Los cinco crímenes sin resolver de la comarca de Ferrol.

Los cinco crímenes sin resolver de la comarca de Ferrol. Lina Smith

Reportajes

Ferrolterra, la comarca maldita de los crímenes sin resolver: cinco asesinatos sin culpables

Entre 1992 y 2013 fueron asesinados Amalia Orjales, Miguel Sánchez, Jesús Rivas, José Romero y Elisa Abruñedo. Ningún caso está resuelto. 

19 diciembre, 2022 02:17
Ferrol

Amalia, Miguel Ángel, Jesús, José y Elisa. Ninguna de estas cinco personas se conocían entre sí. Seguramente nunca cruzaran una palabra, ni compartieran una mirada, ni siquiera supieran de la existencia de los demás. Pero todos tienen algo en común: murieron de forma violenta en la comarca de Ferrol (La Coruña) y sus crímenes siguen sin resolver a día de hoy.

El primero tuvo lugar en junio de 1992. El último, en septiembre de 2013. Todos se produjeron de manera distinta y, seguramente, por motivos muy dispares. En este reportaje figuran tres apuñalamientos, un apaleamiento y un tiroteo. Una de las víctimas, además, sufrió también una violación. Sobre todos planea una misma incógnita: ¿quién lo hizo y por qué?

Este periódico ha viajado hasta Ferrolterra para indagar en estos asesinatos sin resolver y hablar con quienes los vivieron de cerca. Estas son las cinco historias que sitúan a esta comarca gallega en un puesto destacado en el mapa de la crónica negra española.

Las 300.000 pesetas de ‘Luquita’

El primer suceso de esta trágica serie tuvo lugar el 5 de junio de 1992 con el asesinato a puñaladas de Amalia Orjales Beceiro. La mujer fue asesinada en su casa, ubicada en la parroquia de Serantes. Luquita, como era conocida por sus allegados, tenía 67 años, estaba soltera y no tenía hijos.

Según el relato que reconstruyó la Guardia Civil entonces, aquella noche estaba viendo la televisión cuando alguien entró a hurtadillas en su casa, aprovechando que la mujer era sorda, y con la intención de robarle 300.000 pesetas en efectivo que tenía escondidas en una manta eléctrica. Todo indica que la persona conocía a la mujer de cerca.

Sin embargo, el ladrón se vio sorprendido por la anciana y decidió acabar con su vida. Luquita recibió 20 puñaladas esa noche. Además, el asesino no encontró lo que buscaba. “Se habló de si fueron unos gitanos, pero nunca se supo”, recuerda Lucía, vecina de la zona, que vivió los hechos de niña y que conoció a la víctima. “Tenía muy mala leche esa señora”, señala. “Hubo gente que dejó de venir después de lo que pasó”.

La vivienda donde fue asesinada Amalia Orjales, en Serantes (Ferrol).

La vivienda donde fue asesinada Amalia Orjales, en Serantes (Ferrol). Jaime Susanna

Al día siguiente, su sobrino Ramón, que la visitaba a diario, se encontró con el cadáver de la mujer. A partir de ese momento se sucedieron una serie de negligencias que entorpecieron totalmente la investigación. No está claro si la primera patrulla de policía local se encontró el escenario lleno de gente o si les dejaron pasar, pero la escena del crimen quedó para siempre contaminada con las huellas y el ADN de numerosos vecinos.

La investigación se centró en el entorno cercano de la víctima, ya que el asesino sabía que Luquita era sorda y que guardaba dinero en efectivo en su casa. Sin embargo, los investigadores no consiguieron hallar suficientes pruebas para señalar a un culpable y la causa quedó archivada. El caso prescribió en 2012. Actualmente, la casa de Luquita permanece vacía y a la merced del paso del tiempo.

Disparos en la gasolinera

La noche del 23 de febrero de 1999, Miguel Ángel Sánchez Bouzas estaba trabajando solo en la gasolinera de Laraxe, en Cabañas, cuando fue tiroteado hasta la muerte. “Le pegaron tres tiros en el torso y cuando quedó tendido en el suelo, se echó un brazo a la cabeza para cubrirse la cara. Le pegaron un cuarto tiro que le atravesó el brazo y le quedó alojado en el cerebro. Fue rematado en el suelo. En un principio dijeron que fue un robo para cobrar el seguro, pero no fue un robo”, explica su hermano, Pedro Sánchez Bouzas, que recibe a este periodista en su casa. “Ya me gustaría que hubieras aparecido hace 23 años”, lamenta.

Pedro Sánchez Bouzas sostiene un retrato de su hermano Miguel Ángel, asesinado a tiros en febrero de 1999.

Pedro Sánchez Bouzas sostiene un retrato de su hermano Miguel Ángel, asesinado a tiros en febrero de 1999. Jaime Susanna

Miguel tenía 26 años cuando fue asesinado. Las primeras habladurías —y la brutal forma del crimen— indicaron que se trataba de un ajuste de cuentas, pero su hermano mayor niega rotundamente que fuera algo así. “Mi hermano Miguel tenía relación con una prostituta colombiana que trabajaba en el club Night Caprice de Barallobre y la sacaba de allí esporádicamente. Creo que el motivo de su asesinato proviene de ahí. Él ni andaba con drogas, ni andaba con gente mala”, prosigue su hermano. “Él nunca dijo sentirse amenazado, ni se esperaba algo así. Nunca nos dijo nada. Ni a mí, ni a mi madre, ni a nadie”.

“Mi hermano era un chaval de pueblo que andaba con sus amigos. Le gustaban las copas y las mujeres. Pero no andaba en drogas, ni fue un ajuste de cuentas de trapicheos porque él no tenía dinero”. Para Pedro la clave del crimen gira en torno al citado prostíbulo. “Ese club tenía muchísimo movimiento en el año 99. Ahí paraba mucha gente importante y de uniforme. Ahí paraba de todo. No se dio cuenta de lo que significaba sacar una chica de ahí. Ahí había un tema de trata de mujeres”.

La gasolinera donde fue asesinado a tiros Miguel Ángel, en Laraxe.

La gasolinera donde fue asesinado a tiros Miguel Ángel, en Laraxe. Jaime Susanna

“Dos o tres años después se supo que un guardia civil de la zona tenía una relación con la madame del club”. Pedro todavía conserva el recorte de periódico con la noticia de que el sargento de la Guardia Civil José Manuel López estaba siendo investigado por trata de blancas. “Yo no estoy diciendo que fuera él. Yo creo que el presunto asesino de mi hermano fue el dueño del Night Caprice, por intentar distanciar a esa chica del club”. El dueño murió pocos años después del crimen por un cáncer.

“Un par de días después del asesinato, una empleada de la gasolinera encontró el único casquillo de bala que quedó sin recoger por el asesino”. El casquillo en cuestión coincidía con una 9 milímetros parabellum, es decir, la munición usada en las armas reglamentarias.

Miguel Ángel Sánchez Bouzas junto a una de sus sobrinas.

Miguel Ángel Sánchez Bouzas junto a una de sus sobrinas. Jaime Susanna

“Hubo algunos detenidos, algunos crápulas de la zona. Pero todo eso fue para desviar la atención. Fue todo una tontería”, explica. “Hubo gente que hizo esfuerzos porque no se siguiera investigando este caso. Estarían mandados desde arriba, seguro. Querían dejarlo correr y que se olvidara. La chica [que respondía al nombre de Paula, según el sumario] desapareció del club en cuanto se produjo el crimen. No se la interrogó siquiera”.

“No estaba ni localizada ni identificada. Me cansé de preguntarles qué pasaba con ella y siempre me respondían que no había medios”. Pedro facilita a este periódico el extracto del sumario que corrobora que no se hizo ningún esfuerzo por localizar a esta persona. A los pocos meses el juez archivó la causa, con una celeridad impropia de un caso de asesinato. “Estuve muchos años intentando que se abriera el caso, pero ya tuve que dejarlo porque me estaba afectando mucho”. El caso nunca se volvió a abrir y prescribió en 2019, pasados 20 años.

—¿Tiene la esperanza de que algún día se sepa lo que pasó?

No creo, no creo. Pero sí me gustaría que se les viera la cara a los que encubrieron el crimen de mi hermano… Y que mi madre supiera la verdad.

El portero de Zebra

Jesús Rivas, más conocido como Suso Pericas era portero en la extinta discoteca Zebra de Ferrol. A las 8 de la madrugada del 9 de septiembre de 2006, tras una larga jornada de trabajo, el portero cogió su ciclomotor para irse a casa. Suso arrancó su moto y enfiló la calle A Coruña con el casco en el brazo. En el cruce con la calle del Sol, un individuó salió de entre dos coches y le propinó un brutal golpe con un bate de béisbol.

El primer golpe mató en el acto a Suso, pero el asesino la tomó con su cuerpo y le propinó otra serie de golpes en el suelo. Luego, emprendió la huida a pie y se perdió por las calles de Ferrol. El cuerpo sin vida del portero quedó tendido en la calle junto a su siniestrada moto, a la vista de cualquier viandante.

Local donde se ubicaba la antigua discoteca Zebra.

Local donde se ubicaba la antigua discoteca Zebra. Jaime Susanna

Varias personas fueron testigos del asesinato y fueron interrogadas por la policía. Gracias a sus declaraciones, los agentes pudieron confeccionar un retrato robot del presunto asesino, que apuntaba a un varón de origen brasileño. Finalmente, un hombre de estas características fue detenido.

Sin embargo, la ronda de reconocimiento con los testigos no resultó como los investigadores esperaban. Una de las personas que presenció el crimen dijo que el detenido se ajustaba al perfil del detenido, pero no pudo asegurarlo. otras dos personas declararon en términos similares, mientras que un cuarto testigo aseguró que no se trataba del asesino de Suso.

Los investigadores volvieron a la casilla de salida, pero se abrió otra línea de investigación gracias a un coche robado hallado en un camino de Pazos. La clave fue que en el vehículo se halló un palo con manchas de color oscuro y que podía tratarse del arma homicida. Sin embargo, la investigación no logró vincular el coche con el asesinato del portero.

En junio de 2007, un año después del suceso, el juez archivó la causa por falta de pruebas. Los agentes a cargo de la investigación declararon posteriormente tener la seguridad de que el primer detenido era el asesino de Suso Pericas, pero nunca pudieron demostrarlo. El caso prescribirá en junio de 2026.

Sangre en el centro cultural

Tres años después del asesinato del portero, la ciudad de Ferrol volvió a ver sus calles teñidas de sangre con el asesinato a puñaladas de José Romero, un vagabundo de 40 años que dormía en la parte trasera del centro cultural Carvalho Calero. Ocurrió el 2 de agosto de 2009.

La persona que encontró el cadáver de José lo narró de esta manera a La Voz de Galicia: “Vi una persona tendida en el suelo, boca abajo, con sangre alrededor. Le toqué un poco con el pie para ver si estaba vivo y él se dio la vuelta, intentó incorporarse y agarrarse a mí, pero le dieron unos estertores y ya murió”. La Policía Nacional movilizó a los servicios de emergencia para tratar de salvar la vida del hombre, pero fue imposible.

El centro cultural Carvalho Calero.

El centro cultural Carvalho Calero. Google Maps

La única pista que pudieron seguir los agentes en este caso fueron las pisadas de unas botas ensangrentadas que el propio asesino dejó en la escena del crimen. Sin embargo, esta vía no condujo la investigación a ningún lugar.

La principal hipótesis que barajaron los investigadores es que Romero fuera asesinado tras una trifulca con otro vagabundo, que también solía dormir en la zona, aunque nunca se pudo probar su autoría. El caso fue archivado y nunca hubo ningún detenido.

A 200 metros de casa

“Mi madre fue al entierro de dos vecinos. Mi padre no pudo ir con ella porque no podía andar, por un accidente laboral. Yo llegué a casa sobre las nueve y mi madre no había vuelto. Fuimos a buscarla y no aparecía, así que fuimos a la Guardia Civil y presentamos una denuncia de desaparición”. De esta manera relata Adrián Fernández el día que desapareció su madre, Elisa Abruñedo, el 1 de septiembre de 2013.

“No llevaba cartera ni nada, así que no fue una desaparición voluntaria. Lo comenté a mi grupo de amigos y vinieron todos. Estuvimos buscando toda la noche y nada. El alcalde habló con la Guardia Civil y mandaron más efectivos”.

Elisa Abruñedo, violada y asesinada en septiembre de 2013.

Elisa Abruñedo, violada y asesinada en septiembre de 2013. Cedida

La madrugada del 3 de septiembre llegó el fatal desenlace. El cuerpo de Elisa, de 46 años, apareció sin vida a apenas 200 metros de su casa. La mujer había sido golpeada, violada y, posteriormente, apuñalada. Tenía 46 años, estaba casada y tenía dos hijos, Adrián y Álvaro.

“Pasé por ahí en coche, andando, en bicicleta… toda la noche y el día siguiente sin parar”, lamenta Adrián, de 34 años, que recibe a este periódico en el domicilio familiar, donde vive con su mujer. “Aquella madrugada, el veterinario se enteró de lo que había pasado y salió con su sobrino a buscar y con la luz de la linterna vio el reflejo de una zapatilla o algo, y avisó a la Guardia Civil”.

Adrián Fernández, el hijo mayor de Elisa Abruñedo.

Adrián Fernández, el hijo mayor de Elisa Abruñedo. Jaime Susanna

La investigación del caso se centró en los restos de ADN que el asesino dejó en el cuerpo de Elisa y que rápidamente ayudó a descartar a todos los allegados y vecinos. “Creo que [el asesino] no la conocía ni que estaba premeditado”, explica Adrián. “Hubo muchos sospechosos, incluso algunos presos que coincidía que estaban de permiso. se les interrogó y se miró donde andaban y todos. A todos les hicieron pruebas de ADN y descartaron”.

Este es el único de los cinco casos que sigue abierto y que tiene verdaderas posibilidades de ser resuelto. “Ahora siguen haciendo cribados por la zona de Ferrol. Parece ser que el ADN les llevó a esa zona. Debió coincidir algún cromosoma o algo”, asegura Adrián, que no pierde la esperanza en que los hechos se esclarezcan y que pelea porque el caso de su madre no caiga en el olvido.

Elisa Abruñedo y su marido, Manuel Fernández, en 2010.

Elisa Abruñedo y su marido, Manuel Fernández, en 2010. Cedida

Sin embargo, las tragedias se han sucedido para esta familia. El 9 de enero de 2015 murió su padre por un accidente de trabajo en el arsenal de Ferrol. Al duelo de haber perdido a ambos progenitores, Adrián tuvo que sumar una pelea contra la aseguradora para que reconociera el accidente laboral de su padre y pagara la correspondiente indemnización. “Nos estaban dando largas para que prescribiera”, protesta.

“Es jodido… Cuando ya estaba levantando un poco la cabeza le pasa esto a mi padre… y encima tengo que denunciar a la aseguradora porque no se quiere hacer cargo”. Finalmente, el capítulo de la muerte de su padre “se arregló este año”. El asesinato de su madre, en cambio, todavía está por resolver.