Beatriz Arroyo.

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Reportajes

Bea, la víctima 1.000 del machismo: la camarera de la pizzería L' Angolo asesinada por su novio

Había intentado varias veces cortar con él, sin éxito. "Era simpática, extrovertida, se reía de todo; tenía toda la vida por delante", cuenta un amigo.  

11 junio, 2019 02:22

Beatriz Arroyo (29 años) quería empezar una nueva vida. Hacía unos días le había dicho a sus allegados que quería romper definitivamente su relación de más de siete años con Vionel Parfene, de 49 años, tras varios intentos fallidos. Siempre volvían. Porque él siempre la convencía. Esta vez estaba completamente segura, pero su inminente exnovio, al conocer su intención, no le dio opción. El domingo por la noche, cuando Bea llegó a la casa que ambos compartían en Port Saplaya, la pequeña venecia valenciana, y le dijo que quería separarse, la mató a cuchilladas. A la mañana siguiente, se tiró desde el balcón.

Su historia se suma a la de otras 999 mujeres, como Rebeca, Rosa, Vanesa, Noelia, Casimira, Melody, Amelia, Carla, Encarnación, Raquel o Lisbette —hace dos días—, que murieron asesinadas por violencia machista en España, desde que se pusieron en marcha los registros oficiales de feminicidio en 2003. Ella es la número 1.000. 

Bea, valenciana de nacimiento, y Viorel, de origen rumano, habían empezado un nuevo proyecto de vida en la urbanización Port Saplaya (Alboraia) en 2015, después de haber vivido varios años en Malta. Allí, ambos se habían dedicado a la hostelería y una vez de vuelta en España, pretendían seguir haciendo lo mismo, pero más cerca de casa y de su familia. Sobre todo en el caso de Bea, pues mantenía una relación muy estrecha con su madre, Teresa. 

Se asentaron en un quinto piso de un edificio de apartamentos en la calle La Unión y Viorel decidió montar un restaurante con otro socio a 14 kilómetros de su casa, en la localidad de Albalat dels Sorells. El nombre, pizzería L' Angolo. Un local italiano bastante conocido entre los vecinos de la zona y en el que conocían de cerca la simpatía que siempre mostraba Bea cuando les atendía. Ella trabajaba como camarera y él como cocinero, aunque en los últimos meses Bea iba al local de vez en cuando ya que había empezado a trabajar en una horchatería, según apuntan fuentes cercanas a EL ESPAÑOL. 

Pizzería L' Angolo.

Pizzería L' Angolo.

El establecimiento marchaba bien pero, según explican a este periódico algunos de sus vecinos, el novio de Beatriz no terminaba de adaptarse al barrio. "Él era muy raro, siempre serio y bastante depresivo, no se relacionaba con nadie", cuentan. En cambio, cuando Bea iba a cualquier establecimiento de la urbanización siempre daba lo mejor de sí. "Era simpática, extrovertida, se reía de todo y hablaba con todo el mundo, tenía toda la vida por delante", relata otro vecino. 

Reuniones con amigos de infancia

Sus amigos de la infancia, con los que ha hablado este periódico, se habían reunido con Bea hacía unos meses, como acostumbraban. El grupo de amigos suele realizar comidas para recordar viejos tiempos. Tenían bastante confianza con ellos, pero la víctima "nunca les habló de su pareja". 

A pesar de la actitud que Viorel mostraba con los vecinos, nunca sospecharon que pudiesen "tener problemas entre ambos", aunque él "sí era muy posesivo y casi siempre estaban juntos", matiza un comerciante de la zona. Tal vez, una de las últimas personas que vio con la vida a la valenciana, cuando aparcó el coche el domingo enfrente de su establecimiento y subió a su domicilio, donde le esperaba su pareja. 

Sobre la 01.00 de la madrugada, según la primera valoración del forense, Viorel la mató asestándole varias puñaladas por todo el cuerpo. Tras acabar con su vida, el asesino permaneció en la casa durante toda la noche y, en ese tiempo, trató de quitarse la vida de tres formas distintas, sin éxito. Lo intentó abriendo la espita del gas, haciéndose incisiones en las muñecas y causándose lesiones en el pecho con un cuchillo. 

Vivienda donde se ha cometido el crimen.

Vivienda donde se ha cometido el crimen. Efe

Al ver que fracasaba en todos los intentos, optó por tirarse desde la ventaba del quinto piso donde vivía a las 09.30 horas del lunes. Fue entonces cuando los agentes de la Policía Local de Alboraia se desplazaron a la vivienda, en un callejón sin salida dentro del complejo Port Saplaya, y alertaron a los servicios de emergencias.

La primera que dio la voz de alarma fue la madre de Bea, Teresa. Conocía la decisión de su hija y temía por la reacción de su pareja, según apunta Las Provincias. Media hora de retraso en su puesto de trabajo el lunes bastó para que la progenitora se presentase en las dependencias de la Policía. Poco después, se encontraría el peor de los desenlaces. 

Cuando los agentes subieron al domicilio, encontraron el cuerpo sin vida de Beatriz. Aunque el personal médico del Samur trató de reanimarla, la gravedad de las lesiones le provocaron la muerte en pocos minutos. Según han precisado fuentes oficialesno constaban denuncias ni por malos tratos ni por otra cuestión. Así mismo, los servicios sociales del Ayuntamiento tampoco tenían registro alguno sobre Beatriz. 

Apenas han pasado 48 horas desde que se produjo el último machista, que se cobró la vida de Lisbet Lastre. Erasmo Lazcano llegó a casa de Lisbet, su exmujer, en Ayamonte (Huelva) a las 7:30 horas de la mañana. Llamó a la puerta y entró. Una hora después, los cadáveres de ambos yacían en el suelo de la vivienda. El de él, con un cuchillo en la mano y un fuerte golpe en la cabeza provocado por un objeto contundente; y el de ella, con un martillo –quizás utilizado para defenderse– y con heridas de arma blanca. Se sabe, por los vecinos, que él voceó. Que ella, a gritos, pidió auxilio. Y que el escándalo, a las 8:30, cesó. 

Con todo, Beatriz y Lisbet sitúan en 25 las víctimas mortales de la violencia machista en lo que va de 2019.