A la izquierda, la niña Omayra, fallecida en la tragedia de Armero, y, a la derecha, Jenife, superviente, en una imagen de archivo.

A la izquierda, la niña Omayra, fallecida en la tragedia de Armero, y, a la derecha, Jenife, superviente, en una imagen de archivo. Archivo| Cedida

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Omayra murió, pero Jenifer sobrevivió al volcán que sepultó un pueblo de Colombia hace 40 años: "Fui adoptada en España"

Con sólo 6 días de vida, estalló el Nevado del Ruiz provocando la muerte del padre de Jenifer. Su madre la entregó en Cruz Roja y desapareció. La bebé, adoptada por una familia española, hoy es una mujer que busca sus raíces.

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El 13 de noviembre de 1985, hace justo hoy 40 años, el volcán Nevado del Ruiz desató toda su furia. Su erupción generó una avalancha de lodo, ceniza y piedras que sepultó al pueblo de Armero, en el departamento del Tolima, dejando cerca de 25.000 muertos e incontables desaparecidos. Se trata de una de las mayores catástrofes naturales en la historia de Colombia.

Entre los escombros, una niña de 13 años de ojos negros y voz temblorosa resistía atrapada entre los restos de su casa: Omayra Sánchez. El lodo la retuvo de cintura para abajo mientras el agua le llegaba al cuello. Su agonía, transmitida al mundo entero, duró 60 horas. “Mamá, si me escuchas, reza para que pueda caminar y esta gente me ayude a salir”, alcanzó a decir Omayra antes de morir ante las cámaras de todo el mundo.

Durante sus últimas horas, Omayra mostró una serenidad y valentía conmovedoras. Uno de los rescatistas, Gustavo Lastra, relató años después que con Omayra “se hizo lo humanamente posible”. Contó que pasó horas a su lado, conversando, repasando las tablas de multiplicar, rezando y cantando con ella, momentos que —según dijo— lo marcaron de por vida. Su historia conmovió profundamente a Colombia y al mundo, convirtiéndose en un símbolo de la impotencia humana frente a la tragedia.

La tragedia de Armero, ocurrida el 13 de noviembre de 1985.

La tragedia de Armero, ocurrida el 13 de noviembre de 1985. Cinecolor

A pocos kilómetros de allí, otra niña recién nacida también fue alcanzada por el desastre. Su destino, sin embargo, sería diferente. Se llamaba Jenifer Tapazco. Tenía apenas seis días de vida cuando la avalancha arrasó con Chinchiná, el pueblo donde había nacido. Ella, a diferencia de Omayra, sí sobrevivió.

El padre de Jenifer murió arrastrado por el lodo. Su madre, Dorián Tapazco Téllez, quien apenas tenía 18 años, entregó a su bebé en medio del caos a una socorrista de la Cruz Roja. Fue un acto de desesperación. Desde entonces, Jenifer no ha vuelto a ver a su madre.

40 años después

Cuatro décadas después, en el silencio del antiguo pueblo sepultado, ahora convertido en un cementerio, las cruces se mezclan con la vegetación. Entre ellas, resuena el eco de dos voces que nunca se encontraron, pero que siguen llamándose en la distancia: una niña atrapada bajo el barro y otra que sobrevivió para contar su historia.

“Nunca olvidaré, años después de la tragedia, cuando vi aquellos ojos negros de Omayra en la televisión. Yo era una niña cuando vi esas imágenes. Me daba miedo saber que yo estuve ahí”, cuenta Jenifer en una entrevista con EL ESPAÑOL.

Con los años, Jenifer entendió que existía un paralelismo entre ambas. “Ella buscaba a su madre mientras agonizaba, y yo también busco a la mía a pesar de los años. Yo tuve la suerte de sobrevivir, gracias a mi madre, aunque no alcanzo a recordar hasta qué punto mi madre vio correr en peligro nuestras vidas. Eso es lo que intento descubrir. Ojalá ella me lo cuente algún día”, dice.

Una vez entregada a la Cruz Roja, Jenifer fue ingresada en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) de Manizales. Año y medio después, fue “adoptada por una familia de España”. Tenía dos años cuando llegó a Valladolid. Sus recuerdos de infancia son dulces, marcados por la calidez de su familia adoptiva. “Mis primos iban en mi rescate cuando recibía comentarios racistas por parte de otros niños y niñas”, recuerda.

Jenifer de la Fuente fue adoptada por una familia española.

Jenifer de la Fuente fue adoptada por una familia española. Cedida

Sus padres adoptivos siempre le contaron que habían ido a buscarla a Colombia. “Me enseñaban álbumes de fotos del momento en el que van a recogerme. Me gustaba mirar ese álbum... hasta que un día descubrí que en una de las fotos había una firma que ponía: Jenifer Tapazco”. Aquella firma cambió su vida. “No entendía nada, porque mi apellido era De la Rosa. Y eso me provocó mucha confusión. Es ahí cuando quise entender por qué mis rasgos eran tan diferentes a los de mi familia”, dice.

Años después, sus padres adoptivos le mostraron su expediente de adopción, en el cual figuraba que su padre había muerto en la tragedia y que su madre la había dejado a cargo de la Cruz Roja. “Cuando me enteré de que mi madre me había abandonado, sentí rabia; luego, con los años, fui entendiendo que el contexto era muy complicado. Comprendo que fue una mujer vulnerable. Y he abrazado el perdón al entender las causas que la pudieron llevar a abandonarme”, explica.

Las huellas de Dorián Tapazco

A partir de ahí, empezó su propia investigación, casi detectivesca, para descubrir su origen. Ya de adulta, Jenifer rastreó información en archivos, en la Cruz Roja y en la Fundación Armando Armero, una organización que trabaja por recuperar la memoria de las víctimas. “Tras mucho buscar, di con la coordinadora de un albergue y me contó que mi madre llegó con sólo algunas pertenencias que pudo rescatar. Me dijo que ella era mi madre porque éramos idénticas”.

Según el testimonio de esta voluntaria de Cruz Roja, su madre estuvo yendo al albergue durante varios días para ver a Jenifer. "Me contó que mi madre estaba muy afectada por el fallecimiento de su marido, mi padre, en la tragedia. Y al cabo de varios días yendo a verme, nunca más volvió".

Jenifer de la Fuente, junto a una bandera de Colombia.

Jenifer de la Fuente, junto a una bandera de Colombia. Cedida

Desde entonces, el rastro de su madre se perdió. “No hay ninguna persona en Colombia, ni viva ni muerta, que responda al nombre de Dorián Tapazco”, le dijeron en los registros. Una explicación a esto es que, hasta 2004, los ciudadanos que habitaban en entornos rurales de Colombia no tenían obligación de tener un documento de identidad, con lo cual podrían fallecer sin que quedara registro. "Es posible que falleciera antes del 2004 y que no quedara rastro", apunta Jenifer.

Otra posibilidad es que Dorián Tapazco se cambiara de nombre. "Muchas personas desplazadas que huyen de la guerrilla optan por cambiarse de nombre. Y eso le pudo pasar a mi madre…”, dice. Sin embargo, prefiere ser optimista. “Ojalá mi madre haya reconstruido su vida y tenga otra familia. Eso es lo que le desearía que le hubiera pasado. No pierdo las esperanzas de encontrarla", expresa.

La hermana perdida

En su incansable proceso de búsqueda, Jenifer descubrió algo que no esperaba: tenía una hermana.
“Descubrí que tenía una hermana gracias a Internet. Ella sabía que su madre se llamaba Dorián Tapazco, a la cual llevaba buscándola años. Y como yo también indague mucho, coincidimos a través de las redes”, explica.

Sin embargo, le costó asimilar esa nueva noticia. “Al principio no lo supe encajar, lo llevé muy mal, pensé que era una impostora, pero nos hicimos la prueba de ADN y coincidió”, dice. Desde entonces, ambas comparten la misma búsqueda: encontrar a su madre biológica. “Llevaba sin ver a mi hermana desde 2021, desde la última vez que vine a Colombia, ya que ella vive aquí, y tenía muchas ganas de verla”, expresa.

Después de la tragedia, cientos de niños fueron dados en adopción dentro y fuera del país. Muchas de esas adopciones se realizaron de manera irregular. “Un juez dictaminó que yo tenía que ser dada en adopción, en vez de buscar a mi madre o esperar a que apareciera. A día de hoy leo mi expediente y pienso: ¿cómo se pudo tramitar esa adopción?”.

Otro punto a destacar es que no hubo consentimiento de los padres biológicos. “A muchos padres no se les explicó que no volverían a ver a sus hijos. Todo se hizo muy rápido, a priori, con la buena fe de salvar a los niños. Pero he conocido a muchas madres que me contaron que después de la tragedia no volvieron a ver a sus hijos porque los habían dado en adopción", lamenta.

Jenifer, de adulta.

Jenifer, de adulta. Cedida

Sin embargo, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) asegura que ningún menor salió del país entre 1985 y 1987, pero la historia de Jenifer contradice ese registro. “Si eso fuera real, yo no existiría. Hay evidencias de que viví aquella tragedia y así queda reflejado en documentos y testimonios”, apunta.

En este sentido, la Fundación Armando Armero se dedica a arrojar luz sobre estos casos de menores que fueron dados en adopción de forma apresurada e irregular. "A esta fundación llegan padres que buscan a sus hijos, los cuales no saben ni siquiera si están vivos, y se someten a una prueba de ADN". A la fecha, la organización ha recolectado más de 300 muestras de ADN de adoptados y de familiares con la esperanza de que los cotejos permitan reencuentros. En la última década, han logrado cinco.

'Hija del volcán

La búsqueda de Jenifer se transformó no sólo en un proyecto vital, sino también cinematográfico. Jenifer estudió Comunicación Audiovisual en Valladolid y más tarde realizó un master de Documental cuyo trabajo final consistía en un viaje a América Latina. Allí decidió rodar su documental Hija del volcán. En él, narra el proceso de búsqueda de su madre y reencuentro con sus raíces. “Regresar a Colombia fue una forma de solucionar ese conflicto interior y ese sentido de desarraigo que siempre he tenido", señala.

Así, en 2016 viajó por primera vez a su país natal. En Bogotá se reunió con Francisco González, director de la Fundación Armando Armero. “Francisco me llevó a Armero, porque era noviembre y era el aniversario de la tragedia. Aquello fue algo muy intenso. Lo que vi no se parecía a la Colombia del álbum de fotos de mis padres”.

Ahora, Armero está abarrotado de naturaleza, la cual contrasta con miles de cruces de fallecidos. “Fue muy duro pisar ese suelo donde mis padres lucharon por su vida y por la mía”, manifiesta Jenifer quien, durante años, ha regresado en varias ocasiones —2018, 2019 y 2021— para continuar su investigación y grabar cada avance.

Jenifer de la Fuente, durante la grabación del documental 'Hija del volcán'.

Jenifer de la Fuente, durante la grabación del documental 'Hija del volcán'. Cedida

Sus padres adoptivos la han acompañado siempre en este camino. “Siempre me han apoyado. Siempre han tenido presente a Colombia y la han tratado con un respeto y cariño increíble. Sólo me pidieron, cuando me reencontré con mi hermana, que no les echara en cara que habían hecho una adopción ilegal. Ellos también han cargado con ese dolor”, expresa.

Pregunta.– Si esta entrevista pudiera llegar a los ojos de su madre, ¿qué le gustaría que ella viera o comprendiera de usted?

Respuesta.– Me gustaría que viera que he tenido una vida muy buena, a pesar del sentimiento de desarraigo que siempre me ha acompañado. Que mi familia me ha dado todo su amor de forma incondicional. Pero que ella siempre ha estado en mi corazón y en mi pensamiento... y lo seguirá estando por siempre.