Carlos Areces (izq) posa junto a Francisco Ibáñez (dcha)

Carlos Areces (izq) posa junto a Francisco Ibáñez (dcha) Cedida

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Carlos Areces, el mayor coleccionista de Ibáñez: "Era el antidivo, se veía a sí mismo como un obrero"

El actor y humorista, obseso de la obra del dibujante, opina que los cómicos españoles le deben mucho al autor de Mortadelo y Filemón.

16 julio, 2023 02:43

Pocas casas en España de niños de los sesenta, setenta u ochenta debe haber que no tengan al menos un tebeo de Mortadelo y Filemón, Rompetechos, 13 rue del Percebe, Pepe Gotera y Otilio o El botones Sacarino. Carlos Areces, que nació en Madrid en 1976, los tiene todos. Absolutamente, casi sin excepción. “Bueno, desde que Ibáñez comenzó a escribir de forma profesional en 1952, creo que me falta una colaboración para un suplemento de un periódico y un ejemplar del DDT [una revista de historietas cómicas que dejó de editarse en 1973]”, asegura. No puede haber nadie que conozca mejor la enorme creación de Ibáñez, ni siquiera el propio dibujante, fallecido este sábado en Barcelona. “Cada vez que lo veía, le tenía que explicar yo mismo su propia obra”. 

Ese niño que comenzó devorando las viñetas de algunos de los personajes más icónicos de España, claro, quiso ser ilustrador. “Es normal, a cualquiera que le gusten las artes o las ilustraciones busca imitarlos”, insiste. Lo consiguió, aunque ahora en su currículum luzca primero la profesión de actor, humorista, cantante o showman. La que es menos conocida es su faceta de coleccionista de cómics: “Yo qué sé, tendré más de 20.000 en total. Es que soy un coleccionista enfermizo, y completista, además, que es lo peor”. Es decir, de los que les gusta tener todas las obras completas. 

Portada de  'Valor y... ¡Al toro!', de Francisco Ibáñez

Portada de 'Valor y... ¡Al toro!', de Francisco Ibáñez

No le pasa sólo con los cómics. Areces también acumula en su casa fotografías de muertos, de comuniones ajenas, muñecos de Playmobil, vinilos o figuras de las Spice Girls. “Lo de los tebeos empezó cuando era un niño. La primera semana que comí bien en mi vida, porque entonces comía de mierda, mi madre me regaló un cómic, que era ‘Valor… ¡Y al toro!’ de Mortadelo y Filemón. Y me pareció divertidísimo, era el álbum mejor dibujado de la historia”. Y de ahí, a las decenas de miles de páginas, con todo el polvo que deben tener acumuladas.

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Con el paso de los años, coincidió varias veces con Ibáñez. “Era muy curioso, porque él enseguida te hacía un dibujo en ese momento y yo le llevaba alguna de sus publicaciones suyas. Y él me decía, ‘¿pero esto qué es, esto de dónde sale?’ Era un dibujante compulsivo y tan pronto como terminaba un trabajo, estaba pensando en el siguiente”, insiste Areces. A él también le hizo su propio dibujo, el que ilustra este reportaje.

Esta actitud ingenua contrasta con la del coleccionista esforzado, el obseso que se empeña en conocer todos los detalles, recopilar hasta el último de los trazos. “No, no, él ni recordaba lo que había hecho, no le daba importancia”, cuenta. “Recuerdo que le hice una entrevista, le hablé de una vez que discutió con sus editores y empezó a dibujar otros personajes que no eran Mortadelo y Filemón. Finalmente el editor rectificó y ese libro terminó con ilustraciones de Mortadelo y Filemón pegadas encima de los otros personajes. Yo conseguí esos originales, que no los tenía nadie, me parecía una historia súper original y él ni se acordaba. Ni tampoco tenía el menor interés en recuperar aquello que para mí era un fetiche”. 

Autorretrato de Ibáñez junto a muchos de sus personajes, entre ellos Mortadelo, Filemón, Ofelia, el superintendente Vicente, el botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio

Autorretrato de Ibáñez junto a muchos de sus personajes, entre ellos Mortadelo, Filemón, Ofelia, el superintendente Vicente, el botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio

Según Areces, “Ibáñez no se daba ninguna importancia, era lo menos autor que te puedes imaginar, un antidivo. Él se definía como un obrero de la construcción”. Hay otro momento que lo demuestra: “Yo había entrado en contacto con él a través de J.L. Martín, que en ese momento era director de El Jueves. Le propuse a Ibáñez hacer un documental sobre él, yo quería verle dibujando. Pero él se negó, se excusaba con otras cosas. Decía que había producido mucho, pero que no sabía dibujar”. Tampoco le gustaban las entrevistas, “se aprendía cuatro chistes y los repetía siempre, se le notaba incómodo”, añade Areces. 

Para niños y adultos

Vendió más de 100 millones de ejemplares. Si Ibáñez tiraba por tierra su trabajo, sus lectores lo reivindicaron. Antes que experto en ilustración, Carlos Areces fue parte de ese público fiel. “No es verdad en absoluto que su calidad artística no fuera elevada. Si tú coges los primeros cómics hay una evolución importante de la imagen y los personajes. A partir de los años setenta cambia completamente la ilustración en España. Las historias tenían mucho dinamismo, una concatenación de gags tremenda e introduce elementos novedosos como el humor negro”. 

Para Areces, incondicional también de Los Simpsons, hay ciertas similitudes entre los personajes de Matt Groening y Mortadelo y Filemón. Estos últimos en formato cañí, por supuesto. “Mortadelo y Filemón gustaban a niños, pero también a adultos, tenían una segunda lectura con ese tono de crítica social. La diferencia, quizás, con Los Simpsons es que estos sí que estaban orientados directamente a un público adulto”. 

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Los agentes de la TIA hablaban de las relaciones laborales, de las formas de escaquearse o de hacer todo de cualquier manera. Se convirtieron en un estereotipo del español chapucero, de la ley del mínimo esfuerzo. “También lo eran Pepe Gotera y Otilio o los personajes de 13 rue del Percebe, pero no fue algo forzado, no hubo una campaña de marketing detrás para apuntalar esta idea. Se creó, simplemente, a base de seguir produciendo y del éxito que tenían estas historias”, afirma el actor y humorista.

Francisco Ibáñez en 2016. Foto: EFE/Toni Albir

Francisco Ibáñez en 2016. Foto: EFE/Toni Albir

La influencia en los cómicos

Sus favoritos son ese primer ‘Valor… ¡Y al toro!’, ‘El caso del bacalao’ o el cómic sobre el Mundial del 82. La revista Super Olé publicó durante años varias ediciones de Mortadelo y Filemón en mundiales y Juegos Olímpicos, “aunque a él no le interesaba en absoluto el fútbol, pero sabía que estas historias se vendían muy bien”. 

Para Carlos Areces, “el humor le debe mucho a Ibáñez. Toda una generación de cómicos lo han leído y eso ha dejado una huella en lo que han hecho después”. Y no sólo en esa figura del monologuista. También es evidente la influencia en ‘La comunidad’ de Álex de la Iglesia, en la serie de Manolo y Benito ('Manos a la obra') o en ‘La que se avecina’.

“Para mí la mayor injusticia que se ha hecho con Francisco Ibáñez fue no darle el premio Princesa de Asturias. Se especuló con ello varias veces, pero al final siempre salían otros. Él se quitaba importancia y decía que no lo merecía”, asevera Areces. Así era Francisco Ibáñez, burlón y esquivo, un español corriente, como sus personajes.