José Mercé tocando las palmas.

José Mercé tocando las palmas. Sara Fernández EL ESPAÑOL

Reportajes

José Mercé: "Una IA nunca va a tener un corazón, está claro que no puede sentir ni ponerte los pelos como escarpias"

"No cambio mi niñez por nada del mundo, me da tristeza de mis nietos porque no sé qué forma de divertirse tienen" // "La mente del ser humano no está hecha para que se te vaya un hijo… Es contra natura".

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Vaya torreón es José Mercé, qué tipo altísimo, erguido y con un desfiladero de dientes perfectos discurriendo entre su risa contagiosa. Y ríe mucho, quizá porque quiere tender puentes en una época que le tira para atrás por fría. Extraña su infancia creciendo en las calles del barrio jerezano de Santiago, amamantado por sus vecinos, que lo mismo le daban un puchero que un azote por trepar donde no debía.

Le sobran hoy artificios y pantallas. Vuelve una y otra vez a su refugio flamenco, a su cantar como único recurso para comer, al que regresó incluso después de perder a su único hijo varón tan tempranamente. A él le dedicó ese renacer hecho disco titulado Oripandó, que hoy nos comparará -en cierto modo, en algunas letras, en cuanto al concepto- con el LUX de Rosalía.

Habla Mercé del amor como si fueran estaciones, y dice estar en la del respeto y la pasión "de otra manera" con su mujer; en un otoño suave, que les dura ya más de 50 primaveras. Y porque el amor es flamenco y el flamenco, amor, ha escogido nueve canciones de Manuel Alejandro para llevarlas a su deje y homenajear al que, dice, es el mejor escribidor de canciones de amor del mundo.

Jamás duró una flor dos primaveras, jamás se cantó dos veces igual la misma canción de flamenco y ni oír hablar quiere este músico que se cambió la camisa con Camarón de Inteligencia Artificial ni de voces tan perfectas como desalmadas. Pero hablar en general sí quiere: el tú a tú le gusta. Durante toda esta charla, ni morderá la tostada que había pedido, y eso que pasamos del mediodía y está en ayunas.

P.- Has dicho de Manuel Alejandro que es el mejor escribidor de canciones de amor y desamor. Hacer una canción de amor parece fácil. Pero creo que hacer una buena canción de amor es de las cosas más difíciles que existen.

R.- Siempre digo que es el mejor escribidor de canciones de amor y desamor, pero no de España ni de Europa, del mundo. Hemos sido vecinos, hemos crecido en el mismo barrio, el barrio de Santiago, en la calle de la Mercé, yo en el 16 y él en el número 1. Él nació un poquito antes que yo, pero nos hemos conocido, nos hemos visto mucho. Yo me vine muy pronto a Madrid, con 13 años, y aquí también hemos convivido mucho.

Ahora es cuando se está hablando mucho de Manuel Alejandro, porque siempre se ha hablado mucho de los intérpretes que han cantado sus canciones, pero a Manuel no se le ha hecho justicia. Y yo lo que quiero es hacerle un pequeñito homenaje con esto de José Mercé canta a Manuel Alejandro.

Creo que lo tenía que haber hecho mucho antes, pero en los años ochenta y tantos si a mí me da por hacer este disco, los flamencólicos -como yo los llamo cariñosamente- se me hubieran echado encima, y en aquella época sí tenían mucha fuerza, me hubieran quitado del flamenco, me hubieran dejado sin comer mucho tiempo, porque en aquella época en El País, o en el ABC de Sevilla, que tenía mucha fuerza, si te hacían dos o tres críticas malas, pues apaga y vámonos.

José Mercé homenajea a Manuel Alejandro.

José Mercé homenajea a Manuel Alejandro. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- ¿Tan radical era la cosa?

R.- Era muy radical. Afortunadamente aquello ya se ha acabado. Ya está el AVE, ya no hay Talgo y ya tarda menos en llegar a Madrid (ríe).

P.- Como dices, os separan unos años, pero os unen muchas cosas. Llévanos con tus palabras a ese barrio en el que te criaste, y también Manuel Alejandro. ¿Cómo fue crecer allí?

R.- Con decirte que es el barrio más rico de espíritu, de sano, de gente buena, de gente muy humilde y muy pobre pero muy buena. Yo recuerdo esos patios de vecinos de la calle de la Mercé, de la calle Nueva, de la calle Cantarería... Si mi madre había hecho ese día una comida que no me gustaba, me decían 'vente p’acá, rubito, no llores, no llores, vente p’acá que yo tengo aquí lo que te gusta a ti'.

P.- Eras el rubito.

R.- El rubito, claro, yo era muy rubio de pequeño y todo el mundo me conocía en Jerez por el rubio. Yo siempre digo: yo no cambio mi niñez por nada del mundo. Yo... Me da tristeza de mis nietos, fíjate, porque no sé qué forma de divertirse tienen. Están estudiando, están en la universidad, lo máximo es que tienen un amigo que va a ser su cumpleaños.

Se vienen a la casa, pero no tienen un juego en la calle, no tienen esa libertad que teníamos nosotros, que llegábamos del colegio, nos lavábamos la cara y las manos, te daban el bocadillo y a la calle a jugar al bolindre, al trompo... Lo más bonito es que en ese barrio como éramos muchos gitanitos el final de nuestro juego era cantar y bailar por bulerías en una esquina.

P.- Y felices.

R.- Los más felices del mundo.

P.- De la dinastía de los Sordera, ¿no?

R.- Nada más y nada menos, dicen.

P.- ¿Qué tienes todavía de tu padre, y qué de tu madre? Dicen que cuando nos hacemos mayores nos
parecemos cada vez más a nuestros padres.

R.- Yo la verdad es que cada día pienso más en ellos, y cada día me miro las manos y veo a mi madre, tengo las manos muy parecidas a las de mi madre. En mi forma de ser tengo muchas cosas de mi padre, muchas veces me río y pienso en mi padre, que tenía muy buenos golpes...

Y todo eso lo echo mucho de menos, porque te criaban de una manera tan maravillosa, éramos todos familias. Si yo hacía una cosa en la calle que no estaba bien venía una vecina y me daba un azotazo.

P.- Ah, ¿sí? No sólo te daban de comer, también te regañaban.

R.- Sí, venía una vecina y te daba un azotazo. Además, después decía 'me ha pegado Juana' y me contestaban 'algo habrás hecho, te tenía que haber dado más'.

P.- ¿Y qué habías hecho? ¿Eras muy travieso?

R.- Sí, claro, igual me estaba montando en algún sitio y me podía caer y hacerme daño... Las cosas de los niños que jugábamos en la calle. Pero había mucha humanidad, muchísima humanidad, y hoy en día yo veo que el mundo que tenemos, esta sociedad, estamos muy deshumanizados. Yo no estoy nada conforme con esta sociedad, de verdad.

José Mercé posando para EL ESPAÑOL.

José Mercé posando para EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- Con los teléfonos, las pantallas, la frialdad. ¿Vas por ahí?

R.- Sí, todo esto del móvil, de esto, de lo otro... Muchas veces me preguntan, claro, estas cosas las lleva mi oficina: "Mercé, ¿tú esto no...?" (refiriéndose a las redes sociales). No, es que no quiero. No quiero ni saberlo. Es el futuro y todo lo que queráis, pero a mí me gusta el tú a tú y coger un bolígrafo y escribir, no estar aquí delante y escribiendo con el teléfono 'te quiero mucho'.

P.- Teniéndolo delante.

R.- Y nuestras cosas, nuestro mundo, esa época nuestra de los años 70 en este Madrid que era lo mejor del mundo... Aquí estaban los mejores flamencos de cante, de baile, de guitarra... Los mejores estaban en los tablaos madrileños.

P.- Conociste a Camarón aquí. Yo no puedo estar con José Mercé y no preguntarle por Camarón.

R.- (Ríe con alegría). Camarón... Hay una anécdota, cuando yo todavía no había llegado a Madrid, tenía 13 años recién cumplidos y estaba en Cádiz en el tablao, allí en Puerta Tierra. Y los que iban con él le dijeron 'anda, anda, tú sigue así que ha salido un niño en Jerez que verás la que te va a dar'.

Y como José era tan buen aficionado, eso se le quedó aquí (se señala la frente), y en el momento que pudo cogió el Talgo y se fue a conocerme. Ya estuvimos toda la noche de juerga, nos cambiamos la camisa, en fin, y justo al mes o mes y medio ya me vine a Madrid y trabajamos juntos en Torres Bermejas y muy bien. Ya luego los festivales, y muy bien, la pena grande es que se nos fue tan jovencito.

P.- ¿Eso lo hacéis los flamencos, lo de cambiaros la camisa, como los futbolistas?

R.- Sí... Es muy nuestro. De los gitanos, de los flamencos, es muy de conocernos y cambiarnos la camisa. Es una cosa bonita entre nosotros, de toda la vida ha existido eso. Y bueno, entre nosotros sigue existiendo esa cosa. Basta que te diga un gitano 'me gusta esa camisa' para que digas '¿te gusta, primo?'.

P.- Tuya es. Pero dame la tuya que no me vaya desnudo.

R.- ¡Claro, algo me tienes que dar! ¡Desnudo no me voy a ir! (reímos con la estampa).

P.- Y mucho antes de eso, todo empieza en la Escolanía de la Mercé.

R.- Pues sí, todo empieza ahí. Yo empecé en la Escolanía de la Mercé con seis años o así, y estuve ahí hasta los 13 años. Fui niño cantor, y fui solista, y luego nos hicieron un colegio ahí para los veinte niños cantores, los padres mercedarios. Estaba en la iglesia de la Mercé, que es la patrona de Jerez, y todo eso lo vivía hasta que ya me fui a cantar flamenco.

P.- ¿Y quién te pone el apodo de Mercé?

R.- Yo recuerdo que me llamaban el niño de la Mercé en Jerez, y llegó un momento en que alguien me dijo 'es que no siempre vas a ser niño'. Y yo me quedé con el runrún ese, total, que al final se rompió en José Mercé. Que me hubiera dado igual que me hubieran dicho el Niño de la Mercé toda la vida.

José Mercé: me hubiera dado igual que me hubieran dicho el Niño de la Mercé toda la vida.

José Mercé: "me hubiera dado igual que me hubieran dicho el Niño de la Mercé toda la vida". Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- Hubiera sido muy flamenco también.

R.- Pues sí.

P.- Volviendo a esas nueve canciones. Suena un poco nuevo en tu voz Se nos rompió el amor. Pensaba que a quién no le ha pasado ese desgaste. Los clásicos nunca revientan.

R.- Lo bueno siempre es bueno. Podrán pasar 20, 30, 40, 50, 100 años, que lo bueno siempre perdura. Lo único que he hecho es coger esos grandes temas y llevarlos a mi eco flamenco, es un Manuel Alejandro flamenco, claro está. Grandes compañeros le han cantado, y yo lo hago a mi manera.

P. "Las cosas tan hermosas duran poco, jamás duró una flor dos primaveras". Pienso en otras grandes canciones de desamor, como Amor se llama el juego de Sabina, al que también has versionado tú.

R.- Grande entre los grandes, Sabina.

P.- Se nos ha retirado esta semana.

R.- Yo espero que se haya retirado, pero dos o tres conciertitos más hará, no te preocupes.

P.- Dice que quiere cerrar el Apolo, que lo tiene enfrente de casa.

R.- Claro que sí, seguro. Joaquín no dejará de cantar. No va a hacer ya esas giras grandes que hace, pero ese retiro no es cortarse la coleta.

P.- Pues pensaba escuchando estas canciones, Se nos rompió el amor, Amor se llama el juego... en ese desgaste que nos ha pasado a todos. ¿Habría que amar con más medida para mantenerlo, para que una flor dure dos primaveras?

R.- Yo creo que eso sería imposible. El amor dura lo que dura, se ama el tiempo que se tiene que amar, y la lotería es estar siempre ahí con respeto. El amor tiene muchas estaciones, ¿no? Está la estación del furor, la pasión...

P.- ¿Eso sería la primavera?

R.- Por ejemplo, por ejemplo. Eso sería la primavera. Luego llega el invierno, aunque no quieras. Pero yo creo que sin amor no se puede vivir. El amor es lo que nos lleva, lo que nos guía por este mundo. Una persona que no quiere a nadie, que no tenga amor, ¿puede existir eso? Yo creo que no.

P.- Sin amor no habría flamenco.

R.- Por supuesto, eso está más claro que el agua. Yo creo que la sensibilidad, el amor, y lo que es el flamenco... El flamenco date cuenta de que es un torrente, un chorro de sensibilidad que te sale. No podría, no podría ser.

José Mercé con una tostada.

José Mercé con una tostada. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- El flamenco es tragirrabia, dices siempre.

R.- Es que esa palabra me encanta porque define muy bien al flamenco. El flamenco tiene de to, tiene felicidad, tiene amargura, entonces eso de la tragirrabia, esa tragirrabia que te entra cantando, eso es lo más bonito del mundo. Si no existiera eso, yo creo que el flamenco no sería igual.

P.- ¿Los flamencos necesitáis ir al psicólogo, o ya con el cante estáis apañaos?

R.- Yo creo que ir al psicólogo es una cosa muy normal, afortunadamente yo no he ido nunca y mira que cuando me pasó lo que me pasó...

P.- Cuando perdiste a tu hijo.

R.- Yo creo que, entre mis niñas, mis hijas, mi mujer y yo fuimos capeando el temporal, pero nunca fuimos al psicólogo. Nos ayudó mucho tener a mis hijas, que eran muy pequeñas, teníamos que criarlas, yo na más que sabía cantar, y bueno... Hicimos de tripas corazón. Eso no tiene... Cuando se te va un hijo, eso no tiene solución ni remedio de nada, te quedas hecho un trapo.

Además dicen ‘no, es que lo ha superado’. Mentira, eso no lo supera nadie, eso es mentira, eso está ahí y está marcado para mientras vivas. La mente del ser humano no está hecha para que se te vaya un hijo, está hecha para que se te vaya tu padre, tu abuelo, tu tío, pero un hijo no. Un hijo es contra natura. Afortunadamente mi mujer y yo llevamos juntos 51 años. Bueno, casados. Juntos llevamos más.

P.- ¿En qué estación estáis?

R.- Bueno, nosotros estamos en la estación del respeto, de la tranquilidad, y de la pasión de otra manera, que es muy bonita, además. Y también en la de aguantarnos mucho (ríe con su risa por fases).

P.- Tengo por aquí un verso precioso que le escribiste a tu hijo: "Y ahora aire/ Sabiendo que mi todo está en el aire/ Ahora aire/ Jamás desaparece lo que nunca parte..."

R.- Sí, esa frase buenísima es de cuando estamos haciendo Oripandó con Antonio Orozco, que es el productor de ese trabajo que yo sin nada de presuntuoso me parece que es una obra redonda. Si tú coges lo que ha hecho Rosalía ahora y coges pasajes de Oripandó, verás lo que se parece.

P.- ¿Hay similitudes? ¿De letra, de concepto...?

R.- Muchas similitudes, de letra, de concepto. El Oripandó desde que empieza hasta que termina es todo muy flamenco, pero con esa historia musical que no tiene nada que ver con el flamenco, pero entra dentro de los cánones.

P.- ¿Dirías que es tu favorito?

R.- Lo más íntimo sí. Y ese tema que le dedico a mi hijo... Hablábamos todos de esas cosas, mis hijas, mis nietos, mi mujer, Antonio me preguntaba también muchas veces... Y me salió decir eso: mi hijo no se ha ido, mi hijo está con nosotros. Nosotros estamos en casa y hablamos todos los días de él como si estuviera. Jamás desaparece lo que nunca parte. De ahí viene.

José Mercé posando para EL ESPAÑOL.

José Mercé posando para EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- Más cosas que me han alucinado preparando esta entrevista. Ese crossover con Chiquito de la Calzada.

R.- Madre mía.

P.- Tokio. Año 1974.

R.- 19 años yo, sí, señor. Recién casado.

P.- ¿Qué hacíais ambos allí?

R.- Gregorio en esa época no era humorista, era cantaor. Él cantaba flamenco, en el Jaleo allí en Torremolinos, en Madrid, en todos lados... Y se vino con nosotros a Tokio. Íbamos todos con pareja menos él porque, claro, su Pepita no bailaba ni cantaba. Iba solo el pobre, y tan enamorado de Pepita, de hecho, mira, se murió Pepita y fue él detrás, era una locura lo que tenían...

Y recuerdo que, bueno, al estar solo, un día venía a mi casa a comer, otro día a la del otro, en fin. Y nosotros para meternos con él nos pusimos de acuerdo y le dijimos que ya no comía más en nuestras casas porque todo el dinero se lo gastaba en regalos para Pepita, le compraba hasta los rulos de la cabeza, ¡como si no hubiera rulos en España! Total, continúa así dos o tres días, muy serio...

P.- Cada vez más lánguido...

R.- Y un día estamos en el escenario, yo cantando y él tocando las palmas, unos sudores... Y le digo ¿qué te pasa, Chiquito? Y ya me dice ‘por la gloria de tu madre, ¡dile a tu mujer que me haga un guiso de papas con carne, que me voy a morir!’.

José Mercé durante la entrevista.

José Mercé durante la entrevista. Sara Fernández

P.- Porque no se sabía hacer nada. Muerto de hambre.

R.- ¡Na!

P.- ¿Y cuánto tiempo estuvisteis?

R.- ¡Seis meses!

P.- Japón debía de ser bien misterioso para dos españoles en aquella época.

R.- Yo no lo voy a entender nunca la gran afición que tienen al flamenco, porque no tienen nada que ver con nosotros. En aquella época, 1974, se dice muy pronto, cogí a dos chavales jóvenes de unos 20 años y les dije en el camerino: 'Os voy a hacer la soleá de Juan Talega', y luego les hice otra y les pregunto si les había gustado. Y me dicen que la soleá era muy bonita, pero que 'esa no es soleá de Juan Talega'. ¡Me cago en su...! Sabían de flamenco.

P.- Son de esos misterios de la vida, ¿no? Porque a priori el carácter japonés y el nuestro se dan de puñetazos.

R.- Recuerdo que los guitarristas españoles se llevaban guitarras para venderlas allí, porque ganaban más dinero que cantando los seis meses. Pues llegó un japonés, empezó a hacer guitarras y valían ya más que las nuestras.

P.- Y Madrid. Hasta un himno del Real Madrid has hecho, para una película.

R.- Lo del himno del Madrid fue una cosa muy bonita. ¿Sabes qué ocurre? Mi hija soñó que yo iba a cantar el himno del Madrid, mi hija O’ Hara. Y a los dos días me llaman y me dicen que quieren que haga el himno del Madrid, que han estado hablando con Florentino para hacer el himno del Madrid de la película. Y mira, yo me quedé. Eso es muy bonito, cuando la gente va a visitar el Museo del Madrid el himno que suena es el mío.

P.- La ley de la atracción: lo soñó y lo provocó de alguna manera.

R.- Eso fue increíble. Yo me quedé alucinando.

P.- ¿La pasión por el fútbol puede explicarse o es un poco como el flamenco, algo inefable?

R.- La pasión por el fútbol... Hoy en día es menos ya quizá, pero yo era un loco. La pasión por el Madrid es desde chico. Yo recuerdo que había en la casa de vecinos una televisión de 12 pulgadas y ahí veíamos los partidos del Real Madrid en blanco y negro. Y recuerdo que la primera vez que vengo a Madrid, con mi primo Enrique, nos vamos al Bernabéu, Real Madrid-Betis, e íbamos con la bufanda y la gorrita del Betis los dos.

P.- ¿Y tus hijas cantan?

R.- Sí, a O’ Hara le gusta el cante, el cante puro y duro. El cante flamenco de verdad. Y a las dos les gusta mucho la música, a Desiré también le gusta cantar, pero ella es profesora de universidad y la otra tiene a sus hijos y su vida... En fin. Yo me alegro de que no se hayan dedicado a esto, la verdad.

P.- ¿Por qué?

R.- No, no, yo sería muy mal padre para eso. Estaría muy preocupado, y no valdría para estar mi hija en un escenario y yo escuchándola. Soy muy autocrítico conmigo, imagínate con ellas.

P.- ¿Quién dirías que está haciendo buen flamenco en España hoy?

R.- ¿Buen flamenco ahora mismo? Tengo que decirte, por desgracia, que falta mucha personalidad. Escucha a uno, al otro, al otro, y todos suenan igual. Cantan muy bien, cantan muy afinados, pero todo es muy mecánico. No hay alguien que hiera, que duela, que rompa. No sé si será la nube que hay por ahí arriba, pero no salen ecos flamencos que rompan ni que duelan, no salen. Yo creo que falta alma.

José Mercé habla de su infancia con EL ESPAÑOL.

José Mercé habla de su infancia con EL ESPAÑOL. Sara Fernández EL ESPAÑOL

P.- Entonces ya por los cantantes de la IA, de Suno y otras aplicaciones, ni te pregunto. A mí me han puesto cosas y me dicen que hay quien se emociona, pero yo no veo verdad ahí.

R.- Ahí no hay ni puede haber verdad ni pelos como escarpias, todo es mentira. Yo no estoy de acuerdo con eso, y ahí lo que hay que tener es un respeto y saber utilizarlas, porque eso tiene peligro, mucho peligro. Y una IA de esas nunca va a tener un corazón, está claro que no puede sentir ni ponerte los pelos como escarpias.

P.- De hecho, el artesano se define por tener algún fallo, o imperfección, porque ahí reside el alma.

R.- Claro, es que la perfección no vale. ¡Y en el flamenco, menos! Yo te canto ahora este tema, y a los diez minutos te lo canto otra vez y suena diferente. Esa es la grandeza del flamenco. El flamenco es una música viva, no se queda en un pentagrama. Y cada día que canto suena diferente. Es una música fresca y viva.

P.- ¿Qué le pide José Mercé a la vida, y a esta gira que empieza?

R.- Pues mucha salud para hacer esta gira, que afortunadamente va a ser una gira muy grande y muy importante. Le pido salud, salud para toda mi gente, y mucha salud para mí para poder hacer lo que quiero hacer, y lo que me queda por hacer, que creo que me quedan muchas cosas.

P.- Pero estás en forma, ¿verdad?

R.- Sí, la verdad. Tengo muchas ganas de hacer cosas, afortunadamente los teatros se me llenan y eso me da mucha energía y me hace pensar que tengo que hacer más cosas. Y bueno, ahora estamos con Manuel Alejandro, el día 12 me van a hacer hijo adoptivo de Almería, y el 13 acabamos el año allí en el teatro Maestro Padilla.

P.- ¿Y de Almería por qué te hacen hijo adoptivo?

R.- Me quieren mucho. Date cuenta que yo la primera peña que hago es la peña del Taranto en Almería, yo llegué muy joven, llegaba de estar con Antonio Gades por el mundo y se me conocía poco en Andalucía. Y a partir de ahí ya empiezo a hacer los festivales en Andalucía y ya empiezo con mi carrera en solitario. Y soy hijo adoptivo de Chipiona también. E hijo predilecto de Andalucía.

P. ¿Y de Jerez?

R.- ¡De Jerez todavía no me han hecho nada!

P.- Están tardando... ¿No?

R.- ¡Mucho! (Con tono de broma). Ah, y soy hijo adoptivo de Pozuelo, que llevo 17 años aquí viviendo y
la gente me adora.