En una imagen de archivo, el Monseñor Javier Domingo posa junto a la embajadora de Qatar ante la Santa Sede.
Monseñor Javier, el canario jefe de protocolo y responsable del funeral de Francisco: "No logró traer al Papa a las islas"
Aunque nació en Caracas, el sacerdote del Vaticano regresa cada poco tiempo a la isla canaria de El Hierro, donde tiene raíces y a su familia.
Más información: Omella, Osoro, Cobo y los otros tres cardenales españoles que elegirán al sucesor de Francisco: todos son del ala 'progresista'.
El protocolo del Vaticano pasa, desde hace años, por las manos de un hombre que, aunque creció en Caracas, lo hizo escuchando cada día el acento canario de su familia. Monseñor Javier Domingo Fernández González, el encargado de organizar la agenda diplomática de la Santa Sede, nació hace 51 años en Venezuela, pero lleva a El Hierro tatuado en la memoria como quien no quiere, ni puede, dejar atrás la raíz.
Estos días participa en los actos fúnebres del Papa Francisco, de quien fue uno de sus más fieles colaboradores en la Secretaría de Estado. El periódico La Provincia fue el primer medio en recordar que, pese a la solemnidad de Roma, hay una historia íntima que lo devuelve a una casa humilde junto a la iglesia de San Antonio de Abad, en El Pinar, donde nació su padre y aún vive su tía 'Miña'.
Allí, en esa esquina verde de la isla más occidental del archipiélago canario, lo conocen como "el cura del Vaticano", un título dicho con una mezcla de cariño, orgullo y sorpresa. Porque cuando Javier regresa, cada dos o tres años, se instala con discreción en casa de su tía, como un sobrino más que vuelve a sus orígenes. Y sin embargo, cuando se corre la voz de que "da misa el sobrino de Miña", las bancas se llenan como en las grandes celebraciones.
Monseñor Javier Domingo Fernández González es jefe de Protocolo del Vaticano desde 2023, un cargo al que accedió bajo la orden del Papa Francisco, recién fallecido.
Diplomático del Vaticano
Javier es Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en Derecho Canónico por San Dámaso en Madrid, políglota y habituado a las cancillerías del mundo. Ha vivido misiones en lugares tan distintos como India, Nepal, Chad o República Centroafricana. Pero su presencia en El Hierro genera una curiosidad que solo se explica por lo sencillo de su gesto.
Se interesa por lo que piensan los jóvenes del pueblo, por lo que se dice en los bancos de piedra a la sombra de la iglesia, por cómo va la pesca. Sabe, y no lo esconde, que en esos detalles cotidianos también se juega su vocación. Quienes lo conocen desde niño dicen que no se sorprenden de su carrera. Que ya apuntaba maneras, que era aplicado, que tenía una fe profunda.
Pero fue su tía Herminia —Miña— quien, tras perder a dos seres queridos en Venezuela y volver al pueblo, le susurró que el suyo era un destino sacerdotal. Ella fue la primera en creer. Y ella sigue allí, en El Pinar, esperando cada regreso con café y caldo de papas.
Iglesia de San Antonio Abad, en la isla de El Hierro, donde Monseñor Javier Domingo ha impartido misa.
El 21 de julio de 2001, Javier fue ordenado sacerdote. Seis años después, se incorporó al cuerpo diplomático del Vaticano. En 2023, el papa Francisco lo nombró jefe de Protocolo, un ascenso que confirma su peso en los equilibrios internos de la Santa Sede. También fue responsable de las relaciones con América Latina y África.
Desde ese lugar privilegiado, nunca ha dejado de seguir "con mucho interés" lo que ocurre en Canarias, especialmente en relación con la migración, uno de los temas que más consideraba el Papa Francisco. Conoce las cifras, pero también los silencios. Entiende los matices que escapan a los titulares porque los ha visto desde ambos lados del océano. Y El Hierro, a la que regresará pronto, es uno de los lugares del mundo que más están sufriendo actualmente esa crisis migratoria.
Y quizá por eso, aunque nunca lo haya dicho en público, le dolió que el Papa Francisco no llegara a pisar la pequeña isla canaria. "No logró traerle a las islas, aunque lo intentó", sostiene su círculo en las islas. El Pontífice argentino, que falleció el pasado 21 de abril en el Vaticano, expresó en varias ocasiones su deseo de visitar el Archipiélago.
"Pienso un poco en esto, en ir a Canarias", llegó a decir en septiembre de 2024, tras un viaje a Asia. Quería —contó entonces— "estar cerca de los gobernantes y el pueblo canario", conocer de primera mano la realidad migratoria de la frontera sur de Europa.
De hecho, hace tan sólo tres meses, el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, y el vicepresidente, Manuel Domínguez, viajaron a Roma para trasladarle a Francisco la emergencia humanitaria de la ruta migratoria canaria. Pero la agenda y las circunstancias impidieron esa visita de Francisco a las islas. Ni siquiera una escala, ni siquiera una parada simbólica. El viaje nunca se concretó. Fue un deseo que quedó en el aire.
El protocolo del funeral
Monseñor Javier Domingo Fernández González no solo coordina los detalles logísticos del funeral de Francisco: ha sido el encargado de adaptar el protocolo a la medida del pontificado que hoy se despide. Su labor ha consistido en traducir en gestos litúrgicos y diplomáticos la austeridad que caracterizó al Papa argentino desde el inicio de su mandato. Por eso, en lugar de fastos grandilocuentes, el ceremonial ha sido diseñado con sobriedad, recogimiento y un tono marcadamente pastoral, más cercano al pueblo que al boato.
Llegada del féretro del Papa Francisco I a la Basílica de San Pedro. EFE
En cada decisión —desde la disposición del féretro hasta el orden de los saludos oficiales—, Javier ha procurado ser fiel al estilo de Francisco, quien durante años insistió en reducir la pompa vaticana y humanizar la figura del pontífice. La despedida de Francisco no podía ser una excepción: debía ser coherente con su mensaje. Y ha sido Javier, su antiguo colaborador en la Secretaría de Estado, quien ha tejido ese equilibrio entre el peso simbólico de la tradición y el espíritu reformista que definió al Papa que quiso ser simplemente "el obispo de Roma".
En el Vaticano, donde el duelo se respira en cada pasillo, Javier Domingo Fernández González prepara estos últimos actos litúrgicos para despedir a Francisco. Sabe que será observado, como siempre, con el rigor que exige su cargo. Pero también sabe —y quizá eso pese más— que su tía Miña, en El Pinar, lo verá por la televisión. Que alguien dirá en el bar: "Ese es el sobrino de Herminia". Y que en algún momento, cuando todo pase, volverá a casa. Aunque sea por unos días.