
Georgui Todorov Todorov, conocido como Yorki, en la foto del atestado de la Guardia Civil tras su detención por matar a su expareja en Segovia.
El "celoso" Yorki estranguló a su ex Mimi en Segovia y su hija de 4 años lo escuchó todo: "¡La he cagado! Pegadme un tiro"
EL ESPAÑOL accede al atestado de este crimen machista, cuyo protagonista tiene antecedentes por violencia de género y tráfico de drogas y ha contratado al abogado Eduardo Muñoz Simó para intentar reducir su condena al máximo.
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Mimi y Yorki parecían una pareja feliz de cara a sus amigos. Pero de puertas para adentro, Gueorgui Todorov Todorov era un celoso y Malinka Ognyanova Ivanova (Bulgaria, 1991) una mujer tan enamorada del padre de su hija, de 4 añitos, que ni siquiera cortó el contacto con Yorki tras separarse y entrar en vigor una orden de alejamiento por maltratarla, hasta que terminó perdiendo la vida estrangulada en Arroyo de Cuéllar: un pueblecito de Segovia.
Todo ocurrió en el Ford Mondeo de Yorki, en un encuentro aparentemente inofensivo, para hablar sobre las visitas a su hija, pero se saldó con este búlgaro estrangulando a Mimi, a la que sacó de su coche para dejarla como un saco de patatas sobre un camino de tierra de la calle Vegas, a las ocho de la tarde del domingo 13 de octubre de 2024: un día más que jalona la lacra de los crímenes machistas de nuestro país.
Cuando la Guardia Civil llegó a esa pista de tierra, ya sabía que la cosa olía a tragedia por dos motivos. El primero, por la escena que se encontraron: Mimi yacía inerte sobre el suelo, despojada de su camiseta, “con el rostro totalmente amoratado” y “con evidentes signos de estrangulamiento”. Al lado de ella, arrodillado como un miserable, se encontraba su expareja, Yorki, un celoso de manual, gritando a los cuatro vientos su crimen machista, y su hija, un angelito de 4 años, lo escuchó todo.
Así lo recoge el atestado de la Policía Judicial al que ha accedido EL ESPAÑOL y donde unos agentes exponen lo que vieron al llegar: “Junto con la mujer se encontraba su compañero sentimental, Georgui Todorov Todorov, estaba arrodillado, en el lado derecho de la víctima, muy nervioso, llorando y con las manos en la cabeza, mientras nos decía nada más vernos: ‘Avisad a la ambulancia para reanimarla ¡La he cagado! ¡La he cagado! ¿Está viva? Pegadme un tiro’”.
El segundo motivo por el que los guardias civiles sabían que ese servicio sería duro fue por el contenido de la llamada que dio la voz de alarma. Aquel domingo 13 de octubre, un señor que estaba cargando unas sandías, llamó al 112 y narró lo que ocurría en un Ford Mondeo que veía a unos metros: “¡Un tío dice que ha matado a una chica! Dice que la ha matado. Un señor ha salido del coche. Una ambulancia, rápido. Está muerta. La está sacando del coche [...]”.
Asesinato machista
Ese mismo domingo, a las 23.30 horas, la Guardia Civil elevó a alto el nivel de riesgo de Malinka dentro del Sistema de Seguimiento Integral de los Casos de Violencia de Género (VioGén). Pero ya era tarde para la pobre Mimi porque solo unos días después murió en el Hospital General de Segovia, tras ingresar con un edema cerebral por hipoxia e insuficiencia respiratoria grave.
El caso de Mimi pone de manifiesto cuestiones que siempre deberían tener presentes las 100.723 mujeres que sufren violencia de género en España, para no bajar la guardia jamás: un maltratador nunca deja de ser violento; un maltratador instrumentaliza a sus hijos para mantener el contacto con la víctima; un maltratador que vulnera una orden de alejamiento y comunicación con una simple llamada telefónica, deber ser denunciado de inmediato, y bajo ningún concepto hay que reunirse a solas con un maltratador por más que lo implore llorando.
Tales conclusiones se desprenden del atestado de la Policía Judicial donde Petya expone que su amiga de la infancia le confesó que “tenía miedo” de su expareja porque una vez “la agarró del cuello”, y a pesar de ello, después de romper su relación sentimental, Mimi murió estrangulada tras acceder a hablar con Yorki dentro de su Ford Mondeo.
“Dos semanas antes de denunciarle ante la Guardia Civil de Cuéllar, el 9 de septiembre de 2024, Mimi me contó que Yorki la llevó en su coche a un camino del pueblo, la agarró del cuello dentro del coche, con tanta fuerza y durante tanto tiempo, que Mimi creyó que era su último día. Estuvo a punto de asfixiarla”, tal y como revela Petya a los investigadores.
El Ford Mondeo de Yorki custodiado por una patrulla de la Guardia Civil.
Tras aquel episodio del 9 de septiembre, un juzgado fijó una orden de alejamiento de 300 metros sobre el hombre que empezó a ser su novio en 2017 y con el que llegó a romper su noviazgo, pero un año después le dio otra oportunidad y empezó a convivir con Gueorgui Todorov Todorov (Bulgaria, 1988), con antecedentes por violencia de género, por lesionar a una pareja anterior a Mimi, en 2008 y 2009.
“De acuerdo a los registros, le constan varios antecedentes policiales por la Guardia Civil, por delitos de lesiones por malos tratos en el ámbito familiar […]”, según refleja el atestado de la Policía Judicial. Además, durante las dos décadas que llevaba residiendo en España, Yorki también había sido detenido por tráfico de drogas, lesiones y asociación ilícita, antes de empezar a buscarse las habichuelas de forma honrada como camionero -en una empresa del Polígono Prado Vega-.
Tan peligroso historial no disuadió a Mimi, contratada como limpiadora en un hotel, y comenzó a convivir con Yorki en la calle Trinidad de Cuéllar donde tuvieron a una niña. Su amiga desde la infancia, Petya, relata a los investigadores que la relación parecía idílica ante su círculo de amigos: “Parecían una pareja feliz, nadie pensaría que su relación era mala, ya que nunca vi nada extraño, a pesar de que compartimos vacaciones y viajes a Bulgaria”.
Pero su amiga Mimi terminó explotando y seis meses antes de morir le contó a Petya que su vida era un infierno: “A partir de abril de este año, Mimi se abrió y comenzó a contarme episodios de violencia. Aunque fue tímidamente, me dijo que alguna vez la empujaba y la agarraba por el cuello”. “Según Mimi, el problema de Yorki era que es muy celoso, tenía muchas paranoias porque creía que Mimi le ponía los cuernos, algo que no era cierto porque ella quería a Yorki y siempre intentaba arreglar las cosas, aunque ella misma se engañara”.
“También me contó que una noche no la dejó dormir porque quería hablar con ella, algo que es una prueba de sus paranoias. Tras aquella noche, Mimi tenía arañazos en el cuello, algo que ella excusó ante los demás, diciendo que habían sido los gatos de su casa. Pero a mí me contó la verdad: se lo había hecho Yorki al agarrarla por el cuello”. Tales situaciones eran presenciadas por la pequeña de la casa: “Durante esos episodios que creo que no denunció, su hija estaba delante y veía cómo Yorki la empujaba y agarraba del cuello”.
Al fondo, el pueblo de Arroyo de Cúellar, y en primer plano, la pista de tierra donde Yorki dejó el cadáver de su expareja.
El 9 de septiembre de 2024, Yorki trató de estrangular a Mimi y aquel episodio sí lo denunció. La orden de alejamiento trajo consigo la ruptura de la convivencia, pero no del contacto y eso le costó la vida a esta madre, con solo 33 años. Así lo corrobora Petya: “A pesar de que estaba esa orden de alejamiento, Yorki siempre se buscaba la vida para contactar con ella a través de terceras personas […]”. “Aunque yo creo que la niña no le interesaba para nada, lo que realmente quería era hablar con Mimi poniendo como excusa a su hija”.
Poco a poco logró su propósito y a finales de septiembre de 2024, Yorki apareció por el Bar Lorma que Mimi frecuentaba con su amiga, mientras sus hijas realizaban actividades extraescolares. Allí charlaron unos minutos. Cometió un craso error porque tras aquella conversación, él quiso volver a verla el domingo 13 de octubre. La llamó y Mimi le contó que estaba con su hija, con su mejor amiga, Petya, y la hija de esta, cogiendo setas en un pinar de Arroyo de Cuéllar, cerca de los padres de Petya.
“Yorki la llamó por WhatsApp, a las 18.27 horas, Mimi habló con él siete minutos. Escuché que la conversación versaba sobre las visitas a su hija y en saber dónde estaban en ese momento”. “Mimi le describió el lugar donde estábamos y me di cuenta de que iba a venir”. El maltratador usó como herramienta a una niña y logró su objetivo: tener contacto físico con su víctima.
Aquella conversación, sobre las visitas a su hija, le costó la vida a esta mujer víctima de la violencia de género que no interiorizó nunca que su vida corría peligro: “Yorki apareció en el pinar y empezó a reprochar a Mimi que no le dejaba ver a su hija […]”. “Yo me aparté con las niñas, mientras Mimi y Yorki siguieron hablando, reprochándole que no le debía tener miedo, que no le iba a hacer nada, y que si quisiera hacerle algo lo haría. Él gritó en alguna casión, pero no entendí qué decía, parecía estar llorando y luego se abrazaron”.
A continuación, se marcharon de allí: “Mimi subió a mi coche y nos fuimos hasta la casa de mis padres en Arroyo de Cuéllar”, tal y como relata Petya. “Durante el trayecto, me contó que había quedado con Yorki al lado de la casa de mis padres, aunque no quería […]”. Pero accedió a retomar la conversación dentro del Ford Mondeo de Yorki mientras la hija de ambos hacía unas tareas con Petya, en el domicilio de su familia. Entonces, se perpetró el crimen machista: “Pasados unos diez o quince minutos, escuché unos golpes muy fuertes en la puerta trasera de la cochera”.
“Me asusté, pensando que era Mimi. Salí corriendo con las niñas y cuando abrí la puerta, me encontré a Yorki, con los brazos abiertos y los hombros encogidos, sin llorar, diciendo: ‘La he matado, la he matado. Ya está muerta’. Esas frases también las escuchó la hija de Mimi y empezó a llorar [...]”. “Al creer que Mimi estaba muerta, me derrumbé y empecé a gritarle: '¡Hijo de puta! ¿Qué has hecho, hijo de puta? ¡No me lo puedo creer!' A lo que él me contestó: 'Cuida de mi hija, ocúpate de ella'".
Mimi arañó a Yorki en el cuello para intentar salvar su vida.
Mimi peleó por su vida porque Yorki presentaba arañazos en el cuello cuando fue detenido por la Guardia Civil. De hecho, el forense le tomó “muestras epiteliales de las uñas” para buscar restos biológicos. Desde entonces, el búlgaro Gueorgui Todorov Todorov permanece en prisión, a la espera de ser juzgado, bajo la defensa del abogado Eduardo Muñoz Simó.
"Mi cliente colabora en la investigación", tal y como resalta desde el bufete Simó Abogados con despachos en Madrid, Murcia y Águilas. La estrategia de Eduardo Muñoz Simó busca reducir la condena de su cliente, argumentando que trató de auxiliar a su empareja pidiendo una ambulancia al testigo que alertó al 112 y a la Guardia Civil.
"Mi patrocinado está arrepentido desde el primer momento y su grave adicción no le dejó pensar con claridad", según argumenta el letrado. "Cuando ocurrieron los hechos, el primero en socorrer a la víctima fue él. Intentó auxiliarla llamando al 112. Además, lo confesó todo desde la llegada de la Guardia Civil. Evidentemente, esto no justifica lo que pasó, pero son elementos muy determinantes, a tener en cuenta de cara al juicio que se celebrará".

Eduardo Muñoz Simó, abogado del despacho Simó Abogados Penalistas, se encarga de la defensa de los tres investigados.
La Policía Judicial sostiene en su atestado aportado al juzgado que los celos fueron el aparente hilo conductor de este crimen machista -ocurrido en Segovia-.
“De las informaciones recabadas de Petya, su amiga más cercana, Malinka comenzó a contarle diversos episodios de violencia que sufría en su domicilio, en presencia, en algunos casos, de su hija menor de edad. Era relativamente habitual que durante esos episodios de violencia la agarrara por el cuello con la intención de estrangularla”.
“El principal origen de esos episodios, Petya lo atribuye a los celos exagerados que padece Gueorgui y a su obsesión, por creer de forma infundada que Malinka le era infiel con vecinos de Cuéllar”.
“A Gueorgui no se le conocen ningún tipo de adicciones, ni conductas autolíticos, aunque sí muestra, según los testimonios, unos celos exagerados y sospechas de infidelidad, personalizando esa infidelidad en un vecino de la localidad de Cuéllar [...]”.