Campos del Río

Cada vez que María contempla una foto de su hermana pequeña —Toñi— recuerda con nitidez aquellas sesiones matinales del domingo en el cine de Gavá. “Nos vimos todas las películas de Disney y cuando estrenaron Willy Wonka y la fábrica de chocolate, con la entrada te regalaban una tableta de Nestlé: salimos con las manos manchadas de chocolate derretido”, relata María con un cariño tan grande que sólo es comparable al dolor que le provoca saber que nunca más podrá recordar esas batallitas junto a su hemanita. “Toñi murió el 7 de mayo en el Hospital de Torrevieja sin recibir visitas por el estado de alarma: su muerte fue un calvario”. María no pudo celebrar velatorio ni entierro y el vía crucis continuará el Día de Todos los Santos: no podrá visitar su tumba en el cementerio de Campos del Río al estar cerrado a causa de un brote de Covid ocurrido en el geriátrico que se levanta justo al lado.

“La última vez que la vi con vida fue el pasado año en el Día de Todos los Santos”. Es la cruel ironía de una fecha señalada en el calendario de todas las familias españolas, pero que a esta mujer siempre le recordará la última vez que abrazó a su hermana y sintió su aliento. Toñi se había desplazado desde el municipio alicantino de Pilar de la Horadada donde residía y trabajaba en un restaurante. “Era un gran cocinera”. La lubina al ajo pescador y la zarzuela de mariscos eran la especialidad de esta chef, cuya debilidad no estaba en los fogones, sino en sus familiares y en el caminar de su mascota: su perro Coqui. Aquel 1 de noviembre, los tres hermanosMaría, Toñi y José Antonio— acudieron al cementerio de la localidad murciana de Campos del Río a visitar la tumba de su padre: “Había muerto de cáncer el 4 de mayo”. Después pusieron unas flores en la lápida de su amada madre.

Esa jornada se convertiría a la postre en el último día que compartieron en familia. “A veces mis hijas se iban con mi hermana a pasar unos días de vacaciones”. De esa forma Toñi le regalaba momentos de diversión a sus sobrinas, tal y como María hizo con ella en su infancia: primero en la localidad catalana de Gavá, y después en el pueblo murciano de Campos del Río donde se trasladó la familia en el año 1975. “Ella era la pequeña de la casa y sólo quería venirse conmigo, pero como yo le sacaba seis años, me veía más mayor y no quería llevármela a ningún sitio”. Esa negativa se quedaba sólo en palabras porque a la hora de la verdad María se llevaba a Toñi a cualquier parte: al río Mula a coger renacuajos, a pasar el día al campo para festajar San Antón con la capaza llena de comida...

Toñi y María (c) junto a sus padres, Pepe y Antonia, y su hermano José, cuando residían en la localidad catalana de Gavá. CEDIDA

“Mi madre nos vestía igual, llevábamos hasta los mismos calcetines y modelo de zapatos”, recuerda con una sonrisa de medio lado. En los pueblos de la Comarca del Río Mula a Antonia La Rojica la conocían por su buen hacer con las tijeras, el hilo y la aguja: “Nuestra madre era profesora de corte y confección y modista”. De sus manos nacían modelitos idénticos para sus hijas, María, de 12 años, y Toñi, de 6 añitos: un vestido rosa, un mono, una falda plisada... “Yo odiaba que siendo la mayor de la casa me vistiesen como a la pequeña”. Ahora añora cada uno de esos recuerdos con su hermana a la que perdió en sólo ocho días. “El 29 de abril fue al Hospital de Torrevieja porque se encontraba mal, ella siempre ha padecido de los huesos porque tenía reuma, le hicieron la prueba del coronavirus y una analítica: los médicos hallaron sospechas de cáncer”, precisa María coteniendo las lágrimas.

Tres tumores de una tacada

Ese día Toñi acabó ingresada en el centro hospitalario después de que otras pruebas confirmasen las sospechas del análisis de sangre: de una tacada le comunicaron que padecía tres tumores. “Tenía cáncer de hígado, cáncer de huesos y cáncer en el sistema linfático”. Ese diagnóstico fue la mecha que prendió el calvario familiar: María, de 58 años, y su hermano, José Antonio, de 57 años, residen en suelo murciano y el hospital se ubica en territorio alicantino. “No podíamos ir a visitarla porque durante el estado de alarma estaba prohibido salir de casa y además no se podía viajar de una comunidad autónoma a otra”, recuerda esta mujer sobre los efectos del confinamiento que también condicionó las visitas de familiares a los hospitales de todo el país.

Los siguientes días los pasó pegada al teléfono con un nudo en el estómago: a la angustia que padecía por la incertidumbre provocada por una pandemia inédita en la historia de España, también sumaba la preocupación por el ingreso hospitalario de su hermana pequeña. “La mañana del 5 de mayo me llamó el médico de Toñi para decirme que tras hacerle una biopsia habían confirmado que no le podían dar quimioterapia ni radioterapia, sólo cuidados paliativos porque le quedaban un máximo de seis meses de vida”. Un sudor frío recorrió el espinazo a María mientras su mente era bombardeada por cientos de recuerdos junto a su hermanita Toñi: en los coches de choque en las Fiestas de Ceutí, los chapuzones de verano en la piscina de Archena, los paseos a casa de los abuelos en la pedanía de Los Rodeos, las carreras a la salida del colegio...

La difunta Toñi durante su infancia. CEDIDAS

“Ella era mi carabina: dormíamos juntas desde que mi madre la sacó de la cuna, con año y medio, hasta dormí con Toñi en mi última noche de soltera antes de casarme”. Todos esos bonitos recuerdos del pasado no cambiaban un futuro desolador: su carabina se moría. “El doctor me pidió mi dirección para trasladar en ambulancia a mi hermana desde Torrevieja hasta Campos del Río para pasar lo que le quedaba de vida en mi casa”. María comenzó a pintar una habitación y a decorarla para darle una cálida bienvenida a su hermana, pero ese mismo 5 de mayo, a las 16.30 horas de la tarde, volvió a sonar el teléfono. “Toñi me llamó y me dijo: ‘Nena me muero, nena me muero, ven a por mí’. Fue inexplicable lo que empecé a sentir confinada en mi casa: lloré, grité...”.

Burlando controles en camión

La impotencia se apoderaba de María hasta que su mente se iluminó: su hermano José Antonio es transportista y los camiones podían moverse con libertad por las carreteras durante el estado de alarma. “Le telefoneé para contarle lo que había pasado, él estaba trabajando, le pidió a sus compañeros que se quedasen con el remolque descargándolo y vino a buscarme con el camión”. Con la cabeza tractora los hermanos burlaron los controles de las Fuerzas de Seguridad para pasar de una autonomía a otra y en camión se plantaron en el Hospital de Torrevieja. “A Toñi la habían ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos por una hemorragia y por protocolo no nos permitieron entrar a verla porque había pacientes con coronavirus”. Otra vez el dichoso bicho se interponía en el camino de esta familia. “Le pedí al médico que hiciesen todo lo posible para que no sufriese”.

Toñi ingresó en el hospital el 29 de abril y murió sin despedirse de su familia el 7 de mayo tras detectarle tres tipos de cáncer. CEDIDA

De vuelta a Campos del Río las horas se hacían eternas para María a la espera de noticias sobre el estado de salud de su hermana. “La madrugada del 6 al 7 de mayo no dormí”. Tenía un mal presentimiento que se confirmó a las 9.30 horas de la mañana cuando el teléfono sonó para recibir una terrible noticia de un médico: Toñi Guerrero Moreno había muerto, a los 51 años, fulminada por tres tumores. “Perdimos a mi madre cuando tenía 41 años, en ese momento, Toñi tenía 12 años y yo 18 años, desde entonces siempre la había protegido”. Esta vez no pudo hacer nada para defenderla del cáncer. “No pude visitarla ni despedirme de ella en vida”. De forma que María decidió desplazarse aquel 7 de mayo hasta el Hospital de Torrevieja para tratar de ver a su hermana antes de que el coche fúnebre se la llevase. “Los médicos no me dejaron tocarla, pero pude ver su cuerpo”.

¿Dónde está la difunta?

Ese 7 de mayo, María sufrió otro varapalo: “Mi hermana no tenía contratado un seguro de decesos, así que yo me encargué de buscar una funeraria, pero cuando llegó el coche fúnebre al hospital, su cuerpo había desaparecido”. El centro hospitalario, por protocolo, cuando muere un paciente y carece de seguro, su cadáver se lo lleva una empresa que gestiona el servicio funerario. En pleno duelo a esta mujer le tocó reclamar el cadáver de su familiar a un tanatorio de Torrevieja: “Tuve que tramitar un escrito para que me devolviesen su cuerpo”. La despedida de Toñi se convirtió en un frío trámite adminitrativo por las restricciones impuestas por el Gobierno de España a los entierros durante la pandemia y por la propia normativa del cementerio de Campos del Río.

“En la fosa familiar donde estaba enterrada mi madre no había espacio y para volver a abrir la fosa de mi padre había que esperar cinco años”. Toñi siempre deseó en vida que la enterrasen mediante inhumación junto a alguno de sus progenitores —Antonia La Rojica y Pepe—, pero no hubo más remedio que incinerar su cuerpo. El vía crucis por la pérdida de su hermana parecía no tener fin para María. “Su cuerpo fue trasladado del tanatorio de Torrevieja a unas cámaras frigoríficas de Librilla, de ahí al crematorio y sus cenizas las tuve que recoger en la oficina que los Servicios Funerarios La Merced tienen en Alcantarilla”. Esta mujer tuvo que esperar hasta la desescalada para celebrar una misa en memoria de su hermana y convenció al cura de Campos del Río para hacerlo en una fecha especial para Toñi: “Le pedí el 13 de junio, la festividad de San Antonio, era el día de su santo”.

El Cementerio de Campos del Río permanecerá cerrado el Día de Todos los Santos a causa de un brote de coronavirus. J. G. B.

El tamaño de la urna con las cenizas de su hermana permitió que finalmente fuese enterrada en la fosa de su madre: Antonia La Rojica. Este domingo 1 de noviembre, María, su esposo, sus hijas, y su hermano, José Antonio, tenían previsto rendir un sentido homenaje familiar visitando la tumba de Toñi. Sin embargo, el coronavirus se lo ha impedido una vez más. El Ayuntamiento mantendrá cerrado el cementerio municipal del 31 de octubre al 2 de noviembre para evitar aglomeraciones de gente el Día de Todos los Santos. El motivo se debe a que el camposanto se levanta junto al geriátrico donde se han registrado 74 positivos por coronavirus y este brote ha puesto en jaque a los 2.045 vecinos de Campos del Río: una localidad que hasta ahora solo había contabilizado diez casos.

“El brote del centro de mayores ha sido un boom en el pueblo”. El Ayuntamiento ha hecho un llamamiento a los vecinos pidiendo que se autoconfinen para que los contagios del geriátrico no se extiendan entre una población que cuenta con una tasa del 29% de personas mayores de 60 años. María, tiene 58 años, y aunque el camposanto ha permanecido abierto de lunes a viernes, siendo sometido a tres desinfecciones diarias, esta mujer ha preferido hacer caso a las autoridades locales y ha pospuesto la primera visita a Toñi con motivo del Día de los Difuntos. “No salimos de casa desde que explotó el brote de la residencia, excepto para ir al colegio a recoger a mi nieto y a trabajar”.

Puestos de flores a medio gas

Este domingo el cementerio de Campos del Río posiblemente será uno de los pocos de toda España que permanecerá cerrado al público. Al igual que María, otras muchas personas no podrán visitar a sus difuntos en el municipio campero: tanto oriundos como forasteros puesto que el Gobierno murciano ha decretado el cierre perimetral de la Región de Murcia y de sus 45 municipios. Este decreto de confinamiento se prolongará durante las próximas dos semanas para contener la curva de contagios de la segunda ola que ya afecta a 10.655 ciudadanos. “En la familia hemos hablado que ya iremos al cementerio cuando pase el brote de la residencia y se acaben las nuevas medidas impuestas por la comunidad autónoma”, zanja resignada.

Los vendedores de flores han sufrido una caída de ventas de flores en Campos del Río por el brote que obligará a cerrar el cementerio. J. G. B.

El inédito cerrojazo al camposanto en el Día de Todos los Santos se deja notar entre los tradicionales puestos de venta de flores. Uno de ellos se levanta cerca de la casa de María. Allí esta mujer de mirada limpia y rostro amable accede a ser fotografiada por EL ESPAÑOL para colocar una foto de su hermana entre los ramos, a modo de homenaje mediático. La empleada de C’aroma Viveros corrobora que este año las ventas han caído un 50%: “En 2019 por estas fechas teníamos sesenta pedidos y ahora solo he recibido treinta”. En la otra punta de la avenida de la Constitución, el mismo panorama reina en el puesto de Canaraflor que regentan Alfonso Martínez y Juana Valera: “La gente solía llevarse pedidos de 120 euros y este año solo 50 euros por el cierre del cementerio”.

Las rosas y las margaritas copan los principales pedidos. Es jueves por la tarde y por la céntrica avenida de la Constitución no pasa un alma por miedo al reciente brote del bicho que ha estallado en el geriátrico de Campos del Río. En un banco María accede a ser fotografiada por última vez por este diario: posa sentada, exhibiendo la imagen preferida de su hermana. “Me gusta mucho esta foto de Toñi porque es de un viaje que hizo: sale feliz y sonriente”, comenta mientras guarda la fotografía con mimo dentro de su bolso

María, sostiene un foto de su hermana Toñi, fallecida el pasado mes de mayo. J. G. B.

María, usted no pudo visitar a su hermana cuando fue hospitalizada. Tampoco pudo tener unas últimas palabras con ella antes de morir y no pudo celebrar un velatorio previo al entierro. El Día de Todos los Santos no podrá ir a visitar la tumba de Toñi. ¿Cómo se asimila la pérdida de un familiar en unas circunstancias que alteran el habitual proceso de duelo?

—No he asimilado la pérdida de mi hermana: sigo en shock. Todavía no me creo que ya no está aquí.

—María, si aquel 5 de mayo le hubiesen dejado entrar a ver a su hermana en el Hospital de Torrevieja: ¿Qué le habría dicho a Toñi en sus últimas horas de vida?

—Que la quería mucho, pero que no sabía que la quería tanto.

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