Comedor de una residencia CleceVitam.

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Sociedad

Empatía e información para desterrar los falsos mitos sobre las residencias de mayores

Las residencias ofrecen instalaciones adaptadas y un personal altamente cualificado para responder a las necesidades de los mayores sea cual sea su grado de dependencia.

24 enero, 2022 23:47

Para la gran mayoría, pensar en qué hacer cuando nos llegue la edad de la jubilación es un horizonte que se plantea como un momento clave para aprovechar el tiempo y recuperar aficiones, profundizar en otros intereses o embarcarse en nuevos proyectos. Pero a medida que nos hacemos mayores, también surgen otras realidades: la del posible deterioro de la salud que exija unos cuidados profesionales, imposibles para una familia; o la de afrontar la soledad que tienen muchas personas en esta etapa. Por eso, volver la mirada hacia una residencia como un lugar donde seguir nuestra vida con todo tipo de ayudas y sintiéndose acompañado es algo lógico.

Estos son dos de los principales argumentos que posicionan a las residencias de mayores como una alternativa perfecta para disfrutar al máximo de este periodo. Sin embargo, dar el paso no es algo fácil porque implica dejar su casa y, con ella, parte de su vida anterior. Las ventajas compensan pero es cierto que, en este proceso de decisión, también se entrecruzan algunos falsos mitos que empañan la labor y la profesionalidad que existe en estos centros y que son fruto de la desinformación que hay al respecto.

¿Influye esto en los futuros residentes? A juicio de José Antonio San José, director de la residencia CleceVitam Patio de los Palacios, en Valladolid, no: "La gente que viene es porque quiere y la mayoría, además, ya nos conoce. No sólo por internet, sino porque las familias se preocupan mucho más que nunca en buscar sitios para sus seres queridos, e incluso los propios residentes vienen personalmente para pedir información".

Lo que encuentran aquí, o en el resto de las residencias CleceVitam, es un sitio en el que existen todo tipo de atenciones sanitarias y personales, adaptadas a la situación de cada residente y a su posible grado de dependencia, con un personal altamente cualificado e instalaciones totalmente adaptadas, algo imposible en un hogar. Y además, frente a las falsas creencias, descubren que el día a día está lejos del lugar deshumanizado que se pinta en ocasiones desde fuera. De ello hablan los responsables de cada centro, pero son las palabras de sus usuarios las que respaldan con mayor énfasis la humanidad y la calidez que se palpan en la convivencia.

"Si no estuviera contenta ya me habría marchado"

Mª Pilar y Carmen, residentes en la residencia CleceVitam de San Pedro Poveda de Burgos, llegaron al centro por motivos muy diferentes, pero ambas coinciden al señalar el acierto de su decisión. "Yo vine por dos o tres meses porque se me rompió la cadera pero llevo aquí ya año y medio, señal de que estoy muy contenta y muy a gusto. Si no, ya me hubiera marchado", señala Carmen. En el caso de M.ª Pilar, es un problema ocular el que la orientó hacia esta dirección, ya que vivía sola y demandaba que alguien la ayudara en casa. Por eso optó por acudir a la residencia para estar más acompañada y atendida durante las 24 horas.

"No tiene ni punto de comparación con estar en tu casa sola, porque aquí tienes compañía, hablas con una o con otra, bajas al salón… es completamente distinto, nos sentimos más acogidas y más acompañadas", explica Carmen. En ambos casos, y pese a las ventajas, tuvieron que mentalizarse para entrar. Los primeros días son el momento más difícil para todos los residentes, como relata Sonia de Diego, supervisora de CleceVitam San Pedro Poveda (Burgos): "Es un paso muy importante para ellos y es lógico, porque seguramente nos pasaría a cualquiera de nosotros, ya que hay miedo a lo desconocido, a lo que la gente habla sin saber… creo que la clave de todo es la empatía, ponerse en el lugar de la otra persona. Con eso, el trabajo sale solo", afirma.

Parte de la satisfacción de estos usuarios se debe a la atención del personal. Al margen de las diferencias obvias en cuanto a las instalaciones, la gran diferencia entre seguir en casa u optar por vivir en una residencia es la oportunidad de tener a todo un equipo multidisciplinar a su servicio para ayudarles en el día a día, hacer un seguimiento individualizado de sus necesidades y responder ante cualquier eventualidad. Se trata de trabajadores cualificados, especializados, y certificados, algo imperativo por ley y que, en el caso de las residencias CleceVitam, incluye desde el personal de enfermería, médicos, terapeutas, psicólogos, hasta la gente de limpieza, como enumera José Antonio San José: "Nuestras residencias están completamente profesionalizadas en su totalidad y hay una formación permanente y continua, con un seguimiento por parte de la empresa que permite que te formes a nivel personal y profesional", explica.

"Yo llevo dos décadas en el sector", cuenta Sonia de Diego, "y es cierto que hace muchos años no se necesitaba nada para trabajar en una residencia, ha sido así toda la vida, pero ahora si no tienes un certificado de profesionalidad, no puedes hacerlo".

Usuaria de una residencia CleceVitam.

Usuaria de una residencia CleceVitam.

"Si la familia no quiere, el vínculo no se rompe"

Es esa tranquilidad la que ayuda no solo a los internos sino a sus familias, que es la otra parte de la ecuación en muchos casos, dado que, como reconocen San José y De Diego, el ritmo de vida laboral de los hijos hace que muchos de sus mayores carezcan de la atención que requieren, especialmente en casos en los que hay un grado de dependencia más elevado. Por eso, saber que sus padres o abuelos tienen todo lo que necesitan es un factor clave que no supone que la relación se enfríe, como recuerda la supervisora de CleceVitam San Pedro Poveda: "Si la familia no quiere, el vínculo no se rompe porque ellos [los internos] pueden recibir visitas y salir cuando quieran y a la hora que quieran".

Se trata de aportar una cierta independencia a ambas partes, como relata Mª Pilar: "Nuestros familiares también están más contentos así porque saben que estamos atendidas y no somos una carga para ellos, en mi caso para mis hermanos y mis sobrinos que, por cierto, son encantadores", cuenta. "Yo tengo una hija y estoy encantada con ella también", replica Carmen, que asegura que su decisión de quedarse en la residencia también responde a la idea de aportar a su hija más libertad: "Ella me trata estupendamente pero yo no quiero estorbar y, aunque ella me dice que no es así, prefiero quedarme aquí porque estoy acompañada".

El entusiasmo con el que relatan su agenda diaria ambas mujeres es otro de los aspectos que revela la ilusión por su día a día: desayuno, lectura de noticias, gimnasia, actividades con los terapeutas, masajes, siesta, tertulia… y por supuesto, tiempo libre para hacer lo que quieran e incluso pasear por el entorno, que es otra de las cuestiones en las que se ceba el desconocimiento acerca de la rutina de las residencias: "Ni son cárceles ni sitios donde no se pueda salir. Al revés, nosotros les decimos que salgan todo lo posible a hacer actividades fuera, a tomar su cafetito o a dar una vuelta", explica San José.

La alusión a la "cárcel" responde a otro de esos falsos mitos que circulan sobre este modelo de residencias con el que se denuncia el presunto encorsetamiento de horarios o del control al que se somete a sus habitantes. Para el director de CleceVitam Patio de los Palacios se trata de acusaciones "ridículas" porque ellos "están haciendo una vida completamente normal saliendo cuando quieren, yendo a sus cosas cuando quieren o recibiendo todo el tiempo de visitas cuando quieren", aclara.

Aunque la situación con la Covid-19 ha trastocado un poco estos esquemas, Carmen comenta que sale "tres veces a la semana con mi familia" por el entorno de su residencia burgalesa, ubicada muy cerca de la zona monumental. Es una manera de explorar una ciudad que conoce y que contempla diariamente también desde su habitación. Es un espacio personal que es su nueva casa en sentido literal, dado que otra de las posibilidades es la de llevarse sus propios muebles, como hizo Mª Pilar y que hace que, en su día a día, pueda disfrutar de las mejores atenciones, sentarse en su sofá de toda la vida, y sentirse "como una reina".