La retirada completa de las tropas terrestres israelíes del sur de la Franja de Gaza en la noche del sábado alienta todo tipo de especulaciones sobre los derroteros que tomará una guerra que ha cumplido seis meses este domingo.

Tras este medio año, el conflicto parece haber alcanzado un punto muerto sin solución clara a la vista, en virtud de la a priori falta de incentivos en ninguna de las dos partes para explorar un acuerdo de paz.

Oficialmente, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han enmarcado la retirada de efectivos en el éxito de la ofensiva en el sur y a la consecución de los objetivos marcados. Jan Yunis estaría limpia de estructuras terroristas, y el Ministerio de Defensa asegura que la organización militar de Hamás ha sido desmantelada en toda la Franja.

Por lo pronto, se mantienen los objetivos sobre el terreno, y la salida de la 98.ª División respondería únicamente a la preparación de la próxima misión de Israel en Gaza: la anunciada incursión en Rafah.

Pero el contexto en el que se ha producido este movimiento, si bien no permite concluir que se está iniciando una desescalada del conflicto, sí invita a pensar que han entrado en juego elementos adicionales que van más allá de la necesaria recuperación de las FDI previa a terminar de descabezar a Hamás.

Israel está afrontando una creciente presión tanto a nivel doméstico como internacional por el gran número de bajas civiles producido por su ocupación de Gaza (el 75% de los 33.100 palestinos muertos, según las siempre dudosas cifras de Hamás), así como por obstaculizar la prestación de ayuda humanitaria.

Ante las acusaciones a Benjamin Netanyahu por desentenderse de la acuciante hambruna de más de un millón de gazatíes, es de justicia matizar que la desnutrición no puede desligarse del hecho de que la encargada de distribuir la ayuda es la autoridad en manos de Hamás, a quien Israel no puede permitirse no erradicar.

Aún así, el homicidio de los trabajadores de la ONG del chef José Andrés supuso una gravísima equivocación que acrecentó las reticencias de Washington a seguir respaldando tan generosamente a Tel Aviv, desalentando encarecidamente la operación de Rafah que Netanyahu se dispone precisamente a acometer el próximo mes.

La multiplicación de las protestas de los partidarios de la causa palestina en multitud de ciudades de EEUU, acusando a la Administración norteamericana de connivencia con el "genocidio" gazatí, también está teniendo influencia en la política estadounidense. Y ejerciendo una gran presión sobre el Partido Demócrata, lo que explica que, en año electoral, Joe Biden haya comenzado a relativizar su antaño incondicional apoyo a Netanyahu.

A esto se le suman las multitudinarias manifestaciones en al menos 50 lugares de Israel para reclamar al gobierno un acuerdo para la liberación de todos los rehenes, además de elecciones anticipadas para destituir al primer ministro.

Aunque Netanyahu se está quedando relativamente solo dentro y fuera de sus fronteras, su caída parece improbable. Es cierto que crece la impresión de que la ofensiva redunda en su beneficio político, al permitirle eludir la responsabilidad por las acusaciones de corrupción que le cercan y por la controvertida reforma judicial que se ha visto obligado a paralizar.

Pero no es descabellado pensar que Netanyahu pudiera volver a ganar las elecciones en caso de que se celebrasen. El apoyo de los israelíes a la guerra en Gaza permanece alto, y la inmensa mayoría no considera que sus fuerzas armadas se estén extralimitando

Aún así, es vital para Netanyahu conseguir un acuerdo para el regreso de los casi 130 rehenes que permanecen en la Franja. Y este interés podría facilitar un acuerdo para el alto el fuego como contrapartida.

A este factor se le añade la reanudación de las conversaciones para el alto el fuego este domingo en El Cairo, con presencia de una delegación israelí.

Fuentes de la mediación egipcia sostienen que la muestra de una mayor flexibilidad por ambas partes apunta a que el acuerdo se acerca. Y miembros de la administración israelí aseguran que estamos en "días cruciales" para el conflicto.

En esta coyuntura, la retirada de las tropas de Gaza puede ser un indicativo de que están produciéndose movimientos de calado en ambos bandos, e invita a la esperanza de que sea tomada como un gesto que contribuya a rebajar la tensión.