Juan García, este martes, en la puerta del cementerio municipal de Alcantarilla donde descansan los restos mortales de su hija, Carmen.
Un borracho atropelló y mató a la hija de Juan y éste pide que se reconozca el homicidio vial: "El coche era un arma"
Este jubilado pide reformar el Código Penal después de que un conductor ebrio arrollara a su hija en una acera en Murcia y quedase libre en 24 horas, cuando Carmen aún no había sido enterrada. "Por matar un animal vas al calabozo".
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Juan se rompió el lomo trabajando de albañil y con sus propias manos levantó el panteón familiar en el cementerio de Alcantarilla. Allí dejó reservado un nicho para el día en el que Dios, como católico practicante, le llamase a las puertas de San Pedro. Pero el plan se torció por un conductor ebrio que se subió por la acera y atropelló a su hija, Carmen, cuando paseaba a su perro, enviándola al lugar del panteón que estaba reservado para este anciano padre.
Desde aquel trágico miércoles 10 de septiembre, este jubilado, de 81 años, cada día acude al camposanto a dedicarle una oración a su hija porque su pérdida es una herida que no cicatriza. "Me siento impotente. Yo soy un hombre muy católico y no quiero venganza, quiero Justicia. Este golpe que me ha dado la vida no se lo deseo ni a mi mayor enemigo, no se lo deseo ni al conductor que mató a mi hija", tal y como reflexiona Juan García, al lado de la lápida de la difunta Carmen.
Tanta verdad contienen sus palabras que el motivo por el que Juan rompe su silencio por primera vez, desde el atropello de Carmen, ocurrido al lado del concesionario de Mercedes-Benz en Murcia, no es otro que rendirle un homenaje con motivo del Día de Todos los Santos y pedir a las autoridades que se reforme el Código Penal, para incluir la figura del homicidio vial, con el objetivo de endurecer las condenas y las medidas cautelares que se adoptan contra los conductores que bebidos, drogados o conduciendo de forma temeraria, provocan accidentes con fallecidos o heridos graves.
"El coche que atropelló a mi hija era un arma, como el que mata con un cuchillo o con una pistola", sentencia Juan, hablando desde el corazón, mucho mayor que su estatura, la cual no le frenó para trabajar como "un león", sacando adelante a sus tres hijas y sus dos hijos, primero como auxiliar clínico en un centro psiquiátrico y después de albañil, para darles a ellos la oportunidad que a él le robo la posguerra de la Guerra Civil.
"Nadie me devolverá a mi hija, pero por lo menos, que se modifique el Código Penal para que otros conductores no cometan el mismo delito. Si ese hombre estaba borracho, que hubiera aparcado su coche y se hubiera cogido un taxi porque para eso no puede haber excusas", según argumenta este pensionista, para reclamar la implantación del homicidio vial. "Lo quieran mirar como lo quieran mirar los políticos o los jueces, eso es un crimen".
Juan acude cada día al panteón familiar a dedicarle una oración a su difunta hija.
La entrevista de Juan con EL ESPAÑOL tiene lugar en el cementerio, tras terminar con su ritual diario de hablar con su hija, contarle cómo está la familia, limpiar el panteón y rezar por el alma de Carmen García Núñez: la mayor de sus cinco hijos, la supermadre que crió a tres zagales honrados y que no paró hasta que logró tener una niña, a la que mimaba, una adolescente de 16 años que deberá convivir para siempre con el terrible recuerdo de haberse encontrado muerta a su madre.
"Mi nieta pequeña salió a buscar a su mamá porque tardaba mucho tiempo en regresar a casa y era la hora de comer y se la encontró tirada en la acera, junto al perrico", según recuerda Juan, agarrando con ira la cruz y la medallita de la Virgen que cuelgan del pecho de este zapador del Ejército de Tierra, durante el servicio militar, y al que un atropello ha truncado su feliz jubilación como albañil de Obras, Parques y Jardines del Ayuntamiento de Murcia.
"Mi hija murió en el acto del porrazo y mi yerno se gastó 3.000 euros para intentar salvar al perro, pero murió también. Ese conductor mató a una mujer y a un animal que es otro delito". "Pero ese hombre estaba en la calle, con mi hija aún de cuerpo presente, cuando solo por matar a un perro pasas 72 horas en el calabozo. Y hablamos de una muerte clara porque Carmen ni estaba en la carretera: ese hombre invadió la acera y se la llevó por delante".
El conductor, de 60 años, quedó en libertad un día antes de que Carmen García Núñez, con solo 52 años, fuese enterrada el viernes 12 de septiembre en el cementerio de su pueblo en medio de la desolación de su familia. Poco importó que el autor del atropello mortal arrojara en dos mediciones, una tasa de 0'65 y otra de 0,57 miligramos de alcohol por litro de aire expirado, a las 14.50 horas de un miércoles laborable.
Tampoco importó que el atropello se produjera al invadir con su Mercedes la acera por donde Carmen paseaba con su mascota, cuya huella de su pata ha quedado grabada para siempre en la lápida de su dueña.
Estado en el que quedó el Mercedes que conducía bajo los efectos del alcohol un hombre, de 60 años, responsable del atropello mortal de Carmen.
Este sexagenario acabó en libertad, solo 24 horas después de protagonizar un brutal atropello que conmocionó a Murcia porque la víctima mortal era la madre de una familia numerosa. La prisión provisional no se adoptó porque le retiraron el pasaporte, le prohibieron salir del país, le obligaron a comparecer dos veces al mes en sede judicial y ya está: a seguir con su vida hasta ser juzgado, por imprudencia grave con resultado de muerte, intento de fuga y conducción etílica.
Por eso, Juan pide incluir la figura del homicidio vial en el Código Penal, en línea con la iniciativa que está preparando el letrado Pedro López Graña, especializado en temas de tráfico, para que España se equipare a países de la Unión Europea, como Italia, con el omicidio stradale, que castiga con condenas de prisión de hasta 18 años a los que causan fallecidos conduciendo bajo los efectos de las drogas o circulando como un kamikaze.
"Yo no soy nadie para juzgar, pero mi corazón sí juzga el daño que ese conductor le ha hecho a los tres hijos y a la hija menor de edad de Carmen que vio lo que vio, a su marido, a sus sobrinos, y a este padre", según reflexiona este octogenario de forma lapidaria. "Ese señor le ha hecho tanto daño a esta familia y solo porque se permitió el lujo de emborracharse, en vez de hacer lo que haría una buena persona, que es aparcar su coche y coger un taxi cuando estás borracho".
Este sábado 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos y para Juan será una jornada más dura que cuando enterró a su primera esposa, Pilar (2008), a su hermana Teresa (1972), fallecida de cáncer con solo 36 años, o a su hermana Salud (2025). Este atropello ha roto el ciclo lógico de la vida: una hija entierra a su padre y no al revés.
"Tienen que endurecerse las condenas porque no es justo que un señor se escape así", clama Juan, a la vista de que es consciente de que el conductor, de 60 años y nacionalidad española, al no tener antecedentes, si llega a un acuerdo con la Fiscalía podría evitar su ingreso en prisión, pero su hija no saldrá del nicho que estaba reservado para este anciano. "Todo los días vengo al panteón a rezarle a mi Carmen". "El luto no me lo quitaré mientras viva".
La difunta Carmen, sonriente, junto a su pastor alemán.
El duelo de este abuelo con doce nietos está marcado por el proceso penal abierto en la Ciudad de la Justicia. EL ESPAÑOL ha consultado la dinámica que siguió el atropello con fuentes de la Policía Local de Murcia que instruyen el atestado. "En la carretera había visibilidad", según recalca un portavoz policial.
Aquel miércoles 10 de septiembre, Carmen terminó de hacer la comida, poniéndole el cariño habitual para toda su prole, y aprovechó para sacar a pasear a su pastor alemán unos minutos. La mujer se despidió de su hija y bajó a la calle, para seguir la ruta habitual desde el Barrio de La Flora hasta el concesionario de la Mercedes en Murcia, ubicado en la carretera de Alicante, una vía urbana, con dos carriles para cada sentido, y con la velocidad limitada a 50 kilómetros por hora.
"El coche perdió el control tras pasar una curva, se salió de la vía, y arrolló a la mujer cuando paseaba a su perro por la acera". "La curva era hacia la derecha y pudo dar un volantazo, para enderezar su marcha, porque no hay marcas de frenado", tal y como expone el portavoz policial, sobre la dinámica que siguió este atropello marcado por el consumo de bebidas al volante. "No es habitual dar esa tasa de alcohol, un día laborable, y a las dos de la tarde".
El juzgado ha ordenado analizar el móvil del conductor, para comprobar si lo iba mirando en el momento del siniestro. Por su parte, el Equipo de Atestados de la Policía Local inspecciona cámaras de seguridad de la zona, para determinar si el conductor tomó la curva circulando por el carril interior o el exterior, incluso si estuvo a punto de invadir el sentido contrario y por eso dio un volantazo antes de arrasar la acera.
"Está investigándose la velocidad a la que circulaba el Mercedes 200, buscando imágenes de cámaras, con mediciones de los impactos que presentaba el vehículo y la posición final que tenía la víctima". "El conductor no frenó hasta pasados 50 metros". Prueba de ello es que el Mercedes se salió de la carretera y se llevó por delante a Carmen: la esposa que nunca le falló a su marido, la madre cariñosa de cuatro hijos, la mujer activa y amante de los animales, a la que ese conductor atropelló completamente relajada porque estaba sobre la acera.
La ambulancia que se desplazó a la carretera de Alicante, el miércoles 10 de septiembre, tras producirse el atropello mortal de una madre de cuatro hijos.
No hubo testigos directos del impacto, pero sí salieron a la calle los empleados de la Mercedes y de otros comercios, así como vecinos de la zona, ante los ladridos de dolor de un can que agonizaba. Entonces, se dieron cuenta de que el atropello de un perro solo era la punta del iceberg porque una mujer yacía sin vida junto a la carretera de Alicante.
Después, apareció la hija de Carmen, una adolescente que tuvo que sufrir un momento que no se merece nadie: descubrir que su madre estaba muerta, a causa del impacto de un coche que se convirtió en un ariete mortal. Esta menor de edad tuvo que comunicar la trágica noticia a sus familiares.
"El conductor no frenó porque intentó huir hasta que se detuvo varios metros más adelante. Creo que el Mercedes no le respondía o tenía una avería por el golpe", según una testigo. "Ese hombre ni se bajó del coche a ver cómo estaba la mujer".
Juan no se quita de la cabeza la última vez que vio a su hija con vida, justo el día antes del atropello, durante el entierro de Salud, la hermana de este pensionista y tía de Carmen. "Me dio dos besos y un abrazo porque era mi hija mayor, la más apegada a su padre, la que más me quería".
Como siempre que la veía, este pensionista le advirtió de que ejercería de padre, a pesar de que ella ya tenía 52 años, y la llamaría por teléfono para confirmar que había regresado bien a su casa en el Barrio de la Flota en Murcia. "Ella siempre iba en moto y nunca había tenido un accidente".
Juan llegando al panteón familiar en el cementerio de Alcantarilla.
- ¿Cómo encajó que un conductor ebrio arrollara a su hija solo 24 horas después de enterrar a su hermana?
- Juan García: Cuando mi hijo mayor me dijo que un coche había matado a Carmen, me tuve que aguantar porque mi hijo se iba a desplomar. Luego me abrazó y lloramos. Yo no sé cómo no me morí ese mismo día.
No sé cómo puedo seguir resistiendo. Creo que es porque me apoyo en la cruz y el Señor me da fuerza para resistir; menudo golpe me han dado con la edad que tengo.
La voz se le quiebra a este albañil jubilado, con el rostro surcado por la edad, pero que no ha borrado la mirada valiente del zagal que empezó a currar con 15 años, que conoció la fe con las monjas del centro psiquiátrico de La Alberca donde trabajó, que se sacó el título de maestro de obras y una plaza en el Ayuntamiento de Murcia, para que sus hijos pudieran estudiar, algo que él no pudo hacer por la posguerra.
Pero de todas las experiencias vividas por este octogenario, la que más le ha marcado ha sido asistir al entierro de su querida Carmen. "Mi hija trabajaba como una leona para criar a sus cuatro hijos".
"Pido por Dios que modifiquen las leyes de seguridad vial, para que nadie más pase por lo que estoy pasando y para que esos conductores no salgan a la calle y vuelvan a protagonizar otra desgracia porque saben que no les va a pasar nada. He tenido momentos de rabia y los sigo teniendo, pero soy católico y pido que se reforme el Código Penal para que el que la haga al volante, la pague".