Tatiana, residente de Vovchansk, es evacuada después de que las tropas rusas bombardearan su casa.

Tatiana, residente de Vovchansk, es evacuada después de que las tropas rusas bombardearan su casa. María Senovilla

Europa

Evacuaciones al límite y combates urbanos: las tropas rusas han entrado en Vovchansk

La enviada especial de EL ESPAÑOL, testigo en primera línea del avance de las tropas del Kremlin en el norte de Járkov.

16 mayo, 2024 03:15
Enviada especial: Vovchansk

Mientras la infantería rusa y las tropas ucranianas están librando combates urbanos en las calles de Vovchansk, los civiles que hasta el pasado viernes vivían en esta pequeña localidad del noreste de Ucrania están siendo evacuados por policía y voluntarios –que no dan abasto– a través de carreteras que son atacadas continuamente.

"No podremos llegar al centro de la ciudad, porque los soldados rusos han avanzado hasta allí y se están produciendo enfrentamientos; recorreremos varios sectores del sur para ayudar a los civiles que quieren evacuar", advierte Dima, uno de los policías ucranianos que trabajan a destajo desde hace seis días para sacar a los residentes de Vovchansk y de otras localidades cercanas a la frontera con Rusia.

A medida que nos acercamos a la ciudad –que se ha convertido en el epicentro de la nueva ofensiva del Kremlin en Ucrania– el paisaje va cambiando: una especie de niebla densa envuelve la carretera, hay incendios provocados por los proyectiles que caen en las zonas boscosas y el estruendo de la artillería es cada vez más fuerte.

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Dima conduce a una velocidad endiablada –esquivando los socavones que van dejando los proyectiles–, y decenas de columnas de humo negro empiezan a emerger en el horizonte. Pierdo la cuenta de cuántas hay, al menos veinte, tal vez más. Cada una de esas columnas de humo negro es una casa recién bombardeada en Vovchansk.

Huir con lo puesto

Al entrar en la parte urbana, el sonido de las explosiones sobresalta cada pocos segundos. La mayor parte de los edificios están bombardeados y medio calcinados; hay tendidos eléctricos y árboles dañados, y el olor a quemado es muy intenso. Parece el set de rodaje de una película apocalíptica.

Una familia de Vovchansk huye de la ciudad ante el avance ruso y los continuos ataques de artillería.

Una familia de Vovchansk huye de la ciudad ante el avance ruso y los continuos ataques de artillería. María Senovilla

Apenas hemos recorrido unos cientos de metros por esas calles arrasadas, cuando encontramos a la primera familia que está intentando huir del lugar. Son dos mujeres y un hombre, y llevan un enorme perro negro, tres gatos y cuatro bolsas con las pocas pertenencias que han podido salvar.

Se meten con todo, como pueden, en el vehículo y Dima se apresura a llevarlos al primer punto de evacuación que hay situado a unos pocos kilómetros. Otra unidad de policía espera ahí con un furgón más grande para trasladarlos a la localidad de Buhaivka, donde recibirán atención médica antes de emprender el viaje a Járkov.

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Al llegar, uno de los gatos de la familia se escapa. Los animales están aterrorizados por el sonido de las explosiones, y aunque su dueña sale corriendo detrás de él, vuelve sola, abatida y cubierta de lágrimas. Hoy lo han perdido todo: su casa, su trabajo, sus recuerdos y hasta al gato. No pueden más.

Regresamos a Vovchansk para buscar más civiles, pero el trabajo se complica. Al girar a la derecha por una de las avenidas, los policías tienen que frenar el coche en seco y dar media vuelta: el sonido de los fusiles de asalto suena a tan sólo un par de calles de distancia. Los combates urbanos se han extendido.

Zona de guerra

Nos adentramos en otro sector de la ciudad lo más rápido que podemos, y un matrimonio de unos sesenta años sale a nuestro encuentro por la calzada. Acaban de bombardear su casa, y huyen casi con lo puesto. La mujer, Tatiana, tiene la mano ensangrentada y llora desconsoladamente.

Sin embargo, no son lágrimas de dolor por las heridas: en cuanto suben al coche, ella comienza a maldecir a los rusos con una rabia atronadora. Sus frases se entrecortan por los sollozos, pero no baja la mirada en ningún momento. Es la viva imagen de esa resiliencia que los ucranianos llevan mostrado al mundo desde que empezó la invasión rusa.

Columnas de humo negro, provocadas por los bombardeos rusos en la localidad de Vovchansk.

Columnas de humo negro, provocadas por los bombardeos rusos en la localidad de Vovchansk. María Senovilla

Cuando dejamos a Tatiana y a su marido Sergey en el punto de evacuación, la mujer nos da las gracias y nos bendice. Y nosotros retomamos la carretera para entrar una vez más en Vovchansk. La policía tiene que recoger a dos bomberos que han hecho una patrulla de reconocimiento –bajo una lluvia de proyectiles– para elaborar un informe de la situación.

Ucrania está dispuesta a retomar la ciudad lo antes posible y, a medida que los equipos de evacuación sacan a los civiles que quedan –entre 200 y 600 personas–, empiezan a entrar tropas regulares y vehículos brindados. Se van apostando en las afueras, en los cruces de caminos, esperando las órdenes lo más protegidos posible de la artillería enemiga.

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La artillería rusa trabaja sin tregua, desde posiciones situadas varios kilómetros atrás, para abrir el camino a su infantería. Están "ablandando" el objetivo, que es como se conoce en la jerga militar a la táctica que consiste en bombardear indiscriminadamente un área para hacer imposible la vida ahí, como paso previo al asalto terrestre.

Para ese asalto terrestre, Rusia tiene desplegados más de 30.000 efectivos, sólo en la frontera con la provincia de Járkov. Hasta el momento, han abierto brecha por Vovchansk y en dirección a Lyptsi. Y la presión ha aumentado también en Kupyansk y Chuguyiv.

La policía de Járkov ayuda a una mujer de Vovchansk a evacuar de la ciudad, que está siendo ocupada por las tropas rusas.

La policía de Járkov ayuda a una mujer de Vovchansk a evacuar de la ciudad, que está siendo ocupada por las tropas rusas. María Senovilla

En sólo cinco días, las tropas rusas han tomado diez asentamientos –más pequeños que Vovchansk–avanzado más de tres kilómetros en dirección a Járkov. Y el nivel de destrucción que están provocando recuerda a Bakhmut. La guerra se ha recrudecido al nivel de los primeros meses de la invasión en esta parte del país, y todo indica que empeorará durante las próximas semanas.

Déjà vu

Esta parte de Ucrania ya estuvo ocupada por las tropas rusas en 2022 –y durante varios meses–, hasta que el ejército de Zelenski logró liberar toda la provincia de Járkov con una exitosa y sorpresiva contraofensiva en otoño de ese mismo año. La de Járkov no ha sido nunca una plaza fácil para el Kremlin, y tal vez por eso, ahora ha decidido emplear la táctica de arrasar en lugar de conquistar.

Más de 30 asentamientos han sido alcanzados por la artillería y los morteros en los últimos cinco días: desde Vovchansk a Lyptsi, pasando por Vesele, Staritsa o Zarichne. Y los bombardeos aéreos se han sumado a la ofensiva rusa.

El nivel de destrucción que Rusia está provocando impedirá a los residentes volver a sus casas, porque ya no hay casas a las que volver. Así que, incluso si Ucrania expulsa de nuevo a las tropas de Putin hasta la frontera, el área quedará relegada a convertirse en una enorme zona gris de separación entre ambos contendientes.

Una familia de Vovchansk, a su llegada a uno de los puntos donde dispensan atención médica a los evacuados que huyen de la ofensiva rusa en el noreste de Járkov.

Una familia de Vovchansk, a su llegada a uno de los puntos donde dispensan atención médica a los evacuados que huyen de la ofensiva rusa en el noreste de Járkov. María Senovilla

Al cierre de esta crónica, los bombardeos rusos se han extendido también a la ciudad de Járkov, donde se han producido al menos cuatro ataques aéreos contra varios distritos residenciales e industriales –en los que han resultado heridas cerca de 20 personas–.

A esta ciudad, Járkov, es donde policía y voluntarios llevan a los evacuados que, como Tatiana y su marido Sergey, han huido de las bombas desde las ciudades más cercanas a la frontera con Rusia. Ya son un total de 7.531 personas –incluidos 568 son niños–. Es la triste bienvenida que han recibido hoy, después de perderlo todo.