Un mapa de calor en la sala de operaciones del MAOC (N) revela la concentración de rutas del narcotráfico marítimo que avanzan hacia la Península.

Un mapa de calor en la sala de operaciones del MAOC (N) revela la concentración de rutas del narcotráfico marítimo que avanzan hacia la Península. Marisa Cardoso.

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Entramos en el cuartel secreto de la guerra de la UE contra el narcotráfico marítimo: "España es la puerta de entrada"

EL ESPAÑOL accede al MAOC (N), el centro internacional que vigila desde Lisboa las grandes operaciones antidroga en el Atlántico; un océano lleno de barcos, lanchas rápidas y 'narcosubmarinos' que buscan tierra con toneladas de estupefacientes.

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La ciudad no lo sabe. En la calle hay turistas que consultan un mapa, estudiantes que caminan mirando el teléfono y funcionarios que suben por una avenida de luz limpia. El edificio parece otro lugar anodino más en Lisboa: ventanas discretas, fachada neutra, ninguna señal visible.

Nada indica que, unos metros más arriba, Europa vigila su frontera más sensible. Dentro, sin embargo, el aire cambia. Los pasillos son estrechos, las puertas pesadas, los accesos se abren con un chasquido metálico. Al fondo, una sala desde cuyas cristaleras se alcanza a ver el Atlántico.

Allí, alrededor de pantallas que despliegan rutas, embarcaciones, vuelos y manchas de calor, trabaja el MAOC (N), el centro que coordina la inteligencia antidroga de diez países y que anticipa —con horas o días de ventaja— qué está a punto de tocar suelo europeo. Una analista lo resume sin rodeos: "Si la información no se comparte, el narco gana".

MAOC (N) son las siglas de Maritime Analysis and Operations Centre (Narcotics), el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas contra el Narcotráfico. Es una estructura internacional en la que cooperan de forma permanente diez países europeos y agencias comunitarias para intercambiar inteligencia, analizar patrones de tráfico ilícito marítimo y coordinar, en tiempo real, las grandes operaciones antidroga que se desarrollan en el Atlántico y el Mediterráneo occidental.

Con sede en Lisboa desde 2007, el centro nació por insistencia de los propios investigadores. No fueron políticos quienes lo imaginaron, sino equipos policiales de España, Portugal, Francia, Italia, Irlanda, Países Bajos y Reino Unido, cansados de ver cómo una operación podía descarrilar por una inspección rutinaria en Madeira o en las Azores.

Faltaba coordinación, y en el mar un silencio puede arruinar tres años de trabajo. La idea fue concentrar inteligencia en un único punto, hacerlo rápido, ágil, sin duplicar esfuerzos. Desde entonces, este cuartel funciona como un corazón: recibe la información, la bombea entre países y decide dónde se debe actuar.

El oficial de enlace español, que representa a la Policía Nacional, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera, abre las puertas del 'búnker' secreto del MAOC (N) a EL ESPAÑOL.

El oficial de enlace español, que representa a la Policía Nacional, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera, abre las puertas del 'búnker' secreto del MAOC (N) a EL ESPAÑOL. Marisa Cardoso.

Desde su creación en 2007 y hasta hoy, las operaciones coordinadas desde el MAOC (N) han permitido la incautación de 519 toneladas de cocaína —con un valor estimado de más de 6.000 millones de euros— y 677 toneladas de cannabis, además de más de 2.200 detenciones relacionadas con el narcotráfico marítimo.

Sólo en lo que va de 2025, el volumen de cocaína intervenida supera ya las 87 toneladas, una cifra que vuelve a confirmar la presión constante de las rutas atlánticas hacia Europa.

El MAOC (N) no investiga ni judicializa casos, pero sin su engranaje ninguna gran operación europea existiría. En esa sala se dibuja una fotografía que ningún país podría ver solo. "La idea es unir las perspectivas de diez países y detectar patrones que nadie puede ver individualmente", explican. Y entonces entra en escena España.

"Una puerta, un muro"

"España es uno de los países del mundo que más cocaína incauta", advierte el enlace español, inspector de la Policía Nacional, cuya identidad no puede divulgarse por motivos de seguridad. No lo dice con orgullo: lo dice con gravedad.

Para entenderlo basta un mapa. Los cargamentos que cruzan el Atlántico buscan facilidad, seguridad y coste. La Península Ibérica es la puerta natural del continente. Entrar por Galicia, Portugal o Andalucía es más simple y menos arriesgado que hacerlo por los puertos del norte.

Después, Schengen permite desaparecer sin ruido: "La droga va a pasar por España y Portugal por necesidad. Luego el salto hacia Europa central es inmediato" resume. Y añade una frase que pesa: "Si te pillan, sale barato".

En la sala de reuniones del MAOC (N), donde la bandera de España permanece en primera línea, se deciden en conjunto las mayores operaciones antidroga sobre el Océano Atlántico.

En la sala de reuniones del MAOC (N), donde la bandera de España permanece en primera línea, se deciden en conjunto las mayores operaciones antidroga sobre el Océano Atlántico. Marisa Cardoso.

España reúne un cóctel que las organizaciones criminales reconocen: legislación más benévola, facilidad para asentarse, rutas marítimas y aéreas accesibles y un mercado interno creciente. Y un detalle inquietante: el territorio es finito. "Cuando el espacio se llena y llega alguien nuevo, habrá lucha. Ahí empieza la violencia", dice el enlace.

La situación en el sur ilustra el problema. Riberas tomadas, almacenes clandestinos, pueblos donde las narcolanchas remontan el Guadalquivir como si formaran parte del paisaje natural. "Tenemos decenas de miles de vídeos de vecinos grabando lanchas. Suben y bajan todo el rato. Se ha normalizado", lamenta.

La violencia crece al ritmo de la rentabilidad: persecuciones de día, embarcaciones que embisten patrulleras, guardias que mueren al intentar forzar una interceptación. El ecosistema narco se ha profesionalizado: "Son empresas", admite una de las analistas portuguesas.

La llegada del 'narcosubmarino'

Pero para comprender el salto cualitativo del tráfico marítimo hay que volver a la sala de Lisboa. En las pantallas aparecen puntos rojos en mitad del océano. Un barco que apaga el AIS. Una narcolancha que espera instrucciones a cientos de millas. Un jet privado que modifica su plan de vuelo. Un pesquero que no debería estar mar adentro. Y, cada vez más, un narcosubmarino.

La evolución tecnológica ha transformado por completo el tablero. "Tienen semisumergibles en Colombia. Antes no cruzaban hasta aquí. Hoy sí", explica el enlace español. Los "narcosubmarinos", como se conocen popularmente, cruzan el Atlántico durante dos o tres semanas. Son pequeños, azules, con un perfil tan bajo que no dejan estela.

No se detectan por radar ni por medios ópticos salvo en condiciones muy concretas. Algunos viajan solos, otros reciben apoyo de buques nodriza que les llevan combustible, víveres o repuestos. Pueden mover entre dos y ocho toneladas por viaje, suficientes para que la operación resulte rentable. Muchos son hundidos al llegar para borrar rastros.

Las manos de una analista del MAOC (N), mientras explica cómo los semisumergibles han cambiado el tráfico de drogas por el Atlántico.

Las manos de una analista del MAOC (N), mientras explica cómo los semisumergibles han cambiado el tráfico de drogas por el Atlántico. Marisa Cardoso.

El centro los ha visto de cerca: el primer semisumergible detectado en Europa fue movilizado en Galicia en 2019. "Nadie sabía que era un semisumergible hasta que estaba casi en la costa. Hubo que rehacer todo el plan sobre la marcha", recuerdan.

Desde aquella primera interceptación, el fenómeno no ha dejado de crecer. El propio MAOC (N) ha detectado un aumento de más del 200% en este tipo de plataformas entre 2023 y 2024, una evolución que preocupa por su dificultad de detección y por la enorme capacidad de carga que ofrecen estas embarcaciones.

Junto a ellos sobreviven métodos clásicos. "Siguen utilizando pesqueros, veleros y buques mercantes", explican las analistas. Pero su uso ha cambiado. Los pesqueros venezolanos o brasileños —muchos diseñados para navegar en ríos o cerca de la costa— cruzan el Atlántico cargados con toneladas de cocaína.

Permanecen 30 o 40 días en el mar, sin víveres suficientes, sin mantenimiento. Cuando son interceptados, a menudo están al borde de hundirse. La mayoría de la inteligencia más crítica que maneja el MAOC (N) se apoya en estas embarcaciones: son lentas, vulnerables, pero altamente rentables para el narco.

El avance de las lanchas

El sistema de descargas también ha cambiado. Antes, las lanchas rápidas recogían la mercancía a 200 o 300 millas de la costa. Ahora lo hacen a mil, incluso más allá. "Si nos van a coger a 200 millas, nos iremos a mil. Allí no hay nadie para interceptar", explican la dinámica los analistas.

Cada vez más puntos de encuentro están ubicados cerca de Madeira o Canarias, en pleno Atlántico, donde grupos de jóvenes reclutados en Galicia o en Portugal pasan semanas esperando para recibir las cargas y regresar a toda velocidad hacia la Península.

Las lanchas, por su parte, se han convertido en máquinas de resistencia. Son más rápidas, más duraderas y capaces de soportar largas travesías. "Pueden pasar meses en el mar", advierte el enlace español. Manejan sistemas de navegación no oficiales, GPS internos sin conexión al AIS, comunicaciones cerradas.

El oficial de enlace español muestra a EL ESPAÑOL el auge de las lanchas rápidas en las costas peninsulares y el sentimiento de impunidad con el que trabajan.

El oficial de enlace español muestra a EL ESPAÑOL el auge de las lanchas rápidas en las costas peninsulares y el sentimiento de impunidad con el que trabajan. Marisa Cardoso.

El objetivo es borrar el rastro. España lo ve a diario: "Desde 2017 hasta 2023 prácticamente no había narcolanchas en el Atlántico. Ahora tenemos 47 detectadas allí, y España tiene buena parte de ellas". Las cifras ya no son anomalías, se han convertido en una tendencia.

La variedad de métodos sorprende incluso a los profesionales. El uso de buques de ganado —grandes mercantes con animales vivos— se ha convertido en una modalidad emergente. Son barcos sucios, difíciles de inspeccionar, con cientos de fosas, espacios y compartimentos que dificultan cualquier registro.

Las organizaciones saben que un buque repleto de cerdos o vacas es el último sitio donde las autoridades esperarían encontrar toneladas de cocaína.

Las rutas se fragmentan como si se tratara de una cadena de suministro global. Las diez toneladas que un pesquero puede cargar en Brasil no siempre tienen un único destino. "Una parte puede ir a Portugal, otra a España, otra a Francia o al Mediterráneo", explican. Cada lancha recoge su porción en alta mar y lo reparte en la costa que le corresponde.

Documentación de trabajo del MAOC (N) y material operativo español, sobre la mesa del despacho del enlace español en Lisboa.

Documentación de trabajo del MAOC (N) y material operativo español, sobre la mesa del despacho del enlace español en Lisboa. Marisa Cardoso.

Cooperación internacional

Esa fragmentación también explica por qué el centro es imprescindible. Todos ven una parte del cuadro, pero nadie ve el conjunto. En Lisboa, sin embargo, la imagen aparece completa. Si España recibe información de Colombia y Portugal recibe la misma, es aquí donde se cruzan hilos, nombres, rutas, patrones.

Un investigador levanta la mano. Después otro. Alguien aporta un dato sobre un barco que pasará por Azores. Otro sobre una lancha que salió del Tajo. Otro sobre un semisumergible detectado en mitad de un mal temporal. "Aquí todo se dice en voz alta. Siempre hay alguien que puede aportar algo", sintetiza una analista.

La cooperación también se vuelve logística. Si un barco sospechoso navega a 1.500 millas de la costa, ni España ni Portugal tienen medios allí. Pero Italia sí. O Francia. O un buque holandés en tránsito.

El centro sabe dónde está cada activo y quién puede llegar primero. "Aunque la investigación sea española y portuguesa, si Italia tiene un medio naval que puede apoyar, se pregunta. Esto es lo que permite que lleguemos a tiempo", explican.

Insignias de distintos cuerpos policiales europeos representados en el MAOC (N), símbolo de la cooperación internacional contra el narcotráfico en el Atlántico.

Insignias de distintos cuerpos policiales europeos representados en el MAOC (N), símbolo de la cooperación internacional contra el narcotráfico en el Atlántico. Marisa Cardoso.

España ocupa un lugar clave en ese engranaje. Aporta inteligencia judicializada, experiencia operativa y una red de investigadores acostumbrados a lidiar con organizaciones complejas. "Nadie en Europa investiga como España, por historial. Es primordial", afirma el enlace español.

Y es, al mismo tiempo, uno de los territorios más castigados: "Tenemos en nuestro territorio a todos: colombianos, caribeños, Balcanes, el Sahel. Si preguntas qué cártel quieres, está aquí".

El centro evita predicciones, pero reconoce tendencias: organizaciones más móviles, violencia creciente, cocaína más barata, rutas más largas, mayor penetración social en áreas de la costa sur. "España tiene mucha costa, pero es un territorio finito. Cuando el espacio se llena, la violencia crece. Y está creciendo".

Fuera, Lisboa sigue su curso. Un barco cruza el estuario. Un avión desciende hacia Portela. Nadie mira hacia el edificio. Dentro, una mano se levanta. Un punto rojo aparece en la pantalla. Otra ruta. Otro barco. Otro intento de atravesar un océano donde, desde este cuartel secreto, diez países observan sin pestañear.