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LA TRIBUNA

En los 35 años de la unión de España y Portugal a la CEE

Pasados siete lustros de la adhesión de España y Portugal a la UE, los autores piden cohesión y entusiasmo como en 1985 para superar estos tiempos de dificultad.

Carlos Uriarte Sánchez José Ribeiro e Castro
30 junio, 2020 02:20

España y Portugal firmaron el 12 de junio de 1985 el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas, celebrando ese mismo día dos ceremonias: una, por la mañana, en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa y la segunda, por la tarde, en el Palacio Real de Madrid.

Nuestros dos países se convirtieron en parte del proyecto político más extraordinario de la segunda mitad del siglo XX. Para España y Portugal esta adhesión se confunde con la democracia; pertenecer a la entonces CEE no sería posible sin democracia; y la democracia sería muy frágil, y quizás incierta, sin la adhesión.

La revolución de 1974 en Portugal allanó el camino para las elecciones constituyentes y una nueva Constitución. El primer Gobierno constitucional, presidido por Mário Soares, pidió inmediatamente, en 1976, que Portugal se uniera al Mercado Común.

El Gobierno de Sá Carneiro y Freitas do Amaral, en 1980, relanzó el proceso, que mientras tanto la inestabilidad gobernativa había paralizado. Bruselas pronto definiría que Portugal y España entrarían en la misma fecha, si el proceso de España, que comenzó más tarde, avanzaba a buen ritmo. Así sucedió, de nuevo con un Gobierno presidido por Mário Soares.

En España, la Transición se inició en noviembre de 1975 con la muerte de Francisco Franco y su sucesión como Jefe de Estado del Rey, Juan Carlos I. En 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas y el Gobierno de Adolfo Suárez solicitó el inicio de negociaciones, que fueron aceptadas ese mismo año.

En 1978 se aprobó la nueva Constitución y en 1979 comenzaron las negociaciones con Bruselas, siendo éstas continuadas por el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo y concluidas por el de Felipe González.

La vocación de la UE es continental. La prioridad es la cohesión; es la totalidad de todos nosotros

Después de 35 años, España y Portugal pueden considerarse parte de los fundadores. Somos dos de los primeros doce. Somos parte de la redefinición que generó la Unión Europea en 1992. Somos parte del cambio impulsado por la caída del Muro. Somos parte de los promotores de las grandes ampliaciones de principios del siglo XXI.

Hoy, sin embargo, estamos lejos de esa era de entusiasmo. Pasamos tiempos de vacilación, división y dificultad. Tenemos que preguntarnos en serio, con mente abierta, qué generó el brexit. ¿Qué le hicimos a los británicos para que la mayoría decidiera irse, después de que estuvieran 44 años con nosotros? ¿Qué hizo la UE para dejar de ser una promesa para ellos? ¿Qué hicimos para que ganase el escepticismo, la incredulidad y la desconexión?

Es importante restaurar el sueño europeo; es importante proteger la cohesión y la confianza entre todos. Con la caída del Muro, en 1989, el proyecto europeo cambió de naturaleza y vocación. Dejó de ser un club cerrado para aspirar a ser el modo original de organización política y económica del continente europeo en la era de la Globalización; un modelo que también debe de continuar siendo faro de civilización y progreso para otras regiones del mundo.

La vocación de la UE es continental, atrayendo primero a todos y luego sabiendo cómo mantenerlos. La prioridad es la cohesión; es la totalidad de todos nosotros. Recordemos el proverbio: “Si quieres ir rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado”. En Europa, venimos desde lejos; y queremos ir muy lejos.

Las instituciones europeas deben mostrar experiencia y visión, madurez y sabiduría. Así lo advirtió Jean-Claude Juncker en junio de 2017: “Europa no puede construirse contra las naciones”. Y agregó: “A los 15 años era federalista y ahora no creo en los Estados Unidos de Europa”. Palabras sabias.

Los Estados miembros necesitan a la Unión Europea; y la Unión Europea necesita a sus Estados miembros, a todos y cada uno. La UE necesita democracias vibrantes y naciones seguras, capaces de ser lo que son y, al mismo tiempo, capaces de sentir y de trabajar juntos.

Sería decepcionante que los europeos no supieran ahora cómo apoyarse para superar la pandemia

Coudenhove-Kalergi, hoy, podría haber escrito ciertamente lo mismo que Jean-Claude Juncker, ya que los Estados Unidos de Europa de los que habla en su obra Paneuropa, escrita en 1923, son un ideal filosófico, no un modelo político-legal exacto. Esto es lo que se puede extraer de sus textos de esa década precursora. La clave es articular a los Estados de Europa para preservar sus valores comunes y construir riqueza, libertad, justicia y prosperidad en común.

El sueño europeo se alimenta de esta identidad y pluralidad. El sueño europeo es la paz para siempre; nunca más la guerra en Europa. El sueño europeo es la democracia, la libertad, el Estado de Derecho, el progreso y el bienestar de todos los ciudadanos. Solo es posible con todos los Estados miembros motivados y seguros. Los Estados debilitados debilitan a la Unión, que vive de la fortaleza de sus Estados y de la generosidad y alcance de su acción.

En cuanto a España y Portugal, ambos hemos hecho coincidir nuestros intereses nacionales y europeos, contribuyendo con lealtad al proyecto común. Hemos cumplido la máxima de que, a más España y a más Portugal, más Europa; y a más Europa, más España y más Portugal.

La Declaración de Schuman del 9 de mayo de 1950 tiene una afirmación que nunca puede abandonar nuestro espíritu: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.” Después del flagelo del Covid-19, estamos aquí de nuevo. Es un momento de desafío y oportunidad.

Al poner nuestros recursos en común, hay que enfrentar la crisis y superar juntos las consecuencias económicas y sociales muy negativas de la pandemia. Se puede hacer. Y debe ser hecho lo más rápido posible. Sería decepcionante si los estadounidenses hubieran ayudado y rescatado a Europa en el período de posguerra y los europeos, con la UE a la cabeza, no supieran ahora cómo apoyarse y reconstruirse.

Es, otra vez, el momento de la verdad. Sí, Europa no se hará a través de un único golpe, por tramas burocráticas o legales, ni en las redes del poder. Europa se afirma por logros concretos que crean solidaridad de facto. ¡Es el momento! Es, de nuevo, la hora de Unión Europea.

*** Carlos Uriarte Sánchez es secretario General de Paneuropa España, consejero de la Sociedad Europea Coudenhove-Kalergi y profesor de Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos. José Ribeiro e Castro es diputado al Parlamento Europeo (1999/2009), miembro del Movimento Europeo y ex líder del partido portugués CDS.

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