Sebastian y Cristian Sandulache son los jefes del clan rumano dedicado a la prostitución

Sebastian y Cristian Sandulache son los jefes del clan rumano dedicado a la prostitución

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Los Sandulache, los proxenetas que obligaban a sus 'esclavas' a comer dinero si no hacían suficiente caja

Piden 600 años de cárcel para este clan mafioso rumano afincado en Oviedo. Les acusan de palizas y violaciones. Han estado sólo una semana en la cárcel. Pagaron los 30.000 euros de fianza con billetes falsos.

7 febrero, 2018 02:09

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Los hermanos Sandulache, proxenetas rumanos afincados en Oviedo, ganan muchísimo dinero con la prostitución. Hasta 10.000 euros por noche. Por eso, cuando el negocio va mal, se enfadan mucho.

Hubo una noche que las chicas ganaron poco. Sólo 700 euros. “Esos 700 euros os los vais a comer”, decidieron Cristian y Sebastian Sandulache, muy disgustados. Y no lo dijeron en sentido figurado. Lo dijeron literalmente. Decidieron que las cuatro prostitutas iban a tragarse ese dinero. Llamaron a Ionut Baciu, su esbirro, y le ordenaron: "Ionut, trae un poco de agua", porque cuesta mucho que los billetes pasen por la garganta a palo seco. Entonces Ionut trajó un poco de agua y las cuatro prostitutas tuvieron que comerse 700 euros en billetes pequeños. Mientras las chicas ingerían todo ese papel, los Sandulache advirtieron: “Si esto vuelve a pasar, la próxima vez os lo coméis en monedas”.

Son algunas de las acusaciones contra Cristian y Sebastian Sandulache, dos hermanos de Vaslui (Rumanía) que se enfrentan a una petición de casi 600 años de prisión. Están acusados de trata de seres humanos, prostitución coactiva y blanqueo de capitales. Cristian es el pequeño (nació en 1984), pero es el jefe del clan. Su hermano Sebastián nació en 1979 pero ocupa un escalafón inferior en el entramado. Acaba de comenzar el juicio contra ellos en la Audiencia Provincial de Oviedo. 

Bolas metálicas dentro del pene

Los Sandulache son muy machos. Tanto que, cuando estuvieron en la cárcel, se practicaron una serie de cortes a lo largo del pene. Dentro de estas incisiones introdujeron pequeñas bolas metálicas. Cuando las heridas cicatrizaron, dichas bolitas quedaron cubiertas por la piel y pasaron a ser una parte más de sus miembros. Una especie de accesorio que hace que a ellos les produzca más placer el sexo… pero que a las mujeres con las que lo practican les provoque intensos dolores. Básicamente lo hacen para eso, para incrementar el grado de maltrato a las mujeres. Consideran los Sandulache que el que no tiene esas bolas dentro del pene no es un hombre.

Cristian Sandulache es el hermano pequeño, pero el que maneja los negocios

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Son algunas de las surrealistas declaraciones de dos las víctimas de los Sandulache: A.C. y A.G.M. Dos jóvenes rumanas a las que hicieron creer que eran sus novias. Así las engañaron para traérselas a España. Pensaban ellas que venían a tener una vida mejor en nuestro país. Pero cuando llegaron a Asturias empezó el infierno. Fue aquí cuando descubrieron horrorizadas que los Sandulache no eran unos novios ejemplares, sino unos proxenetas sin escrúpulos, que dispensaban a sus prostitutas un trato infrahumano. Palizas, violaciones diarias, humillaciones, amenazas… Además de obligarlas a prostituirse, A.C. y A.G.M. eran agredidas el doble que las demás, a modo de ejemplo. El mensaje que querían transmitir los Sandulache era que si con sus novias eran capaces de ser tan salvajes, ni se imaginasen lo que podían hacer con las otras chicas.

"Le pego fuego a tu madre"

Además de venir engañadas y vivir sometidas, las chicas adquirían enormes deudas con los Sandulache: "Si alguna vez no haces el pago directamente, le pego fuego a tu madre. Que arda tu abuela por allí". Así amenazaba Cristian a una de las chicas que no estaba al corriente de los pagos. A otra le advertía de que "voy a violar a tu hermana pequeña (menor de edad). Voy a quemar a tu abuela. Y a ti te voy a matar, voy a meter tu cadáver en un saco y te voy a tirar por ahí", según declaró ella en el juicio, entre lágrimas.

Las chicas eran obligadas a prostituirse en el Club Delphos de Oviedo

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Pero las amenazas no eran lo peor. Algunas de las chicas han declarado que eran violadas por sistema, casi a diario y sin preservativo. Eso desembocaba en embarazos. Los Sandulache obligaban a las chicas a abortar, alguna de ellas incluso en la semana 15 de gestación. Para este tipo de interrupciones del embarazo tan avanzadas las enviaban a Rumanía, según una de las denunciantes.

“Ah pero... ¿Se puede violar a una prostituta?"

Hay unanimidad entre las declarantes respecto al hecho de que todas eran sometidas a violaciones constantes. Por ese motivo, los Sandulache ya habían sido investigados e interrogados alguna vez por la policía asturiana. Ellos no daban crédito a lo que estaban oyendo: “Ah, pero… ¿se puede violar a una prostituta?”, preguntaban incrédulos. Consideran los Sandulache que el hecho de que una persona se dedique a la prostitución (de forma voluntaria o bajo coacción como sucedía en estos casos) elimina la posibilidad de que sea violada, por el hecho de que trabaja practicando sexo. Y mucho menos si es "de su propiedad".

Además de las violaciones, las agresiones físicas eran sistemáticas. Una de las prostitutas había practicado lucha libre en Rumanía durante varios años. Debido a su fortaleza física, los Sandulache decidieron asegurarse que la doblegaban y fueron más contundentes con ella que con cualquiera de las otras chicas. "Le dieron como a un hombre"; ha declarado una de las denunciantes. Le pegaron tal paliza que estuvo una semana en la cama sin poder moverse. 

Le cortaron el brazo con una katana

El régimen de terror que habían impuesto los Sandulache en sus dominios llevó a las chicas a verse inmersas en una auténtica espiral de esquizofrenia. Entre ellas tenían la obligación de vigilarse las unas a las otras. Y a chivarse. Si alguna tenía algún comportamiento mínimamente sospechoso, las chicas tenían que dar parte de inmediato a Cristian y Sebastian. En una de estas ocasiones, llegó a oídos de los hermanos que una de ellas quería fugarse. Se había ido a tomar una copa con un cliente fuera de horas de trabajo. Fue motivo más que suficiente para que los Sandulache decidiesen cortarle el brazo con una katana. Esta espada era una de las principales herramientas de amenaza. Cuenta una de las prostitutas que, siempre que la violaban, lo hacían en una cama bajo cuya almohada sobresalía una espada. Como para resistirse...

Las condiciones infrahumanas a las que las chicas estaban sometidas trascendían el ámbito de las palizas y violaciones y llegaba al ahogo económico. Aunque las jóvenes llegaban a producir hasta 10.000 euros en una noche en los dos principales prostíbulos de Oviedo (el Delphos y el Elvis), a ellas sólo les pagaban 200 euros cada quince días. De esas cantidades tenían que salir todos sus gastos e incluso el alquiler del piso en el que vivían. A menudo, este alquiler les era cobrado dos veces al mes.
El menor de los Sandulache, tomando un café en una plaza en Asturias

El menor de los Sandulache, tomando un café en una plaza en Asturias

Entretanto, los Sandulache enviaban cada día a Rumanía ingentes cantidades de dinero. A veces a nombre de familiares. Otras, a nombre de sus vecinos. Todo ese dinero era recepcionado por la matriarca del clan Sandulache, que ha ordenado construir una enorme mansión en Constanza, la ciudad en la que vive (y manda) el resto de la familia.

Comprar una mujer por 1.000 euros y un BMW de segunda mano

Allí en Constanza todos los conocen, los respetan y los temen. Es habitual ver a los Sandulache celebrar fiestas colosales en las que tiran fajos de billetes sólo para demostrar su poderío económico. Como son tan ricos, en Asturias obligan a las prostitutas a comer billetes, y en Constanza los tiran para que la gente los recoja del suelo. Como son tan ricos, hace poco celebraron un bautizo en Oviedo e hicieron venir a los más famosos artistas rumanos para que amenizasen, a cambio de un dineral. Como son tan ricos, son muchos los vecinos que intentan hacer tratos con ellos. Y así consiguen chicas nuevas. Una de las mujeres ha declarado que ella llegó a España porque su novio se la vendió a los Sandulache a cambio de mil euros y un BMW de segunda mano.

Otra ha explicado que llegó a España acompañada de su novio, buscando una vida mejor. Que una vez aquí, el chico decidió que ella se iba a dedicar a trabajar en clubes de alterne, pero sólo bebiendo con los clientes. Que ella misma elegiría si se acostaba o no con los hombres. A los pocos días, su novio dijo que se marchaba unos días a Rumanía porque tenía que hacer unos recados. Que ella se quedaba al cuidado de los Sandulache, pero que regresaría pronto. Él no volvió jamás. Los Sandulache le explicaron entonces a la mujer que acababa de adquirir una deuda con el clan y que la iba a pagar prostituyéndose.

"Nunca he visto un caso como este"

“Llevo mucho tiempo como abogada penalista, pero en mi vida he visto un caso como este”, jura la abogada Judith Gómez, de Vox Legis. Y es que, hasta en los roles de este juicio falla la lógica. Judith Gómez es la abogada de una de las denunciantes… que a su vez también es una de las acusadas. Concretamente está imputada por trata de seres humanos. Esto se debe a que ella vino a España como novia de Cristian. Por eso la acusan de ser parte del clan.

No es la primera vez que los Sandulache topan de frente con la justicia. Contabilizan hasta 23 antecedentes policiales desde que llegaron a España en 2013. Trata de seres humanos, palizas, violaciones, blanqueo de capitales… Incluso algún presunto atraco a mano armada en Galicia. Sorprendentemente, sólo han pasado una semana en la cárcel. Aquella vez salieron en libertad previo pago de una fianza de 30.000 euros. El esperpento no acaba aquí: los Sandulache tuvieron el cuajo de pagar parte de esa fianza con billetes falsos y el juzgado no los detectó. A día de hoy, no están en prisión preventiva. Siguen en la calle porque en el juzgado aseguran que "no hay riesgo de fuga".