21:00 horas. Karel abre la ‘furgo’. La tiene repleta. Ha acumulado, desde las 19:00, al menos 15 patinetes. Tumbados, los de VOI; en pie, los de Lime (las dos compañías con más usuarios en Madrid). Todos meticulosamente ordenados. Cuantos más entren, mejor. “Es dinero”. Mucho, le falta añadir. Este hunter (cazador) ha llegado a ganar 5.000 euros al mes. ¿Su trabajo? Recogerlos por las calles, llevarlos a su nave, cargarlos y devolverlos al día siguiente. Es su único oficio. Quizás, el mejor que ha tenido en la vida. Por el camino ha dejado el pluriempleo, las horas extras sin pagar, los trabajos de mensajero, camarero o churrero. Esto le da para vivir. Es más, “incluso para ahorrar”. No lo cambia. 

Karel, el cargador de patinetes eléctricos Carmen Suárez

Realmente, él es tan solo uno de los muchos usuarios que utilizan este sistema para ganar dinero en Madrid, Valencia, Zaragoza o Barcelona –ciudades donde ya está disponible–. Hacerse ‘cazador’ (hunter, como los llaman en VOI) o ‘exprimidor’ (juicer, denominación de Lime) es sencillo. “Te das de alta en la web de cada compañía, presentas los papeles de autónomo, recibes un curso y te pones a ello”, explica Karel en conversación con EL ESPAÑOL. A partir de ahí, el trabajo no exige complicaciones. Consiste, tan solo, en salir con un vehículo (coche, furgoneta o camión), ver en la App dónde están los patinetes, cargarlos y devolverlos para que estén disponibles al amanecer. Sin horarios ni exigencias. Cuando cada uno decida. 

A los siete días, los hunters reciben el pago en su cuenta, da igual que opten por recoger patinetes de Lime o de VOI (o ambos al mismo tiempo). “Es una de las grandes ventajas. ¿Quién te paga en este país siendo autónomo tan rápido? A mí, personalmente, nadie. ¡Si hasta me han dejado dinero a deber!”, explica, indignado. Eso es lo que le ha llevado a él y a muchos otros a optar por este oficio. La mayoría, de momento, como complemento a su trabajo, tan solo para hacerse con una ‘paga’ extra; otros, en cambio, como nueva forma de vida.

Es el caso de Karel, que vio pronto el filón. Un amigo cubano con residencia en Florida le avisó. Le dijo que el trabajo estaba hecho para él, que podía ganar mucho dinero, que aquello era el futuro. “No me mintió”, reconoce. Él esperó hasta que VOI y Lime llegaron a Madrid y empezó a hacer caja. “Normalmente, dependiendo del patinete, se pagan a cinco o diez euros, pero yo he llegado a recoger alguno por 13. Fue el primero de Lime, que lo tenían a prueba, cuando se instalaron aquí. Entonces, me dieron de alta como juicer”, recuerda. 

karel descansa tras llenar su furgoneta con al menos 20 patinetes. Clara Rodríguez EL ESPAÑOL

Lime fue la primera en desembarcar. La empresa, fundada en 2017 en Estados Unidos y participada por Uber (compañía de taxis VTC) y Alphabet (el conglomerado al que pertenece Google), se instaló antes que nadie. Llegaron en agosto. Meses después, su implantación va por buen camino. Miles de usuarios, cada día, los utilizan siguiendo la ordenanza de cada localidad. En Madrid, por ejemplo, la regulación exige que los eléctricos no pueden circular por la acera (tienen que hacerlo por la carretera o los carriles habilitados) y, como máximo, a 30 km/h. El resto de localidades se irán adaptando en los próximos meses. 

El desembarco, por tanto, será progresivo. VOI, compañía sueca que ya operaba en Estocolmo, ha sido la segunda en ‘aterrizar’. Lanzaron sus patinetes el 7 de octubre, coincidiendo con la aprobación de la normativa municipal en Madrid, y en menos de un mes sus 75.000 usuarios registrados ya han recorrido 175.000 kilómetros. A ellos les seguirán UFO (empresa española) y Wind (holandesa) próximamente, pero se espera que hasta ocho traten de hacer negocio en España: desbloquear el patinete cuesta un euro y cada minuto lo cobran a 0’15 céntimos. 

DE RUTA POR MADRID 

Karel abre la puerta de su oficina, su ‘furgo’, a las 19:00 horas. Enciende el motor y recorre el centro de Madrid. “Voy recogiendo los que están sin batería hasta las 11 de la noche, que es cuando los llevo a la nave para cargarlos”. Junto a EL ESPAÑOL, comienza recolectando patinetes en Puerta de Toledo, pasa por Lavapiés, se detiene a las puertas del Palacio Real y finaliza su primera ronda en Atocha. Se baja de la camioneta, los libera con un código QR y se los lleva. Por el camino, con dos móviles instalados reglamentariamente en su furgoneta, va dando parte a Lime y VOI. “Aquí falta uno”, “este se lo han llevado antes de tiempo”, “en esta calle hay uno metido en un piso”, “este está roto”… 

Karel recoge patinetes cerca del Palacio Real. Clara Rodríguez EL ESPAÑOL

A las 23:00 horas, en la furgoneta, tiene al menos 20 patinetes en el maletero. Entonces, se quita el casco y conduce hasta Getafe. Allí tiene la nave que ha alquilado con el dinero ganado en las primeras semanas. “Podría habérmelo quedado o invertir en esto”. Aparca y empieza a bajar patinetes. Los coloca todos en orden. Los de VOI, más ligeros, tumbados en el suelo; los de Lime, de pie, uno detrás de otro. Los enchufa y los deja cargando durante cinco horas (algo menos si la batería no se ha gastado por completo). Y vuelta a empezar… 

[Más información: Te están dando canguro por rabo de toro de lidia: el timo que enriquece a muchos restaurantes]

Arranca de nuevo la ‘furgo’ y regresa a Madrid. Tiene las manos llenas de callos (los patinetes pesan más de lo que cualquiera puede creer) y agujetas de transportarlos de un lado para otro. Trabaja siete días a la semana y descansa cuando buenamente puede. Cada noche, gana entre 150 y 200 euros, dependiendo de la cantidad recogida. Los fines de semana, quizás, más. Tanto es así, que se ha planteado llegar a contratar a alguien, pero todavía está estudiando cómo hacerlo. El negocio, en cualquier caso, funciona. 

De repartir cintas de vídeo en Cuba a ser un ‘superhunter’

Karel, eso sí, jamás se imaginó que recoger patinetes fuera tan próspero. Ni ahora, ni hace 34 años, cuando nació en Cuba. Desde entonces, ha ido saltando de un trabajo a otro. Allí, estudió mecánica y empezó a ganar dinero a los 16 años, llevando películas en VHS a los vecinos. “Era ilegal. Si te pillaban, de hecho, te las quitaban, te ponían una multa y te obligaban a ‘cantar’. Pero nunca lo hicieron. Yo iba a una casa donde escondían las cintas detrás de los cuadros o en cualquier parte, hacía el reparto y me daban dinero”. 

Karel pone a cargar los patinetes en su nave. Clara Rodríguez EL ESPAÑOL

Lo suyo, desde la niñez, fue buscarse la vida. Estudió mecánica, aunque nunca llegó a obtener el título porque de lo contrario no le permitían emigrar. Y, a los 20 años, se trasladó a España junto a sus padres y su hermana. Le costó cruzar el charco porque tuvo que esperar a que lo liberaran del servicio militar obligatorio. Pero, finalmente, pudo hacerlo: sus abuelos, almerienses, habían emigrado durante la Guerra Civil a Cuba. Eso le abrió las puertas de la ‘madre patria’. Su vida, desde aquel instante, da para varias películas. 

A su llegada a Madrid, en 2004, se puso manos a la obra. Acumuló trabajos como ahora recoge patinetes. Preparó bacalao, arregló ascensores en París, se vistió de camarero durante la crisis y, sobre todo, trabajó en mensajería con su furgoneta –también llevando comida a restaurantes chinos y repartiendo pedidos para otras aplicaciones–. Ese fue su principal puesto hasta acabar en la churrería de su familia. Después, llegaron los patinetes. En los anuncios, ofrecían hasta 4.000 euros en función de la productividad. Entonces, se decidió: él quería probar. 

Récord de patinetes cargados

Karel, que tenía pensado vender su furgoneta, se la quedó. Lime sólo permite recoger 12 patinetes a los nuevos. Sin embargo, él pronto empezó a llevarse más. Desde la compañía, lo empezaron a premiar por su eficiencia y compromiso. “El primer día cargué 16. Me llamaron y me dieron cuatro cargadores más (de los que previamente entregan). Seguí acumulando y me preguntaron: ¿cuántos quieres? El fin de semana, hice 58 patinetes. Batí el récord mundial en una semana”, recuerda.  

Karel posa con todos los patinetes recolectados durante la noche mientras cargan. Clara Rodríguez EL ESPAÑOL

Entonces, empezó a sumar ingresos y patinetes, a gestionar grupos de WhatsApp de hunters (tiene alguno en el que hay más de 61) y a enseñar a los nuevos. “Me llaman superjuicer y superhunter”, bromea, entre risas. En parte, también, porque ha perseguido el vandalismo del que también han sido víctimas los patinetes. “Los he recogido de casas de gitanos, algunos se los llevan o los roban… Pero no los pueden usar porque no los pueden desbloquear. Sí que hay gente que los trata mal. De hecho, al principio, no dejaban a los usuarios usarlos por la noche y ahora sí”.

Un trabajo que, por ahora, le da resultados. En su almacén, Karel tiene 60 cargadores –y todos se los han dado las compañías–, gana 5.000 euros al mes recolectando para VOI y Lime, ha podido alquilar una nave, ha dejado de compartir piso y su vida ha cambiado. Pero, para ello, ha tenido que modificar sus horarios. Desde que Lime llegó a Madrid trabaja por la noche y vive por el día. Empieza a trabajar a las 19:00 horas y termina a las 03:00 de la mañana. Después, duerme un par de horas, se levanta, los coloca en su sitio y vuelve a la cama. Se lo gana (y lo ingresa). Apatrullando la ciudad, con su ‘furgo’, sus patinetes y sus códigos: “Ahí tenemos un Oju”, nos indica. Nos despedimos. Karel sigue su rutina habitual: cazar patinetes. Quién se lo iba a imaginar. 

Karel vuelve a recoger patinetes tras cargarlos. Clara Rodríguez EL ESPAÑOL

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