David Prum parodia al presidente estadounidense Donald Trump en apoyo de Harvard.

David Prum parodia al presidente estadounidense Donald Trump en apoyo de Harvard. Brian Snyder Reuters

Estados Unidos

La guerra de Trump contra Harvard y otras universidades deja una sangría de talento... y de 7.000 millones de dólares

La Asociación de Educadores Internacionales dice que las solicitudes de ingreso por parte de estudiantes extranjeros han caído entre un 30% y un 40%. Las ciudades más afectadas, eso sí, se encuentran en territorios controlados por el Partido Demócrata.

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Declarar la guerra al sistema universitario estadounidense. Esa fue una de las primeras decisiones que tomó Donald Trump tras su regreso a la Casa Blanca. Y ahora, tras haber endurecido los trámites de acceso y haber doblegado a instituciones de la talla de la Universidad de Columbia, toca recoger algunos frutos. Una caída de hasta el 40% en las solicitudes de acceso procedentes del extranjero, por ejemplo. O que la economía de Estados Unidos vaya a ingresar 7.000 millones de dólares menos debido a ello.

Esas son, al menos, las cifras que ha publicado la Asociación de Educadores Internacionales, más conocida como NAFSA. Una organización no gubernamental con sede en Washington que representa a más de 3.000 instituciones académicas. Dichas cifras se basan, según han explicado sus responsables, en un examen minucioso de los últimos registros procedentes del Departamento de Estado y del Departamento de Seguridad Nacional.

Este último –cabe recordar– es el encargado de actualizar regularmente el llamado Sistema de Información de Estudiantes de Intercambio; un programa más conocido como SEVIS.

El análisis realizado por NAFSA, el primero en calcular el posible impacto económico que tendrá el recibir a poco más de la mitad de los estudiantes internacionales que solían llegar regularmente al país, debería suponer "un toque de atención" para la Casa Blanca.

"Las pérdidas económicas que hemos proyectado son solo la punta del iceberg", ha declarado la directora ejecutiva de la organización, Fanta Aw, antes de añadir que además del dinero que se dejan en su alojamiento y estancia muchos estudiantes internacionales "crean oportunidades de investigación que beneficiarán al país durante generaciones".

Vigilar las redes sociales

Uno de los factores que ha provocado esa caída en la llegada de estudiantes extranjeros tiene que ver, dicen desde NAFSA, con la suspensión de multitud de entrevistas para la concesión del visado en las delegaciones diplomáticas estadounidenses. Y es que, por lo visto, entre el 27 de mayo y el 18 de junio se cancelaron casi todas las citas porque la Casa Blanca debía actualizar un protocolo que ahora exige a los entrevistadores verificar las redes sociales de los solicitantes.

De ahí que muchos de los estudiantes que pensaban aterrizar en la primera economía del mundo este otoño hayan optado por dejar pasar la oportunidad. Y entre quienes no querían dejarla pasar lo que ha sucedido, en bastantes casos, es que han vencido los plazos impuestos.

Estrechamente relacionado con lo anterior se encuentra, también, el escaso número de visados a repartir en los consulados de países como India, China, Nigeria o Japón. Por contextualizar: India y China son los dos principales emisores de estudiantes internacionales que terminan en Estados Unidos, mientras que Nigeria ocupa el séptimo lugar y Japón el decimotercero.

A eso hay que sumar la prohibición expresa que desde el pasado 4 de junio, cuando Trump firmó una orden ejecutiva al respecto, afecta a estudiantes de una veintena de países. Serían los siguientes: Afganistán, Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Birmania, Sudán, Yemen, Somalia, Burundi, Cuba, Laos, Sierra Leona, Togo, Turkmenistán y Venezuela.

Además, la Casa Blanca está estudiando añadir otros 36 a la lista y lugares como Egipto, Etiopía, Siria o Uganda se encuentran entre ellos.

En resumen, explican desde NAFSA, si no se produce "una recuperación significativa en la emisión de visados a lo largo del verano el número de estudiantes internacionales se podría reducir en un número aproximado de 150.000 el próximo otoño".

"Contribución financiera desproporcionada"

"Una forma sencilla de comprender el impacto económico que todo esto supone consiste en calcular la contribución estimada de los estudiantes universitarios internacionales", cuenta Dick Starz, un economista de la Universidad de California. "Dicha contribución supone unos 130 dólares –de media– por cada residente de Estados Unidos".

Y es que –continúa explicando Starz– aunque los estudiantes internacionales representan una minoría en lo que a la población universitaria se refiere "su contribución financiera resulta desproporcionada". En primer lugar, porque tienen que pagar tasas de matriculación bastante más altas de las que afrontan muchos estudiantes locales y, en segundo lugar, porque normalmente el afincarse en otro país trae consigo una serie de gastos adicionales.

Curiosamente, señala Starz, muchas de las poblaciones estadounidenses más afectadas por la caída de estudiantes internacionales –lugares como Providence, Ítaca, Hanover, Filadelfia, Nueva York, Princeton, New Haven, San Francisco o Santa Bárbara– se encuentran en los estados del noreste y del sudeste del país. Es decir: en estados que controla el Partido Demócrata.

A río revuelto… ¿ganancia de pescadores?

Como en tantas otras cosas en el frente universitario la pérdida de unos puede resultar en ganancia para otros. En otras palabras: hay quien ve en el citado descenso de estudiantes extranjeros en Estados Unidos una doble oportunidad. Económica en el corto plazo y más intelectual o científica en el medio y largo plazo.

Por eso el pasado mes de mayo la Comisión Europea presentó un plan llamado Choose Europe Initiative (Iniciativa Elige Europa, en castellano) dotado de 500 millones de euros. ¿Su misión? Atraer investigadores que bien quieran dejar Estados Unidos o que, sin haber estado todavía allí, estén replanteándose las cosas. Es decir: aspirantes a doctor, doctorandos o gente que, habiéndose sacado ya el doctorado, quiera dedicar –o seguir dedicando– su vida a la carrera académica.

"Otros países han visto en esto una oportunidad de revertir una fuga de cerebros histórica que durante décadas ha convertido a Estados Unidos en el principal destino del talento científico global", escribían hace unas semanas los investigadores Mario Mariniello y Nina Ruer, del think tank bruselense Bruegel, en alusión a la guerra entre Trump y el ecosistema universitario estadounidense.

En efecto: según han informado ya algunos centros académicos europeos como la Universidad de Aix-Marsella, el número de solicitudes por parte de investigadores foráneos –entre los cuales habría bastantes estadounidenses– ha aumentado considerablemente en los últimos meses. Hasta el punto de referirse a ello como "una inundación".

Con todo, desde el Consejo Europeo de Investigación –el organismo comunitario dedicado a fomentar la investigación científica y tecnológica en el viejo continente– están presionando para que la Comisión Europea haga bastante más de lo que está haciendo.

"Es ilusorio pensar que unas pocas subvenciones de alto nivel van a bastar", explicaba hace un par de meses Maria Leptin, presidenta del organismo, en unas declaraciones reproducidas ya entonces por EL ESPAÑOL. "Lo que necesitan los investigadores son buenas infraestructuras así como un buen apoyo de sus instituciones de investigación y lo que necesitan los jóvenes que se eduquen con ellos es un buen abanico de perspectivas profesionales".

Entre otras cosas porque la Unión Europea no es la única opción para todos aquellos estudiantes foráneos o investigadores extranjeros que quieran tomar distancia con Estados Unidos. Al contrario: hay unas cuantas alternativas de calidad. Reino Unido, por ejemplo. También Canadá. O Australia. Y, por supuesto, Asia. Cuatro lugares que cada vez cuentan con más universidades ocupando puestos altos en los ránkings que miden la calidad de las mismas.