El cirujano británico David Nott y Aysha, una niña a la que salvó la vida en Gaza (Palestina) en 2014.

El cirujano británico David Nott y Aysha, una niña a la que salvó la vida en Gaza (Palestina) en 2014. David Nott Fundation

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David Nott, el médico que estuvo en Siria, Gaza y los Balcanes: así salva vidas en Ucrania desde Londres

Este cirujano lleva 30 años ejerciendo su profesión en conflictos armados en cuatro continentes. Sobrevivió a la batalla de Alepo. 

25 abril, 2022 03:12

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El pasado jueves, el cirujano inglés David Nott fue clave para salvar la vida de una persona que se encontraba a más de 2.000 kilómetros de él. Nott estaba en Londres; el paciente, en algún punto recién bombardeado de Ucrania. El hombre acabó con la pierna gravemente herida y el médico que le atendía, llamado Oleksandr, jamás había realizado una cirugía de esas características. Ahí estaba Nott, al otro lado del teléfono, guiándole para que la intervención llegara a buen puerto. Y llegó.

Oleksandr, el médico ucraniano, había visto semanas antes al doctor Nott hacer una intervención similar en un hospital ucraniano. Pero el cirujano inglés ya estaba de vuelta en su país natal. Oleksandr entonces tomó una foto de la herida y se la mandó a Nott, quien confirmó que había que operar y le remitió un vídeo explicativo. "Estaba bastante nervioso y fue una cirugía lenta, paso a paso, pero salió bien gracias a David Nott", ha declarado Oleksandr a BBC News.

Una vida —o una extremidad— más salvada por el médico que lleva 30 años “buscando problemas”, en sus propias palabras. Estuvo en Afganistán, en Irak, en Sudán, en Sarajevo, en Gaza, en Chad, en Liberia, en Libia, en Haití, en Yemen… Llegó a meterse dentro de la mayor carnicería de la guerra de Siria: la batalla de Alepo. Y contra todo pronóstico, vive para contarlo.

Nott es de esas personas que se dedica a salvar vidas en momentos y lugares en que todo el mundo intenta precisamente lo contrario. El médico inglés ha ejercido en cuatro continentes y ha presenciado los peores horrores que puede cometer el ser humano. Suficiente sangre derramada para llenar dos veces mi vida, que dijo Robin Hood en la gran pantalla. Todo viene recogido en su biografía War Doctor: Surgery in the Front Line (Médico de guerra: cirugía en el frente de batalla), que todavía no se ha traducido al castellano.

Cuando Rusia invadió Ucrania, hace ahora dos meses, el doctor cogió sus bártulos y se embarcó hacia su enésimo país en guerra. El 5 de marzo, la semana siguiente al estallido del conflicto, Nott llegó para impartir varios cursos rápidos a 579 médicos ucranianos para ejercer entre bombardeos y lejos de un quirófano ideal.

Nott en Siria en 2013.

Nott en Siria en 2013. BBC

“Actualmente, me motiva menos curar pacientes individuales y más querer impartir el conocimiento y la experiencia que he acumulado a lo largo de los años a los médicos locales sobre el terreno”, declaró Nott en un encuentro virtual con los lectores de The Guardian en 2019. “Estuve en Yemen recientemente y había procedimientos médicos simples, procedimientos que salvan vidas, que los médicos estaban haciendo mal porque no los habían visto antes”.

Ahora que las bombas rusas caen al capricho de un tirano sobre el territorio ucraniano, los conocimientos de Nott se hacen indispensables para salvar el mayor número de vidas posible. Sobre todo, teniendo en cuenta que Putin está empecinado en destrozar por aire lo que no consigue tomar por tierra.

"Es la peor forma posible de atacar al enemigo, simplemente bombardeando", ha declarado Nott a la BBC en su primera entrevista desde que regresó de Ucrania. "Causa un daño enorme. Causa lesiones terribles, terribles". Heridas de metralla en tejidos blandos, huesos y extremidades. Cuando no causan la muerte o siegan extremidades, dejan cicatrices y lesiones de por vida.

Nott ha estado en varias zonas de Ucrania ("norte, este, sureste, oeste"), pero los detalles y las ubicaciones concretas deben permanecer en secreto para no señalar los hospitales en cuestión a Rusia. Por esa misma razón, la BBC mantiene secretos el apellido y la ubicación exacta de Oleksandr.

“Bueno, me voy”

David Nott nació en Carmarthen (Gales) hace 66 años. Estudió Medicina entre Liverpool y Manchester, y desde un principio se sintió atraído por la cirugía. A lo largo de su dilatada carrera ha ejercido en hospitales londinenses como el Charing Cross, Chelsea and Westminster, Royal Marsden o el St Mary's. Este último es donde trabaja actualmente. La primera vez que Nott pisó una zona de guerra fue en 1993, tras estallar la guerra de los Balcanes por la desintegración de Yugoslavia.

—¿Qué le empujó a ser un médico de guerra? -le preguntó un lector de The Guardian en 2019.

—Dos cosas —respondió el doctor-. La primera fue la película de Roland Joffé Los gritos del silencio, que me causó un gran impacto cuando la vi, siendo cirujano en prácticas. Hay una escena en un hospital de Nom Pen [la capital de Camboya], repleto de pacientes, en la que un cirujano tiene que lidiar con una herida de metralla. Yo quería ser ese cirujano. El segundo gran estímulo fue ver las imágenes que llegaban de Sarajevo en 1993. Había un hombre en la televisión, buscando desesperadamente a su hija entre los escombros. Finalmente, la encontró y la llevó al hospital, pero no había médicos para ayudarla. Pensé: "Bueno, me voy".

El médico en Sarajevo en 1994.

El médico en Sarajevo en 1994. David Nott Fundation

Desde ese momento, Nott no paró de meterse en problemas. Ha ejercido en Afganistán, Bosnia, Gaza (Palestina), Haití, Chad, Darfur (Sudán), Irak, Libia y Sierra Leona. Pero si hay un destino que marcó un antes y un después en su vida es Siria. Nott llegó en 2013 a zonas controladas por los rebeldes sirios, enfrentados a dos bandas contra el régimen de Bachar al Asad y al Estado Islámico (Daesh), en el momento en que los fundamentalistas vivían el mayor apogeo de su particular “califato”. Cuando se embarcó hacia Alepo, le advirtieron de que tenía las mismas probabilidades de salir andando que de hacerlo en un ataúd. Y allá que fue.

“Todos los destinos me han cambiado, pero ninguno tan profundamente como Siria. Fue allí donde comencé a enfadarme seriamente por la incapacidad de las principales potencias para evitar que los hospitales y el personal médico fueran atacados en zonas de guerra”, escribió Nott en The Guardian en 2019. “En Siria me di cuenta de que debía comenzar a compartir el conocimiento que había adquirido a lo largo de mi carrera para ayudar a otros médicos; y después de Siria, el estrés postraumático finalmente me llevó al límite”.

Cuando llegó a Alepo, en agosto de 2013, la inmensa mayoría de los médicos de la ciudad habían huido, igual que gran parte de la población civil. Nott eligió un hospital en la zona este de la ciudad, muy cercana al frente de batalla, donde había hasta 70 francotiradores repartidos por las azoteas. “Simplemente elegían a las personas cuando cruzaban la calle, iban al trabajo o iban de compras. Desde bebés hasta jubilados, nadie era inmune”. Solo el primer día allí, recibió a 11 heridos de bala.

Edificio devastado por los bombardeos en Alepo en 2019.

Edificio devastado por los bombardeos en Alepo en 2019. Gari Durán

Nott pronto descubrió un patrón: día tras día, llegaban heridos con disparos en las mismas zonas del cuerpo. Un día, todo piernas; otro, todo hombros…. y fue entonces cuando se dio cuenta de la macabra explicación de esa realidad. Los francotiradores jugaban a ver quién acertaba más partes concretas del cuerpo.

Por si esto fuera poco, hacia el final de su estancia en Alepo, vio que los muy desalmados la tomaban con un colectivo muy concreto: las mujeres embarazadas. “Una de esas bajas llegó con un disparo en el abdomen. La bala no había alcanzado al bebé, pero atravesó la placenta. La mujer estaba en la mesa de operaciones a los pocos minutos de recibir el disparo y dimos a luz a su bebé por cesárea. Rápidamente abroché el cordón y le di al bebé a una de las enfermeras para que lo resucitara, pero lamentablemente no pudo hacerlo. Cosimos cuidadosamente el útero de la madre con la esperanza de que pudiera tener otro bebé; no íbamos a dejar que el francotirador le quitara eso”.

En una ocasión, Nott tuvo que operar a un combatiente del Daesh bajo la vigilancia de seis de sus compañeros. “Las puertas del quirófano se abrieron de golpe. Miré hacia arriba y vi a seis hombres completamente armados que vestían uniformes de combate negros y pañuelos en la cabeza irrumpiendo en la habitación. Eran combatientes de Daesh”.

—¡Este es mi hermano! —dijo uno de los combatientes-. ¿Qué le estás haciendo?

El fuerte acento de ese combatiente le delató enseguida. No solo eran del Daesh, también eran chechenos. El chute de adrenalina que recibió nuestro protagonista le puso a temblar. Gracias a la mediación de uno de los enfermeros, Nott pudo terminar la operación. Fue una hora trabajando entre metralletas y ojos enemigos. Finalmente, le salvó la vida a alguien dispuesto a morir y matar por su dios.

“No estaba bien”

“De vuelta en Londres, volví a la normalidad. Excepto que las cosas no eran normales. Estaba exhausto por el trabajo físico y embrutecido por el trauma psicológico de ver tanto sufrimiento. Probablemente no era el momento más sensato para hacer una sesión privada de pacientes ambulatorios: los problemas con los que estaba lidiando en mi consulta en Sloane Square parecían absurds y triviales”, escribió el médico. “No estaba bien”.

El estrés post traumático convirtió al doctor en un ser irracional, huraño y totalmente separado de la realidad en la que vivía. Se notaba profundamente desesperado. Esto casi le cuesta su matrimonio con Elly.

Nott y su mujer, Elly.

Nott y su mujer, Elly. Annabel Moeller

“Siempre había sido capaz de seguir adelante en el pasado. ¿Qué era diferente ahora? ¿Fue que el año pasado había sido particularmente difícil, culminando en esa brutal misión de bombardear Alepo con barriles?”. Gracias a la ayuda de una psiquiatra y a muchas horas de tratamiento, Nott llegó a la conclusión: “La principal diferencia fue Elly. Antes no tenía nada a lo que volver. Ahora lo había hecho y, en cierto modo, era aterrador. Había mucho más en juego”.

Desde entonces, el doctor está algo más alejado de los frentes de batalla, pero siempre atento a los conflictos internacionales y dispuesto a poner todo su conocimiento a disposición de los médicos locales, como Oleksandr. David y Elly siguen casados y tienen dos hijas: Molly y Elizabeth Rose. Hace tres años, cuando publicó su autobiografía, confesó que las pesadillas no habían desaparecido.