Susana, Carmen y los alumnos de sumerio, hebreo, egipcio y acadio en un pueblo de León: "Quiero escribir en jeroglíficos"
Las clases del Instituto Bíblico Oriental están abiertas a cualquier alumno. No hay requisitos previos, sólo interés en conocer los textos bíblicos y las antiguas civilizaciones del Próximo Oriente.
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El Instituto Bíblico Oriental (IBO) de León imparte clases de lenguas que son imposibles de utilizar a la hora de hablar. El sumerio, acadio, hebreo y egipcio tienen más de un admirador y son estudiadas por alumnos sin necesidad de requisito previo, tan sólo la curiosidad y el interés por lo sagrado y por aprender de la cultura del próximo oriente antiguo.
Si ya es complicado cruzarse con una persona interesada en alguna de esas cuatro lenguas, hacerlo con alguien que esté estudiándolas es misión casi imposible. Gracias al IBO, aquellos interesados en su estudio pueden hacerlo a través de profesores expertos en filología clásica o a ámbitos vinculados a los estudios religiosos. El Instituto tiene sede en León, pero cuenta con centros de enseñanza en Cistierna -municipio de León- , Valladolid, Madrid, Santiago de Compostela, La Coruña, Vitoria y Pamplona.
"El estudio de estas lenguas también se ha abordado desde la perspectiva de la religión. Don Jesús García Recio, fundador y alma del IBO, es sacerdote y una de las mayores autoridades en el conocimiento de estas lenguas. En sus palabras, el origen del mensaje de Dios en la Biblia se encuentra en Mesopotamia y Egipto", explica en conversación con EL ESPAÑOL Susana Antón, alumna que estudia las cuatro lenguas en el centro.
Susana leyendo la Tablilla de Dilmun del S.XXI a.C.
Susana no tiene estudios relacionados con este ámbito, de hecho, cursó bachillerato en la rama de ciencias puras y se ha desarrollado profesionalmente en una administración pública local. "Ello supone una dificultad añadida que me ha obligado a repasar y ampliar mis conocimientos de gramática. Y también un extra de paciencia para mis profesores".
Sin embargo, lo que más le ha motivado para comenzar a estudiarlos, pasados los 40 años, es el entusiasmo por lo sagrado y la fascinación por el antiguo Cercano Oriente. La propuesta cultural del IBO no se limita al aprendizaje de idiomas, sino que incluye también charlas sobre historia, tradiciones, pensamiento y espiritualidad relacionadas con estas civilizaciones ancestrales, "cuna de nuestra civilización".
Lleva cursando sus clases en el Instituto Bíblico desde hace seis años, alternando las distintas lenguas en función de sus circunstancias. La dificultad, en este caso del sumerio, se hizo latente nada más empezar tanto en la escritura como en la lectura. El objetivo del instituto con todas las lenguas (hebreo, griego, acadio o egipcio) es manejar una herramienta para la lectura e interpretación de los textos.
Libro de Acadio.
"Cuando en el aula te presentan el sumerio como una lengua ergativa y aglutinante y no entiendes ninguno de los dos conceptos, te planteas por qué no seguir con tus clases de inglés. La lectura de textos que se hace simultáneamente es una gran motivación y donde encuentras su verdadera aplicación", dice Susana.
La primera vez que se enfrentó a un texto en sumerio no podía creer que lo que tenía delante de sí fuera real. No entendía la disposición de las marcas talladas en la pieza de arcilla de tamaño minúsculo y el poco espacio que había entre ellas.
"Creía que era imposible que lo que tenía delante fuera un texto escrito. Una pieza de arcilla cocida que te cabe en la palma de la mano con un montón de incisiones milimétricas dispuestas en horizontal y vertical sin ningún tipo de espacio. Me maravilló pensar en cómo aquellas gentes pudieron sentar las bases de la historia sobre un sistema de escritura que evolucionó desde el signo pictograma, como representación de la realidad, hasta el signo como sílaba ganando en eficacia."
Una alumna del IBO sosteniendo un libro del escritor pionero de la egiptología J.G. Wilkinson
Cuando Susana comenta lo que estudia, la gente se sorprende y, no sólo por estudiar estas lenguas muertas, sino por hacerlo donde lo hace. Reside en una pequeña comarca de la Montaña Oriental Leonesa y "poder acceder a todo este conocimiento es una auténtica rareza. Un lujo que, desde fuera, no se entiende en lo rural, pero al que no pueden acceder mis amigos urbanitas".
Pese a las dificultades a las que se enfrenta cada día con estas cuatro lenguas, Susana no contempla abandonar su estudio. Para ella, acudir a las clases del IBO no son una obligación, sino que acude por mero placer para aprender y escuchar a los "mejores". "Es un lugar de conocimiento y debate y que, en mi caso, funciona como un bálsamo frente a la inmediatez y volatilidad del mundo actual, conectándome con los antiguos e invitándome a la reflexión".
El objetivo es conocer en profundidad el Próximo Oriente Antiguo, sin que ello implique expectativas de convertirse en futura docente del centro, aunque no descarta la posibilidad de colaborar.
"Creo que aún tengo mucho camino por recorrer. Mis profesores son excelentes y disfruto mucho siendo alumna, pero eso no impide que esté a disposición del IBO si en algún momento fuera necesaria mi aportación o soporte en algún aspecto", comenta al periódico.
Actualmente Susana se centra exclusivamente en el sumerio, mientras que Carmen Rodríguez lo hace con el egipcio.
Al igual que su compañera en el IBO, Carmen tampoco procede de la rama de Humanidades. Se dedicó a las ciencias químicas y, aunque nunca se hubiera imaginado estudiar esta escritura, durante un viaje que hizo en las vacaciones, descubrió los templos egipcios y su civilización. "Consideraba el estudio del egipcio para personas expertas en egiptología, inalcanzable, pero vi anunciadas las clases en el diario de la zona y me resultó curioso porque habíamos estudiado la civilización egipcia en bachiller", explica.
Carmen durante una de sus clases en el Instituto Bíblico Oriental.
Comenzó las clases el año pasado, a sus 68 años, y, la primera vez que se enfrentó a un texto en egipcio, quiso abandonar. "Cuando la profesora, Ana María Pérez Cubillo, me envió las presentaciones que había usado en años anteriores, la primera impresión fue que eso era imposible para mí y así se lo comuniqué, pero me recomendó que no me desanimara, que lo intentara de todas maneras".
Desde la desesperación por no entender nada hasta la satisfacción de poder leer frases sueltas, ha sido, según ella, un proceso más rápido de lo normal. Su intención siempre ha sido la de comprender esa civilización, "a la vez antigua y adelantada si la vemos con nuestra perspectiva, además de escribir en jeroglíficos".
Durante las clases prácticas lo que hacen es leer y traducir los textos, mientras que en las teóricas el profesor se dedica a explicar la gramática de la lengua, cómo se conjugan los verbos.
Escritura sumeria.
Lo que más le extraña a Carmen son los pocos alumnos que tiene el Instituto -sólo tiene siete compañeros-, a pesar de tener en un pueblo tan pequeño de la España vaciada un "lujo impagable". "Yo ya estoy enganchada y no entiendo que las clases no estén a tope, tener esta joya ahí en tu pueblo y que no se aproveche ni valore es incomprensible".