A la derecha, P., en 2010, cuando ya tenía la casa de la tía a su nombre, siendo ordenado como diácono por el obispo.

A la derecha, P., en 2010, cuando ya tenía la casa de la tía a su nombre, siendo ordenado como diácono por el obispo. Cedida

Reportajes

El diácono al que su tía regaló su casa a cambio de cuidarla: la pierde por no ir a verla en 12 años

El hombre convenció a la anciana a que pusiera la casa a su nombre a cambio de cuidarla hasta su muerte: el día que lo llamaron del hospital para decirle que la mujer, de 93 años, se había caído en casa y roto tres costillas, alegó que no podía ir porque tenía misa.

26 noviembre, 2023 02:55

Viene en la Biblia. En concreto, en el Libro de Timoteo de los Hechos de los Apóstoles. Los diáconos "deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles". Un diácono, para la Iglesia católica, debe ser un reflejo de Jesucristo. 

Y P., que es diácono, ordenado por un obispo en 2010, en una provincia andaluza, acaba de perder la casa que obtuvo gratis en 2008 a cambio de comprometerse mediante un contrato vitalicio a cuidar y acompañar hasta su muerte a su tía materna. No solo se hizo con la vivienda de su tía sin pagar un duro: es que no fue a visitarla en más de 12 años.

La casa pasó a sus manos en 2008. En 2019 le llamaron del hospital para que acudiera rápidamente. La señora se había caído en casa, había sido rescatada por los bomberos y se había roto tres costillas. P. alegó que tenía misa y no podía ir. De hecho, no fue al hospital como tampoco fue nunca a verla. Al año siguiente, la mujer falleció. Pero la tía Dori, con la mente perfecta hasta su muerte hace 3 años, ha ganado este mes la batalla, como el Cid. Después de muerta.

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El hombre sigue siendo diácono, y no es la primera vivienda que P. obtiene con este modus operandi: antes, en 2005, se hizo con la casa de sus padres.

El ministerio eclesiástico, que es el de los hombres dedicados al servicio de Dios, comprende tres grados diversos del sacramento del orden sacerdotal: los obispos, los sacerdotes y los diáconos. Los tres deben ser, sobre todo, un reflejo vivo de Jesucristo que no vino a ser servido, sino a servir.

La hermana de P., Lucía, cuenta a EL ESPAÑOL que lo primero de todo lo que hizo su hermano en su ansia inmobiliaria fue que sus padres pusieran a su nombre la casa familiar, ocultándolo, en detrimento de la herencia de sus cinco hermanos. En la escritura, el precio fue de 48.000 euros. El acuerdo era la titularidad de la casa, a cambio de cuidarlos a los dos hasta que fallecieran. Solo cumplió con el padre, quien falleció en primer lugar. A la madre la cuidaron los demás por turnos. De hecho, fue P. quien "elaboró el cuadrante de turnos" para cuidarla entre los hermanos. Fue así hasta que ingresó en una residencia de ancianos, donde falleció. "Aquello se dejó pasar", resume la mujer.

Para cuando P. se hizo con la casa en la que se crio, ya disfrutaba de otra, que ya tenía su mujer. Era de la abuela, y se consiguió, según precisa Lucía, con el mismo proceder: pon la casa a mi nombre y yo te cuido hasta que te mueras. Fue antes de que se casaran. Por eso, con los años, a Lucía le cuadra ahora que a la boda de su hermano, por la familia paterna de su cuñada, no fuese nadie. Tambien con los años constataron que el piso de la madre y de la tía fueron adquiridos por P. y su mujer "bajo una compraventa ficticia sin tener que desembolsar dinero alguno".

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Para la tercera casa, la de la tía Dori, los hermanos le echaron en cara a P. que no iba a verla ni se preocupaba por ella. el diácono, P., les espetó: "La tía Dori que se pague a quien la cuide, que tiene mucho dinero". Y Lucía, quien finalmente era la sobrina que estaba cuidando a la tía Dori, ya no pudo más cuando la oía lamentarse por haber perdido la casa sin recibir nada a cambio.

Dora, la tía anciana fallecida en 2020, con su sobrina Lucía.

Dora, la tía anciana fallecida en 2020, con su sobrina Lucía. Cedida

Ahora una jueza ha determinado que P, por incumplir el contrato vitalicio ligado a la vivienda, ha perdido la propiedad del inmueble. Le condena además a hacerse cargo de todos los gastos que conlleva cambiar la titularidad de la casa.

La tía Dori, engañada y desengañada, ya no podrá verlo. Murió con 94 años, el 23 de noviembre de 2020, cuando ya había ganado en primera instancia y había puesto en marcha la segunda, contra el recurso de casación interpuesto por el sobrino diácono. "A mis padres les hizo una compra ficticia", cuenta Pilar. "Pero para cuando lo de mi tía, lo de comprar una casa por una peseta ya no era posible, lo que hizo fue llevar a mi tía al notario. Cuando el notario le preguntó si por la casa le habían pagado 80.000 euros, mi tía dijo que sí, cuando nunca le pagaron nada". Pasaron más de diez años hasta que la mujer, que había pasado del dolor del desengaño al enfado, decidió resolver aquel acuerdo.

Pilar, casada, con hijos y nietos, fue un día a ver a su tía Dori a su casa. "Estaba totalmente desnutrida, desquiciada, preocupada, molesta y abandonada. Fue cuando me dijo que mi hermano P. le había quitado el piso", cuenta a EL ESPAÑOL. De aquello hacía ya tres años. Tras constatar la catarata de avisos e incidencias al 112, a Bomberos por numerosas caídas y a la Ayuda a Domicilio, Pilar se hace cargo de su tía, quedándose a dormir y arreglándole la ayuda a domicilio.

La Seción Segunda de la Audiencia provincial ha desestimado ahora el recurso de apelación interpuesto por P. contra la sentencia que sí pudo ver Dori. Ha quedado todo acreditado "con informes de asistencias medicas recibidas por la actora, donde reflejan que nunca era acompañada por su sobrino o esposa (demandados), o informes del servicio de Ayuda a Domicilio o Teleasistencia, donde han intervenido como testigos profesionales de este servicio acreditando que no vieron nunca a los demandados en la vivienda de la actora, ni asumían ninguna clase de cuidado o supervisión del cuidado respecto a la actora. Que siempre estaba sola, o con algún familiar distinto a los demandados".

Lo indudable y lo que queda "suficientemente acreditado por las pruebas practicadas" es que P., el diácono, y su mujer, "conociendo por la anterior sentencia la existencia de un contrato vitalicio entre las partes, y sus obligaciones, no prestaron la asistencia y cuidado a la que se obligaron, y que esa ausencia de cuidados se valora como un claro y voluntario incumplimiento contractual que se constituye necesariamente en causa que justifica la resolución del mismo por la actora, y la restitución de la vivienda a la heredera de la actora (ya fallecida)". El caso lo ha llevado el Bufete Ortiz Abogados.

Al diácono, la jueza le impone el pago de las costas procesales, además de 56.834,18 euros, en concepto de todos los gastos registrales para devolver la casa, ¿A quién? A la heredera, Pilar, la hermana de P.: quien sí estuvo cuidando a la mujer hasta su fallecimiento. El Evangelio.