En apenas tres meses, la Guardia Civil ha localizado varias macroplantaciones de marihuana vinculadas a clanes albaneses en diferentes puntos de la sierra turolense.

En apenas tres meses, la Guardia Civil ha localizado varias macroplantaciones de marihuana vinculadas a clanes albaneses en diferentes puntos de la sierra turolense. E. E.

Reportajes crimen organizado

Teruel sí existe para la mafia albanesa: el nuevo bastión narco entre "pueblos vacíos" y "montes fértiles" para la marihuana

La provincia aragonesa se ha convertido en un enclave estratégico para células vinculadas al crimen organizado albanés, donde encuentran privacidad y recursos para cultivar marihuana.

Más información: 'Villajoyosa Vice', el escondite entre sombrillas de desertores rusos, narcos y fugitivos: "Es más discreto que Marbella".

Arcos de las Salinas (Teruel)
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Para llegar a Arcos de las Salinas, en Teruel, hay que trazar un rosario de curvas. Subir despacio. Frenar en estrechamientos que obligan a que uno de los dos coches retroceda. Mirar, siempre, a los barrancos que se abren a la izquierda y que parecen querer tragarse la carretera.

Todo suena rural, alejado, casi detenido en otro tiempo. Nadie imaginaría —ni el visitante que se pierde, ni el conductor que sigue las señales oxidadas— que en un lugar así, donde la tarde cae como un telón, la mafia albanesa haya decidido poner su dinero, sus hombres y sus plantaciones de marihuana.

Hace tan sólo unas semanas, la Guardia Civil encontró justo aquí nueve invernaderos levantados con lonas y mallas antigranizo. Se contaron 7.700 plantas. Un campamento entero: una represa en el río, bombas de agua, fertilizantes, ventiladores. Una fábrica vegetal instalada en mitad del monte por profesionales.

La operación, bautizada Perrua Bufi, terminó con cuatro detenidos, todos de nacionalidad albanesa, sorprendidos cuando cuidaban la plantación y que intentaron huir monte arriba antes de ser arrestados por los agentes de la Benemérita.

Imagen aérea de la operación Perrua Bufi, en el que se ve a un detenido en el suelo, tomada desde un dron de la Guardia Civil.

Imagen aérea de la operación Perrua Bufi, en el que se ve a un detenido en el suelo, tomada desde un dron de la Guardia Civil. Cedida.

El monte volvió a cerrarse después, las lonas fueron incautadas, los machetes confiscados, la represa destruida. Y el silencio regresó. Pero no es el mismo silencio: ahora guarda memoria y la sospecha de que otras células vinculadas al crimen organizado albanés hacen lo mismo en terrenos cercanos.

"Encuentran pueblos vacíos y montes fértiles a tan sólo una hora de Valencia", explican a EL ESPAÑOL investigadores de la Comandancia de la Guardia Civil en Teruel consultados para este reportaje. "En todas las plantaciones desarticuladas los detenidos eran de origen albanés, pero hemos comprobado que entre sí no tenían relación", explican, en relación a la organización de los clanes.

Un lugar perfecto

La explicación parece sencilla. La despoblación deja pueblos sin jóvenes, calles sin testigos, campos sin agricultores. Poca presencia humana. Menos aún policial. Pero hay algo más: la autovía. Desde esta zona de Teruel, en menos de dos horas, se llega a Valencia. Y desde Valencia, al puerto. Esa es la clave. Cultivar oculto en la provincia y transportar rápido hacia la costa. Aislamiento y logística. Invisibilidad y acceso.

El mencionado no es un caso aislado. En los últimos meses, la Guardia Civil ha lanzado varios golpes similares. En Fuentes de Rubielos, situado cerca de la frontera con la provincia de Castellón, la operación Sotaviento frustró la reactivación de una antigua plantación. Cerca de dos mil plantas fueron incautadas, y dos albaneses acabaron detenidos cuando descargaban sacos de sustrato y víveres para reinstalar el campamento.

Otros lugares, como Puertomingalvo y Linares de Mora, también se convirtieron en lugares de acción para la Guardia Civil. La operación Sumero permitió desmantelar tres plantaciones con 2.771 plantas y un secadero en construcción de grandes dimensiones; otros dos albaneses fueron arrestados.

El mapa se completa con Arcos de las Salinas, el hallazgo más reciente y voluminoso. Tres operaciones, en tres enclaves distintos de la misma provincia, que dibujan un patrón. En el pueblo, hasta el que se ha desplazado EL ESPAÑOL, algunos preguntan si habrá fiestas porque notan movimiento, coches que llegan con matrículas extranjeras.

"Aunque por aquí turistas no tenemos muchos, la verdad", dice un vecino en el Bar - Restaurante Arcos, el único del pueblo. La mayoría se enteró de las detenciones de los albaneses "por el móvil", cuando la noticia apareció en diarios regionales como el Heraldo de Aragón.

Los narcotraficantes no hacían vida en el pueblo. Dormían en las fincas, en tiendas de campaña, sin levantar sospecha. Exactamente como en los laboratorios clandestinos de drogas sintéticas. Solo que aquí la materia prima era distinta: no había químicos, sino tierra fértil. Un clima propicio. Un monte que funciona como escudo.

Desplazados del Este

Teruel, en realidad, no ha sido nunca el primer destino, según explican los mismos investigadores de la Guardia Civil. La expansión parece más bien un desplazamiento: clanes que operaban en la provincia de Castellón se vieron obligados a buscar refugio unos kilómetros más allá.

Al sur, en el Bajo Aragón, la Benemérita detectó el mismo patrón: pantanos para asegurar agua, montes aislados, jornaleros que bajaban los viernes al bar a emborracharse y cargar el móvil. Ya en 2022, una operación en Castellote y Beceite desarticuló una red con 11.500 plantas. Ocho detenidos.

Un año después, una reyerta mortal precipitó la caída de otra con 5.000 plantas: un muerto, dos heridos, siete arrestos. El eco de esas noches aún vibra en las plazas de esos pueblos.

Cada temporada, los clanes se mueven un poco más. Como agricultores que rotan parcelas. Solo que aquí la cosecha es ilegal y los beneficios se cuentan en cientos de miles de euros. La Guardia Civil persigue, pero sabe que la partida se repite. Como un tablero que nunca se vacía.

En Arcos de Salinas los vecinos desconocían la presencia de los albaneses. Nos enteramos por el móvil, dicen los vecinos.

En Arcos de Salinas los vecinos desconocían la presencia de los albaneses. "Nos enteramos por el móvil", dicen los vecinos. Julio César R. A.

Hace unos meses, investigadores antidroga de la Policía Nacional advirtieron a este periódico de la presencia de diferentes grupos vinculados al crimen organizado transnacionales en zonas despobladas de Soria, Teruel, Guadalajara y Cuenca.

Desde la Comandancia de Teruel matizan, sin embargo, un detalle importante: aunque en todas las plantaciones desarticuladas los detenidos eran de origen albanés, no se ha comprobado que existiera relación entre ellas. Son células pequeñas, autónomas, que replican un mismo método, pero sin coordinación directa.

Una geografía narco

Algo especialmente común en España, donde las mafias operan en células pequeñas, móviles, autónomas. Bajo unas mismas siglas, con la misma disciplina, pero separados. Lo hacen los carteles latinoamericanos, lo hacen los clanes chinos y también lo hacen los albaneses.

En el cannabis, ellos se han impuesto. Plantan aquí para vender fuera. Lo que crece en Teruel no se fuma en Teruel. Viaja hacia el norte de Europa. El modelo es simple: parcelas grandes, campamentos improvisados, riego con bombas, fertilizantes, ventilación.

Una industria oculta bajo árboles y matorrales. Tan invisible que sólo los drones logran detectarla. Y aun así, los drones no siempre son ventaja: también pueden alertar a los narcos de la vigilancia. "Es una lucha de ratón y gato", apunta la Guardia Civil. El narco escucha. Y mientras tanto, la marihuana crece.

Entrada a uno de los campos donde la mafia albanesa cultivaba marihuana en Arcos de las Salinas.

Entrada a uno de los campos donde la mafia albanesa cultivaba marihuana en Arcos de las Salinas. Julio César R. A.

Lazarat, capital del cannabis

Aunque esta historia no empieza en Teruel. Ni en Aragón. Empieza en Albania, en los años noventa. En el pequeño pueblo de Lazarat, al sur del país, conocido como la capital del cannabis de Europa. Allí, familias enteras cultivaban marihuana en terrazas, patios, campos. La policía apenas entraba. El negocio creció con el hambre de Europa occidental.

En 2014, el gobierno albanés lanzó una gran operación para arrasar con Lazarat. Se incautaron toneladas de droga. Pero el efecto fue otro: la diáspora del cultivo. Los clanes se desplazaron a Grecia, Italia, Montenegro. Y, poco después, a España.

Albania arrastraba un índice de paro altísimo. Los jornaleros sobraban. Los clanes encontraron mano de obra barata, disciplinada, que no hablaba y no preguntaba. El salto era lógico: España tenía clima, campo y leyes blandas. Era cuestión de tiempo.

Las primeras operaciones contra albaneses en España datan de los 2000. En la Costa del Sol, colaboraban con italianos y colombianos en el tráfico de cocaína. En Cataluña, se instalaron como distribuidores discretos. En Baleares, invirtieron en hoteles y apartamentos para blanquear.

El periodista David Beriain se adentró en la Mafia Albanesa en 2018 para mostrar los entresijos de la banda criminal.

El periodista David Beriain se adentró en la Mafia Albanesa en 2018 para mostrar los entresijos de la banda criminal. E. E.

Pero la marihuana fue su especialidad. Flexible, barata de producir, fácil de mover. A medida que los precios europeos se disparaban, las plantaciones españolas se multiplicaban. En 2023, en Almería y Granada, se desmantelaron 503 instalaciones indoor.

En Mallorca, las inversiones sospechosas superan los 35 millones de euros. En Cataluña, seis redes fueron desarticuladas en un solo año. La Fiscalía Antidroga lo dice sin rodeos: España es el jardín de Europa. Y en ese jardín, los albaneses ocupan la primera fila.

Laponia española

El triángulo despoblado entre Teruel, Cuenca y Guadalajara se ha ganado un nombre: la Laponia española. Menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado. Carreteras vacías. Campos abandonados. Casas cerradas. Lo que para los alcaldes es un drama, para el narco es oportunidad. El vacío es refugio. El silencio, escudo. El monte, guarida.

Teruel ofrece algo más: está a un paso de Valencia. Eso significa conexión directa con uno de los grandes puertos de entrada y salida del narcotráfico europeo. El monte como escondite, el puerto como salida. El crimen organizado no podía pedir mejor combinación.

Imagen aérea de la operación de la Guardia Civil en Arcos de las Salinas.

Imagen aérea de la operación de la Guardia Civil en Arcos de las Salinas. Cedida.

En los pueblos, la vida sigue como siempre. Los vecinos, en su mayoría ancianos, se enteran de las noticias en la televisión y dicen que se enteraron tarde. La Guardia Civil reconoce que localizar estos cultivos es difícil. Los accesos son complicados, los caminos, muchas veces, invisibles.

En Arcos de las Salinas, el monte ha vuelto a cerrar su silencio. La represa ha sido destruida, los invernaderos incautados. Pero el eco es distinto. Teruel, con su despoblación, es ya parte del mapa del narco. No es un escondite. No es una excepción. Es un hub. Un punto estratégico en la geografía europea del crimen organizado. El monte calla. La marihuana crece. Y el negocio, silencioso, sigue.