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    11 de noviembre del 2007. Muerte en el vagón

    La mañana del 11 de noviembre de 2007, el joven Carlos Palomino se subió al metro en la estación de Legazpi y no salió con vida de él. Josué Estébanez, un soldado del Ejército de Tierra, le propinó una puñalada en el pecho que le provocó la muerte poco después. El militar fue condenado a 26 años de prisión. El pasado domingo se cumplieron 11 años de los sucesos que llevaron tras las rejas a Josué. ¿Cómo ha cambiado su vida desde entonces? 

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    Josué Estébanez de la Hija: vasco, neonazi y soldado del Ejército de Tierra

    Josué Estébanez de la Hija tiene ahora 35 años. Aquel fatídico día tenía 23. Nació en el seno de una familia religiosa en Galdakao, un pequeño pueblo de Vizcaya situado dentro de un extenso valle a los pies de la Sierra del Ganguren. Fuerte, alto y de cabeza rapada, parecía destinado a acabar como soldado del Ejército de Tierra. Y así fue. Pasaba desapercibido en su regimiento, el Inmemorial del Rey, en el municipio madrileño de Pozuelo, pero quien más le conocía sabía que le podía encontrar junto con grupos neonazis y fascistas.  Su vida dio un giro de 360 grados cuando se cruzó con Carlos Palomino en aquel vagón de metro de la línea 3. Hacía frío y el reloj marcaba las 11:55 horas. 

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    La víctima: gracioso, antifascista y bukanero

    El fallecido, Carlos Javier Palomino Muñoz, tenía 16 años, era antifascista y vivía en el barrio madrileño de Vallecas con su madre, Mavi Muñoz. Sus conocidos le recuerdan como “el gracioso del grupo”. Aún le quedaba mucho que aprender en el Instituto Tirso de Molina y no se perdía ningún partido de su equipo favorito: el Rayo Vallecano. Se mezclaba con otros colectivos de izquierdas y era habitual en conciertos de red skins. La madre del asesinado trabajaba en una clínica y tenía que hacerse cargo del menor sola. El padre de Carlos, Francisco, no aparecía mucho por allí. Tenía un régimen controlado de visitas. Mavi se ha convertido, como en su día fue su hijo, en una luchadora contra el fascismo y forma parte de la Asociación Madres Contra la Represión. 

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    Las cámaras de vigilancia del metro grabaron cómo Josué acuchillaba a Palomino

    Aquel 11 de noviembre se dirigía, acompañado por unos 100 antifasctistas, a boicotear una manifestación xenófoba, autorizada por la Delegación del Gobierno de Madrid, de las Juventudes de Democracia Nacional en el barrio de Usera. Era la ideología que compartía el vasco y hacia allí se dirigía. Cinco minutos antes de que comenzara la concentración, sus caminos se cruzaron en la estación de Legazpi. Probablemente, muchos hubiesen deseado no subirse a ese tren.

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    'Me entró miedo; me salió el instinto'

    Se asustó. A Josué le entró miedo, o eso dijo en sus declaraciones dos años después. Vio de lejos como esa marabunta de cientos de jóvenes de apariencia antifascistas se iban a subir en el mismo vagón que él. Antes de que el tren se parase sacó una navaja de un solo filo y la escondió. Carlos llevaba una gorra roja y un abrigo acolchado negro. Al entrar, se fijó en la vestimenta de Josué. “Three-Stroke”, ponía en su sudadera negra, nombre de una marca común con la de un skin. Quedó en evidencia la clara rivalidad ideológica del vagón. Palomino le preguntó al militar por la sudadera, a la vez que le tocaba, y acto seguido le dio una fuerte puñalada en el corazón. Poco después falleció en el número 145 del Paseo de las Delicias, en una carpa montada por los servicios de emergencia.

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    De su casa en Fuenlabrada a la cárcel de Alcalá Meco

    Josué se quedó solo en el vagón. Forcejeó con dos amigos del fallecido, hiriéndoles con el arma blanca y, ya en la calle, recibió una brutal paliza por parte de 30 jóvenes. Después fue detenido. Nunca más volvió a estar en libertad. Ahí empezó su nueva vida. Estébanez entró en prisión preventiva pendiente de juicio. La noche siguiente al asesinato durmió en la cárcel de Soto del Real, después fue trasladado a Alcalá Meco, en Madrid. Sin fianza. No le dio tiempo a recoger sus cosas del barrio madrileño de los Naranjos de Fuenlabrada, donde vivía desde hacía algo menos de un año. Como ha podido comprobar EL ESPAÑOL hablando con conocidos de Estébanez, cuando entró, pensó que su estancia en la cárcel no sería tan larga. Se equivocaba.

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    “Carlos, hermano, nosotros no olvidamos”

    Mientras tanto, Madrid lloraba la pérdida del bukanero. Palomino se convirtió en un símbolo del antifascismo. La Puerta del Sol y muchos otros puntos del país se convirtieron en el escenario donde cerca de miles de personas se concentraron para denunciar el asesinato del menor.

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    Grupos de neonazis de toda Europa reclamaban la libertad de Josué

    No fueron los únicos. Grupos de skinheads de toda España llevaron a cabo diversas campañas de grafitis y colocación de carteles en los que reivindicaban la puesta en libertad del neonazi. Otras ciudades europeas como Budapest o París también se sumaron al lema de “Josué libertad”.

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    Dos años después, el juicio

    Fueron días de tensión. La acusación pedía 30 años. Decenas de jóvenes se reunían cada día desde que empezó el juicio ante el tribunal con carteles de apoyo. Mavi iba siempre acompañada de su madre al juzgado para para reivindicar una condena ejemplar contra Josué. En sus últimas palabras, el vasco pidió perdón a la familia de la víctima. “Te deseo lo peor”, le replicó la madre del menor acuchillado.

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    La líder de Hogar Social Madrid empezó a hacerse notar durante la celebración de uno de los juicios

    Melisa Domínguez, la líder del grupo neonazi Hogar Social Madrid, saltó a la fama cuando se celebraba uno de sus juicios. Acompañada de otra skin-girl aparecieron de la nada lanzando panfletos y gritando "Josué libertad". La joven se llevó un puñetazo por parte de uno de los compañeros de Palomino y fue desalojada por la agentes policiales.

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    Fue la primera vez que se incluía el agravante de motivos ideológicos en una sentencia

    Por fin, el veredicto. La Audiencia Provincial de Madrid condenó en octubre del 2009 a Josué Estébanez de la Hija a 26 años de prisión. 19 por un delito de asesinato con la agravante de motivos ideológicos y 7 por un delito de tentativa de homicidio. La Sección Primera también le condenó a indemnizar a los padres del fallecido con más de 150.000 euros.

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    Sus vecinos se enteraron de la condena por la televisión

    En Galdakao, nadie sabía nada. Los vecinos de Josué no sabían ni que era militar ni que estaba en la cárcel. Se enteraron de la condena a través de la televisión. Algunos se pensaban que era electricista y a su madre, Victoria, hacía mucho tiempo la veían.

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    Empezó a prepararse para la PAU en su nuevo hogar: la prisión de Alcalá Meco

    Cuando acabó su contrato en el Ejército, fue trasladado al Centro Penitenciario de Madrid II, también en Alcalá Meco, donde comenzó a preparase para Pruebas de Acceso a la Universidad. De la noche a la mañana, fue transferido sin previo aviso al Centro Penitenciario Puerto de Santa María III en Cádiz. Según algunos funcionarios, se trató de un error administrativo. Josué tuvo que pausar por un tiempo sus estudios.

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    Castigado por recibir cartas con símbolos nazis

    En Cádiz, se ganó el respeto de los demás presos. Todos sabían por qué estaba allí. No todos podían decir que habían matado a alguien. Aquí recibió unas cartas que contenían símbolos nazis. Los funcionarios consideraron que podía ser peligroso por lo que le aplicaron el régimen FIES, con el que estaba más vigilado y solamente podía recibir cartas de sus familiares.

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    Traslado al Centro Penitenciario de Asturias, más cerca de su familia

    No tardó mucho en cambiar otra vez de cárcel. Once meses después de ingresar en Cádiz fue trasladado a la antigua prisión de Villabona, en Asturias. Allí pasó por la Unidad Terapéutica y Educativa del centro penitenciario, que intenta que el preso se sienta en un espacio donde poder aprender. Aún le quedaban más de 20 años por delante. Y, para que la estancia entre rejas se le hiciese más amena, se apuntó a un taller de alfarería. 

     

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    Su familia vende números de lotería para recaudar dinero

    Los más cercanos a Josué han organizado a lo largo de estos 11 años numerosos conciertos con el fin de recaudar dinero para pagar los miles de euros de indemnización. Su familia también vende números de lotería para intentar cubrir los gastos de la operación a la que se tuvo que someter debido a la paliza que recibió tras asesinar a Palomino. 3.000 euros le costó una boca nueva. 

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    Josué saldra de la cárcel en 2033 convertido en abogado

    En Asturias también retomó sus estudios. Aprobó la PAU y empezó a estudiar la carrera de Derecho a distancia. A escasas tres horas de casa, Josué recibía más visitas de familiares y amigos. Según han informado a este periódico allegados al vasco, la familia ha recibido numerosas amenazas. 

Silvia Gil