
Gonzalo Berzosa, presidente de la Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad.
Gonzalo, jubilado y experto en gerontología: "Hay que prepararse para vivir, y la vida tiene momentos de soledad"
En una época que corre deprisa, Gonzalo Berzosa nos invita a repensar la jubilación como un renacer lleno de sentido, vínculos y propósitos.
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En una sociedad cada vez más envejecida y acelerada, hablar del tiempo, la vejez y la soledad no es solo necesario, sino urgente.
Gonzalo Berzosa, presidente de la Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad (CEATE), lleva décadas dedicando su vida a dar voz, valor y sentido a las personas mayores.
Su intervención en el canal de YouTube del medio '65ymas Diario Online' es una invitación a repensar la jubilación no como un cierre, sino como una conquista y una nueva etapa para crecer.
La vejez y la soledad
"La soledad no nace de repente. No es que una persona se hace mayor y se siente sola", advierte Berzosa al inicio.
Su mirada es clara y directa: "La soledad hoy es una necesidad emergente en nuestra sociedad". Una frase que sitúa el problema en un contexto estructural, no meramente emocional.
En palabras del experto, la raíz se encuentra mucho antes del retiro: "Yo empecé a los 40 años a no tener vínculos, a no tener relaciones, a no tener encuentros... A los 40 años pasa desapercibido. A los 50 años pasa desapercibido. Y cuando eres mayor, aparece: estoy solo".
La propuesta de Gonzalo no se queda en el diagnóstico. Su reflexión tiene una vocación profundamente práctica. "Hay que prepararse para vivir. Y la vida tiene momentos de soledad", afirma.
Para él, la clave está en anticiparse, no desde el miedo, sino desde la construcción activa de vínculos y proyectos personales. "Tener proyectos en la vida es tener salud, porque tener proyectos es tener deseos, tener ilusión, tener algo que hacer mañana por la mañana".
La jubilación, lejos de ser una caída, debe entenderse como una oportunidad. Así lo defiende con firmeza: "La jubilación es una conquista de la clase trabajadora. Pero una jubilación sin objetivos, sin propósito, es una jubilación sin sentido".
Para ilustrarlo, lanza un dato revelador: muchas personas jubiladas hoy vivirán más años jubiladas que los que pasaron en su infancia y juventud. "El tiempo hay que vivirlo. Y hay muchas oportunidades en la sociedad para vivir de mayor, con actividades gratificantes y significativas".
Berzosa reclama, además, un cambio profundo en la manera en que entendemos el envejecimiento. Para él, la clave está en mantenerse activo física y mentalmente: "Hoy, cuando nos hacemos mayores, tenemos que iniciar nuevos modelos. Uno es la actividad física y mental".
Apela al concepto de envejecimiento saludable, impulsado por la OMS, que contempla tres pilares: actividad física, relaciones significativas y proyectos personales.
El aprendizaje continuo es otro de los grandes ejes que propone: "El aprendizaje no es solo ir a la escuela... El único órgano del cuerpo humano que se desarrolla por su uso es la mente". Con esta frase, lanza un mensaje de esperanza a quienes creen que ya es tarde para comenzar algo nuevo.
Uno de los aspectos más inspiradores del testimonio de Berzosa es su impulso al voluntariado, especialmente el cultural, como herramienta de bienestar. "Nada estimula más a una persona que otra persona", sentencia.
A través de CEATE, coordina a más de 1.000 personas mayores en España que colaboran en museos, catedrales y centros culturales, acompañando a grupos y compartiendo conocimiento. "El voluntariado aporta muchos beneficios a quien lo hace y a quien lo recibe. Porque el voluntariado me genera a mí estímulos, y uno crece con estímulos".
Una estructura discriminatoria
La reivindicación final es también política. Berzosa denuncia el edadismo, esa discriminación silenciosa que deja fuera a quienes más experiencia acumulan: "Hay empresas que a los mayores los despiden o los jubilan porque son mayores, perdiendo el talento senior".
Pero también ve avances. "En este momento, yo sí noto que la persona mayor está generando un nuevo modelo de ser mayor".
Su mensaje final no puede ser más claro: "Queremos ser agentes y no pacientes, protagonistas y no espectadores, activos y no pasivos". Una lección de vida, lucidez y dignidad que interpela a todos, sin importar la edad.