piensa que trabajar es un tedio que hay que sobrellevar bajo la ley del mínimo esfuerzo.

Así se hace una revolución.

*** Guillermo Garabito es periodista.

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