La emoción de Ana Obregón al recordar a Álex en las campanadas: "Le mando un beso al cielo"
Junto a Anne Igartiburu, solas por primera vez en la Puerta del Sol debido a la pandemia, las presentadoras han lanzado un mensaje de esperanza para el nuevo año.
1 enero, 2021 00:08Noticias relacionadas
Majestuosa, elegante, impecable y con media sonrisa pintada de carmín en sus labios. Así ha aparecido -reaparecido, en realidad- Ana Obregón (65 años) en el que ha sido su primer proyecto laboral siete meses después de la muerte de su único hijo, Álex Lequio. La actriz, pieza clave de Televisión Española desde hace más de 30 años, ha sido la encargada de presentar las campanadas de la Nochevieja de 2020 junto a Anne Igartiburu (51), en el ente público.
El discurso de Ana ha empezado con un mensaje claro: "Gracias. Gracias porque este año he recibido tantísimas muestras de cariño, que quería agradecerlo. A todas estas personas, aquellas que se identifican conmigo. Ellas, que también han perdido a un ser querido... Esta noche, cuando escuchemos las 12 campanadas, vamos a recordarles. Vamos a mirar al futuro con la convicción de que juntos, con responsabilidad, saldremos de este túnel. También vamos a recodar a todas las personas que desgraciadamente nos han dejado por la pandemia, muchísimas otras personas por el cáncer. Por ellos, los verdaderos héroes de este año. Por los que han luchado hasta el final, voy a pedir un aplauso. Un aplauso tan fuerte que les llegue hasta el cielo. Por ellos".
"Lo más importante en esta vida es dedicar tiempo y amor a las personas que quieres". Así ha dicho adiós a 2020 Ana Obregón en #CampanadasRTVE, con palabras de su hijo Alex y un mensaje de superación y esperanza -> https://t.co/rnA9WStKYB Feliz 2021 pic.twitter.com/m1wadN1F0Y
— RTVE (@rtve) December 31, 2020
Ana también ha tomado unos segundos para recordar a Álex. Mirando a cámara en un primer plano ha pronunciado estas emotivas palabras: "Tengo que citar a mi hijo, Álex. Él siempre decía que lo más importante es dedicar tiempo y amor a las personas que quieres porque cuando te vas es lo único que te llevas. Para dedicar tiempo y amor a las personas los tienes que tener contigo. Y con permiso, cada año que he retransmitido las campanadas he mandado un beso a mi hijo... Este año no puede ser... se lo mando al cielo".
Estas campanadas han sido, sin lugar a dudas, las más atípicas de la historia de la España reciente, las más duras, las más desoladoras. La pandemia de coronavirus se ha llevado por delante la vida de más de 50.000 personas y, por primera desde que la Nochevieja se celebra en la Puerta del Sol, las inmediaciones de la mítica plaza madrileña han estado bloqueadas para impedir el paso de la gente. Ni la gripe de 1918 ni la Guerra Civil impidieron que los ciudadanos más positivos y con ánimo de fiesta se acercasen hasta allí para abrazar el nuevo año.
Ana Obregón y Anne Igartiburu, por ende, no han contado con el cálido apoyo y los vítores del público de siempre. Para esta inusual circunstancia, Televisión Española ha hecho magia a través de la pantalla y ha llenado virtualmente de personas el emblemático escenario donde se encuentra el Kilómetro Cero de Madrid.
Para esta ocasión tan especial, Ana Obregón ha seleccionado un vestido del creativo castellano-manchego Alejandro de Miguel, su amigo y fiel escudero en lo que a batallas estilísticas se refiere en los últimos tiempos. Se trata de un diseño blanco, "el color del luto en la cultura oriental", como señaló Ana Obregón cuando desechó públicamente la posibilidad de vestir de negro para este momento histórico. No quería brillos, transparencias ni excesos. La pieza de autor elevada a la categoría de arte está realizada en crepé pesante de seda natural. "Yo sigo de luto. Esta es mi tercera salida de casa en ocho meses. El blanco es luto en otros países, en otras civilizaciones", ha comentado Obregón.
El diseño está ideado para explotar todo el poder femenino de Ana, de ahí el escote barco y los hombros y clavículas al descubierto. La originalidad del vestido reside en gran parte en la manga larga con volumen en la zona superior creando un precioso abullonado inmaculado. El drapeado es la seña de identidad de la firma de Alejandro de Miguel. Y, por supuesto, la vertiginosa abertura lateral. Con este vestido de costura, que posee más de 200 horas de trabajo artesanal, el diseñador ha querido "abrigar a Ana como si de una segunda piel se tratase, respetando y acariciando su piel. La piel de una madre rota de dolor". La joya de la corona se halla en la cintura: en un año sin contacto personal, Ana está protegida por un broche de cristal de estrellas del que "sólo ella entendería...".
Anne Igariburu, la incansable compañera de Obregón en las campanadas de 2020, ha seguido su propia tradición y ha vuelto a recurrir al genio de la aguja Lorenzo Caprile (53). ¿Su color? Una vez más el rojo. Una sirena roja llena de luz. De gala, de manga larga, sencillo en lo que respecta al diseño, aunque exquisito, como de costumbre, en el resultado final.
Anne ha apostado por lucir joyas de la gemóloga y perito en gemas Lisi Fracchia. Su elección: pendientes realizados en oro amarillo mate 18 quilates con esfaleritas españolas en color naranja, rojo y amarillo y sortija a juego. En los pendientes, creados en exclusiva para la ocasión por la presentadora junto a la diseñadora, se pueden leer las palabras Salud, Amor, Paz y Trabajo.
Según ha podido averiguar este diario, a última hora de la tarde de este jueves, Anne Igartiburu improvisaba y decidía lucir un segundo anillo. Una sortija en oro amarillo de 18 quilates con diamante de medio quilate que representa lo nuevo que está por llegar. Y la dureza del diamante como símbolo de fuerza para 2021.
El año más duro de Ana
El 13 de mayo la vida de Ana Obregón se paró en seco. Destino o casualidad, Trece de mayo es el título de una de las coplas más dolientes jamás escritas. Rafael de León compuso el poema Trece de mayo (Así te quiero), musicado después por Juan Solano, que decía lo siguiente: "Bendita sea la mare / La mare que te ha parío / Qué solita se quedó / [...] / ¿Quieres que vaya descalza? Yo me iré por los caminos / ¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? / Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho / Que es mi corazón cometa y en tu mano esta el ovillo / Que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonío / Ay, 13, 13 de mayo cuando me encontré contigo".
El 13 de mayo, Álex Lequio García, hijo de Alessandro Lequio (60) y Ana García Obregón, fallecía a la edad de 27 años a causa del cáncer contra el que llevaba luchando dos años y dos meses. El joven empresario, querido por todos y famoso antes de nacer por sus celebérrimos progenitores, se encontraba ingresado en una clínica privada de Barcelona donde el sarcoma de Ewing le ganó el pulso dejando conmocionado a todo un país y con el corazón roto en mil pedazos a sus padres, su hermano mayor, Clemente Lequio (32), sus tíos, sus primos, sus amigos y su novia, Carolina Monje.
26 meses de batalla sin cuartel en los que Álex no desfalleció ni un momento, pues a pesar de sus recaídas nunca perdió el buen ánimo ni las ganas de seguir hasta el final. Así lo transmitía en cada una de sus intervenciones en los medios y en sus redes sociales, donde a menudo revelaba cómo se encontraba o cuándo debía pasar por "la ITV", como de manera jocoso llamaba a sus revisiones. "Mamá, no dramatices", solía exclamar cuando la Ana Obregón fantástica y televisiva dejaba de existir para dar salida a la Ana madre, frágil y temerosa ante el gigante que consumía a su pequeño.
Desde ese fatídico 13 de mayo, Ana Obregón ha encontrado su bálsamo en sus hermanas, Celia y Amalia, en los libros y en sus redes sociales. Ahí ha dedicado desgarradoras cartas de amor a su querido Álex. Sus primeras palabras fueron el resumen de todo. "Se apagó mi vida", firmó junto a su foto favorita con él.
A continuación, la actriz publicaba la misiva que jamás habría querido publicar. La carta de una madre a su hijo fallecido: "Mi querido hijo, sé que nunca te ha gustado que hable de ti públicamente. Perdóname, me lo pide el corazón y ahora que tengo un poquito de fuerzas tenía que agradecer los cientos de miles de mensajes de cariño y admiración hacia ti. [...] Perder un hijo es morir y tener la obligación de vivir. Y tú querías vivir, casarte algún día y tener cinco hijos. Muchas noches en el hospital pedimos juntos a Dios que te curara y no nos hizo ni caso. Ahora solamente le pido que pueda volver a abrazarte muy pronto porque te echo insoportablemente de menos. Mi Aless, ha sido y es un verdadero privilegio ser tu madre. Te quiero desde siempre y para siempre. Eternamente, mamá".
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