En la semana en la que he despedido a mi asesor de inversiones por no haber comprado acciones de Apple en su momento, me da por pensar en las cosas que el iPhone nos arrebató. Y al recordarlas, en ese ejercicio que podría haber salido de la secuela de Yo fui a EGB (Javier Ikaz y Jorge Díaz), sonrío y juro que de este finde no pasa sin que me vea completa El día de mañana del siempre solvente Mariano Barroso.

Estas son algunas de las cosas que Apple, ahora mil millonaria, gracias al carísimo iPhoneX, nos ha quitado y propongo recuperemos.

El metereólogo era uno de los hombres más queridos de España. Aunque se equivocase. Aunque una mala previsión derivase en un granizo y te jodiera las hortensias. Soy hijo catódico de Mariano Medina pero rendiré hoy homenaje al canario Paco Montesdeoca (72). La wikipedia comienza su biografía con la palabra “Autodidacta”, palabra en desuso que define de manera certera la inteligencia natural. Su acento meloso es historia de nuestra televisión.

Algunos de los metereologos más famosos de la tele (hoy ignotos por los milennials) son José Antonio Maldonado, Eugenio Martín Rubio, Manuel Toharia, Roberto Brasero o la primera mujer entre isobaras Pilar Sanjurjo.

Un apunte nostálgico más. A los meteorólogos se los llamaba Los hombres del tiempo, suena bien ¿no? ¿Acaso hay algo más preciado que el tiempo?

Si La Tormenta (en la versión de Javier Krahe forma parte de tu esqueleto emocional) te recomiendo el libro Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite (1992. 9 euros en formato bolsillo), la novela epistolar que cuenta la historia de Sofía y Mariana, dos amigas que dejan de serlo porque se enamoran del mismo hombre. No, el chico no era meteorólogo, pero podría haberlo sido. Yo mismo quise ser “hombre del tiempo”.


A la calculadora se le han oxidado las teclas por falta de uso. Estaba la normal y la que te pedían en mates en el BUP, la de senos y la de cosenos. Yo, como tú, también hice bromas tontas con las dos palabritas. La aplicación para calcular del Iphone es una copia descarada, como todos los buenos diseños de Apple, del trabajo del diseñador industrial alemán Dieter Rams (86) para Braun, el héroe del funcionalismo. Si, como yo, te quieres desquitar, cómprate una calculadora Braun diseñada por Rams, la BNE001BK cuesta 42 euros y verás como mola más que la aplicación del teléfono. Por algo presumen de ella en la tienda del MOMA.


El Walkman ya no camina pero hubo un tiempo en que te sentías el rey del barrio si tenías uno. El color del cable de los auriculares no era lo importante como ahora. Lo que mandaba era el color de las espumillas (que siempre se caían) y si tu Walkman era auto reverse o no. El autoreverse te dejaba darle la vuelta a la cinta de casette (las de metal eran las mejores) sin tener que sacarla ni dar a nadie explicaciones de lo que estabas escuchando.

Apple no solo nos ha birlado de las calles el Walkman sino que hemos dejado de grabar cintas de amor a las chicas. ¿Cuantos hombres te han dado una cita grabada por ellos una noche calurosa de verano para decirte lo que te querían? ¿Aún las guardas verdad? Steve Jobs... maldito seas, devuélvenos el Walkman, donde quieras que estes.

La “olorosa” goma Milan Nata 648

La “olorosa” goma Milan Nata 648


El comando para “Borrar el historial del dispositivo” se ha cargado el olor a nata de la goma Milan Nata. No exagero. Durante años muchos pensamos que Milán era una marca de gomas y no la capital de la moda. En próximas columnas escribiré sobre las mil y una “culpas” que nos llevan a borrar, a borrar el historial del dispositivo. ¿Te acuerdas de aquellas pelusillas de la goma Milan que quedaban sobre el papel? ¿Y de su olor? Las primeras esnifadas, para algunos, fueron las nacidas del nuevo “plumier” de cada septiembre. La Milán Nata aún se vende. Hay varios modelos la 430, 840, la de Nata y la Gigante. Se fabrican con caucho sintético en Gerona y una caja de 24 gomas, cada una con celofán rojo, no llega a 7 euros. Aviso a navegantes, solo huele la de Nata.


Aquellos libros de recetas. Simone Ortega estaba siempre en casa, encuadernada (a sus recetas me refiero, claro), lista para recordarlos las cantidades de la purrusalda. Ahora si metes en You Tube la palabra “Porrusalda” te sale un vídeo con miles de visitas que te explica como hacerlo, te pones el Ipad en la cocina, lo pones hecho unos zorros con todos tus dedos de grasa y cuando tus invitados te digan, por cortesía, que te ha salido muy rica, pensarás. “al del vídeo le quedaba mejor”. Pero no dirás nada porque cocinar con You Tube es una broma satánica.