Navantia pone a flote este jueves el S-81, el primero de los cuatro ansiados submarinos de la serie S-80 que ha de entregar a la Armada española de aquí a 2028. Se trata del paso previo a la botadura definitiva, que se hará en los próximos días, y a las pruebas posteriores que han de efectuarse en puerto y en mar abierto antes de ponerlo en manos de Defensa. 

El acto, que se celebra desde las 13 horas en Cartagena (Murcia), está presidido por Sus Majestades los Reyes Felipe VI y doña Letizia. Los monarcas están acompañados por la Princesa de Asturias, Leonor, y la Infanta Sofía. También asiste la ministra de Defensa, Margarita Robles.  

El sumbarino, el cual destapó en exclusiva EL ESPAÑOL a finales de marzo pasado, supone un hito en la historia de los astilleros españoles. Por primera vez, Navantia, empresa de capital público, ha sido capaz de diseñar y construir un batiscafo sin ayuda de terceros países. Hasta la fecha se había recurrido a ingenieros navales extranjeros para idear los submarinos que luego se construían con mano de obra española.

Sólo diez países en el mundo tienen capacidad para competir de tú a tú en el exigente mercado internacional del diseño y fabricación de sumergibles. La mayoría tiene acceso a la energía nuclear. No es el caso de España, que actualmente aspira a adjudicarse un megacontrato de seis submarinos que India ha encargado para su fuerza naval.

La lista de países es corta. En ella aparecen algunos con una dilatada historia militar. Son EEUU, China, Japón, Alemania, Reino Unido, Suecia, Rusia, Corea del Sur y Francia. A ellos se ha sumado España.

En diferentes reuniones internacionales del sector celebradas en los últimos años se señaló que, en la próxima década, el mercado requerirá la fabricación de en torno a un centenar de sumergibles, con una inversión global de alrededor de 40.000 millones de euros.

Finalmente, la Armada recibirá la primera unidad, el S-81, una década después de lo previsto, entre finales de 2022 y principios de 2023. Las siguientes tres entregas se harán de forma escalonada hasta 2028. La serie ha disparado la inversión hasta los 3.907 millones, cuando el presupuesto inicial era de 2.150 millones.

El S-81 es una sofisticada arma de guerra y disuasión para la Armada. Transportará hasta 12 armas largas y seis tubos lanzatorpedos con los que se podrá disparar misiles tácticos como los Tomahawk o torpedos guiados por fibra óptica.

El asunto de la disuasión armamentística y la inteligencia militar no es baladí. España cuenta con casi 8.000 kilómetros de costa, está bañada por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico -dos hipotéticos escenarios bélicos- y tiene al sur el Estrecho de Gibraltar, por el que circulan alrededor de 82.000 buques al año y un gran volumen de submarinos, algunos de ellos nucleares.

Las cifras del proyecto

Presupuesto: 3.907 millones de euros

Unidades adquiridas por la Armada (Ministerio de Defensa): 4

Carga de trabajo: 2.000 empleos directos + 7.000 indirectos

Eslora: 81 metros

Diámetro del casco: 7,3 m.

Desplazamiento en inmersión: 2.965 toneladas.

Autonomía: 50 días 

Tripulación: 32 + 8 fuerzas especiales

Velocidad en superficie: 10 nudos

Velocidad en inmersión: 19 nudos

Capacidad de munición: 12 armas largas y 6 tubos lanzatorpedos.

Tipo de munición: Torpedos DM2A4, misiles Sub-Harpoon y minas navales inteligentes. 

Otras características: registros acústicos muy reducidos; detección acústica pasiva de alto rendimiento; sistema AIP de propulsión (reformador bioethanol + pila de combustible).

Así es el S-81, el ansiado submarino que Navantia produce para la Armada. Javier Carbajal

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