Jessica, una joven expandillera que perteneció a la banda de los Trinitarios.

Jessica, una joven expandillera que perteneció a la banda de los Trinitarios. OBL

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De 'proveedora sexual' a 'espía': yo fui pandillera de los Trinitarios. "Sabía que podía morir y me refugié en la droga"

Las mujeres cumplen el rol de "espías" y "acompañantes" dentro de las bandas de pandilleros, que se contextualizan en una "estructura patriarcal y machista".

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"Me empezaron a mandar mensajes amenazándome, diciéndome que estaban en la puerta de mi casa, esperando a que yo o alguien de mi familia saliese de casa para matarle. Perdí por completo mi libertad". Estas son las palabras de Jessica, nombre ficticio, una mujer extranjera de 29 años que pasó cinco años de su adolescencia en la banda latina de los Trinitarios, en Madrid.

En las bandas juveniles de pandilleros, las mujeres son utilizadas como "espías" para sacar información de las bandas contrarias, poniendo en riesgo sus vidas por unos grupos que les ofrecen "una falsa sensación de familia" para después abandonarlas a su suerte.

Según indican los expertos, estas bandas se asientan sobre "estructuras machistas y patriarcales" en las que el género femenino queda relegado al plano de "proveedoras sexuales" de los líderes de las pandillas.

Fiestas en casas ocultas que terminan en abusos y violaciones. Y vidas, como la de Jessica, que son enfrentadas a un "infierno" regido por el "maltrato físico y psicológico".

En España se está viviendo un repunte de las bandas juveniles de pandilleros, tal y como observan los especialistas en el tema. En un contexto en el que los grupos Latin Kings y Ñetas comenzaban a desaparecer, nuevas agrupaciones de Trinitarios y Dominican Don't Play (DDP) toman el control de las calles con acciones violentas.

El Sistema Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior recoge 1.496.618 delitos criminales durante el año 2025. Asimismo, la institución trabaja con un censo de más de 600 bandas juveniles activas en la actualidad en toda España.

La banda "como un refugio"

Jessica ingresó en la banda a los 12 años. Nunca antes había escuchado hablar de su existencia. Sin embargo, vio la banda "como un refugio". "Al principio no sabía dónde me estaba metiendo. Yo era una chica muy carente de afecto y en casa había muchos problemas familiares", cuenta la expandillera en conversación con EL ESPAÑOL.

La madre de Jessica nunca supo de la magnitud del asunto. "Sabía que en algo raro estaba, pero ella trabajaba mucho y siempre estaba ocupada", recuerda la joven.

Esta falta de afecto en su casa embaucó a Jessica en la "falsa sensación de familia" que las bandas de pandilleros invitan a creer. "Venden a los menores la idea de que van a estar protegidos", testifica la expandillera.

Esta situación es más habitual de lo oportuno. "En un contexto de migración que puede ser causante de desarraigo o precariedad, nace la necesidad de pertenencia", explica Bárbara Zorrilla, psicóloga experta en integración de mujeres.

Los jóvenes se enfrentan a una búsqueda de su propia identidad y a una lucha por sentirse integrados dentro de un grupo en una sociedad que "sienten que les ha fallado, en la que no han encajado". La experta señala que "en estos grupos pueden encontrar que son aceptados".

En las bandas juveniles de pandilleros encuentran una red de apoyo que les era carente: "Muchas veces tienen ausencia de esa red a nivel primario, a nivel familiar, a la hora de tener referentes afectivos o adultos", justifica Zorrilla.

Para Jessica, que descubrió la banda de los Trinitarios en una matiné (discotecas en horario de tarde para menores de edad), todo "era algo muy nuevo" y no sabía que su vida estaba a punto de tomar un camino equivocado. Sin embargo, poco a poco se fue integrando en el grupo hasta "envolverse sentimentalmente con uno de ellos".

"Al principio todo es fiesta, alcohol, música... Todo resulta muy llamativo y hay mucha adrenalina", relata la expandillera. "Huíamos de la policía, sacábamos información de otras bandas...".

Jessica junto a otras dos pandilleras en una fiesta organizada por los Trinitarios.

Jessica junto a otras dos pandilleras en una fiesta organizada por los Trinitarios. OBL

Sin embargo, en estas fiestas se viven abusos sexuales como consecuencia de que "las mujeres deben proveer sexualmente a los pandilleros". "El objetivo de estas fiestas era tener relaciones sexuales", asegura Jessica.

"Una vez vi cómo cinco chicos entraron a la habitación en la que había una chica sola en mal estado. Eso pasaba casi todos los fines de semana", testifica la joven. "También les hacían fotos y vídeos para chulear de que habían conseguido a la chica", agrega

Jessica recuerda que era "obligada a ganarse la confianza" de las mujeres con las que los pandilleros querían acostarse en las fiestas organizadas en "casas ocultas". "Les daban mucho alcohol y las drogaban", explica.

"Aborté en casa"

Jessica y su familia comenzaron a vivir las amenazas: "Todo se tornó en un infierno porque me empezaron a amenazar. La banda contraria se dio cuenta de que todo era una farsa y que yo intentaba sacarles información".

"Me empezaron a mandar mensajes amenazándome, diciéndome que estaban en la puerta de mi casa, esperando a que yo o alguien de mi familia saliese de casa para matarle". El miedo se convirtió en el día a día de Jessica, quien comenzó incluso a "salir armada a la calle".

Por aquel entonces, el que fue su novio ingresó en prisión, motivo por el que el resto de los integrantes de la banda le dieron la espalda. Le dijeron que "no querían saber nada" y que se "buscase la vida" para resolver 'sus problemas'.

En ese momento, Jessica se dio cuenta de que el lema "una familia hasta la muerte", que tanto le habían prometido, era toda una mentira. "Cuando mi vida estuvo en riesgo, ellos no hicieron nada por mí".

Además, la joven se quedó embarazada cuando apenas tenía 16 años del que por aquel entonces era su novio. Éste también se desentendió de ella.

"Aborté en casa, y eso fue mi fondo del pozo; a raíz de eso vinieron la depresión y los pensamientos de suicidio. Me resguardé en las drogas", recuerda conmocionada. Jessica tenía una gran dependencia emocional a su pareja sentimental, pero logró salir de ello porque éste fue nuevamente encarcelado.

Abortó con un "remedio casero" que encontró en Internet. Además, también tomó una pastilla para abortar que le vendió quien le proporcionaba las drogas. "Yo sabía que podía morir ese día", rememora la expandillera.

"Estructura machista"

En los últimos años se ha notado "un aumento de mujeres vinculadas a bandas juveniles, sobre todo en las de origen latino", según explican a EL ESPAÑOL fuentes de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos d'Esquadra. Aunque "siguen siendo minoría" y "no se puede hablar de un crecimiento exponencial", señalan.

Las mujeres "no ocupan posiciones de liderazgo", sino que "la toma de decisiones sigue estando en manos de hombres", explican las citadas fuentes policiales.

En relación con la violencia, "la implicación directa de mujeres en delitos graves es baja", agregan: "Hay casos, pero son muy excepcionales. La violencia organizada sigue siendo principalmente masculina".

En las bandas juveniles, el género femenino "suele asumir funciones de apoyo: mover información, guardar objetos, servir de enlace entre miembros o facilitar contactos", según explica un investigador del cuerpo policial autonómico.

Asimismo, en numerosas ocasiones, las mujeres "son utilizadas como proveedoras sexuales", señala Jesús Pando, abogado criminalista. "Los líderes de las bandas ven a las mujeres como elementos sexuales, como un intercambio".

A su vez, las mujeres cumplen el rol de "espías", pero también "se encargan del ámbito afectivo, la organización logística y el mantenimiento de otros miembros de la banda", indica la experta en integración de mujeres, Bárbara Zorrilla.

Un grupo de expandilleras.

Un grupo de expandilleras. OBL

Pando enumera cuatro cometidos de las mujeres en las bandas de pandilleros: vigilancia, señalamiento, logística y acompañamiento. Éstas "utilizan la persuasión para captar miembros del género masculino" y "señalizan víctimas aleatorias, hombres a los que embaucan para que después la banda los ataque".

Respecto a la logística, el abogado expone que las mujeres "llevan las armas y la droga en su ropa interior para dificultar el cacheo de los agentes de policía", puesto que en su mayoría son hombres, y sólo las mujeres pueden cachear a otras mujeres.

El último cometido que indica Pando es el de acompañamiento. El criminalista sostiene que "los líderes de las bandas quieren ir con las mujeres más guapas y populares", relegando el papel de éstas a un mero objeto de compañía.

Bandas "de origen magrebí"

Actualmente, las bandas de pandilleros que predominan en España son Trinitarios, Dominican Don't Play (DDP), Bloods y Crips. Paralelamente, aunque más antiguas y con cada vez menos miembros, todavía permanecen Latin Kings y Ñetas.

Popularmente se denominan 'bandas latinas', aunque éstas proceden de los Estados Unidos. El abogado criminalista, Jesús Pando, observa que recientemente se ha notado una gran oleada de "participantes de origen magrebí". "Es lo que prolifera ahora", señala en conversación con este periódico.

La edad de los miembros de estas bandas oscila "desde los 12 o 13 años hasta los veintipocos". "Cada vez son más jóvenes", anota Pando.

Los pandilleros captan a estos nuevos miembros a través de la red social TikTok, "con perfiles muy disimulados, porque la policía está muy pendiente de ellos". Por su parte, las jóvenes se exponen en la red orgullosas de ser trinitarias, pero no sustentando el rol de líderes, sino de acompañantes del varón.

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Internet no es el único portal de acceso a estas bandas juveniles. "También contactan en los parques, e incluso en las aulas", confirma el abogado criminalista: "Buscan ser el más chulo y el más popular".

Asesinatos como 'pruebas'

Para entrar al grupo, primero deben ganarse la confianza de los líderes para demostrar que quieren pertenecer a la banda. Por ello, los jóvenes "se enfrentan a pruebas de vejación, insultos y agresiones con machetes o armas de fuego", indica Pando.

Retomando el testimonio de Jessica, la expandillera, fue testigo de varias de estas 'pruebas de acceso'. Una tarde presenció cómo mataban a un joven que no era pandillero: "Era un chico que siempre estaba con nosotros porque vivía cerca del parque al que íbamos, pero no era de ninguna banda. Le mataron en su portal sin motivo".

"Cuando viví eso sentí que podía haber sido yo", recuerda, "todo estaba pasando los límites". Hasta entonces, Jessica había visto "apuñalamientos con navajas, golpes con cinturones... pero nunca que matasen a alguien de esa manera".

En ese momento, la joven descubrió que "no quería seguir más con esa vida". "Las peleas, los problemas con la policía y con la familia... No hay ninguna ganancia, estar en una banda sólo te perjudica", sostiene Jessica.

Experiencias traumáticas

La doctora Zorrilla asegura que "pasar por una banda puede tener efectos sobre la autoestima". "Muchas veces la autoestima femenina es muy dependiente de la mirada masculina, necesita aprobación", explica la experta en integración de mujeres.

Además, en un contexto de bandas delictivas, la psicóloga expone que "hay un componente muy importante de estrés y ansiedad". También contextualiza un "clima de violencia que puede generar miedo", lo cual conlleva "un estado de alerta y desconfianza" constante.

Durante su estancia en estas bandas, las mujeres están expuestas a "incidentes traumáticos, bien agresiones sexuales por parte de miembros de la banda, o bien porque han cometido algún tipo de delito o han sido testigos de violencia", analiza Zorrilla. Por ello, se debe trabajar rigurosamente con ellas, centrándose en "el sentido de la identidad".

La psicóloga sostiene que "es importante fomentar el autoconocimiento, la autoestima, el autocuidado y la propia identidad". Para ello, se debe "construir una nueva identidad fuera del grupo y ayudar a las víctimas a reconectar con vínculos sociales saludables y terapéuticos alternativos a la banda".

Paralelamente, Zorrilla defiende que "también es necesario hacer un acompañamiento educativo" centrado en "la educación social y la orientación laboral". Puesto que las expandilleras se ven empujadas a crear una nueva vida desde cero.

Resurrección

Para salir de la banda, Jessica entró en el Centro de Ayuda Cristiano, una organización en la que los expandilleros acuden "buscando el perdón". "Nosotros no condenamos a los jóvenes, sino que aquí reciben aceptación", explica Alberto Díaz, promotor del centro, en conversación con este periódico.

Una ex trinitaria y un ex latin king del Centro de Ayuda Cristiano.

Una ex trinitaria y un ex latin king del Centro de Ayuda Cristiano. Esteban Palazuelos

Díaz aclara que "hay jóvenes que se quedan y consiguen pasar página de la vida de las bandas y de la delincuencia, pero también hay otros que deciden no quedarse". "Los jóvenes son libres de elegir", señala el organizador.

A su llegada al centro, Jessica escuchó el testimonio de otra expandillera que había logrado encaminar su vida. Esto le dio esperanza para salir del "infierno" que vivió. "Quería ser feliz y poder perdonarme a mí misma todos los errores que cometí", cuenta la joven.

Jessica ahora tiene 29 años y es voluntaria en el Centro de Ayuda Cristiano, ayudando a las familias y a otros jóvenes que, como ella, han salido –o están intentándolo– de bandas de pandilleros. "Ahora puedo decir que soy feliz y que realmente superé los traumas y los complejos, pude perdonarme a mí misma y tengo esperanza. He recuperado mi paz interior", concluye.