Enrique Lázaro y Jonathan Franco posan con la bandera de España después del pleno

Enrique Lázaro y Jonathan Franco posan con la bandera de España después del pleno DLF

Reportajes El conflicto catalán

La noche en la que los otros catalanes respiraron aliviados... pero no perdonan

"Hay que meter a Puigdemont en la cárcel", proponían como solución al problema separatista algunos catalanes ayer, durante la sesión del Parlament

11 octubre, 2017 03:19

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Hay cientos de miles de catalanes que ayer no salieron a la calle a ver la declaración de Puigdemont. Son los constitucionalistas. Los que se sienten españoles y no quieren la independencia de Cataluña. Ellos no se marcharon al Arco del Triunfo de Barcelona a ver el pleno por pantallas gigantes. Lo hicieron en casa, en el trabajo o en el bar con los amigos. Querían enterarse por televisión de si por la noche se iban a acostar siendo españoles o no. No hacen tanto ruido como los independentistas. Se consideran “una silenciosa mayoría que respeta la ley”, pero ayer siguieron los acontecimientos con la misma atención que el resto de sus paisanos.

En esos bares, que son muchos en Cataluña, ayer se vivió el pleno de la Generalitat como se viven los partidos de fútbol donde se juegan los títulos. Con toda la expectación de las grandes citas. Un ejemplo es el Frankfurt Lázaro; un bar de Terrassa considerado uno de los templos del madridismo en Cataluña. Su propietario, Enrique Lázaro, es socio del Madrid y a menudo organiza autocares para ir al Bernabéu. En su bar, todas las conversaciones tienen tintes futbolísticos. Ayer no iba a ser menos, porque lo que se disputó por la tarde fue un partido grande donde todos se jugaban mucho.

Clientes desubicados

“Vaya repaso les ha pegado la Arrimadas. Se los ha comido”, insistía el propietario del bar como el que comenta un partido. En torno a él, una decena de personas atentas a la pantalla, a las mejores jugadas y a las repeticiones. Todos bastante desubicados. “Entonces… ¿qué ha pasado? ¿El mismo que ha declarado la independencia la ha suspendido? ¿Eso se puede hacer?”, preguntaba atónita una clienta mientras esperaba su cena. Nadie le sabía contestar a ciencia cierta.

La incertidumbre en Cataluña no ha desaparecido tras la declaración de Puigdemont. Al contrario. Su ambigua intervención no ha aclarado nada en el panorama político. “No ha dejado contentos ni a los suyos, los ha decepcionado”, opina Jonathan Franco, el camarero del bar. Posa junto a su jefe con una bandera de España y ambos hablan de las medidas a adoptar ahora por el gobierno español: “Yo aplicaría el artículo 155”, sentencia Jonathan sin dudarlo. Su jefe se lo toma con más humor: “Bueno, no ha declarado la independencia pero casi. Entonces igual el 155 no… pero el 154 por lo menos sí que hay que aplicarlo”.

El dinero es la clave

Dani, un cliente habitual y contrario a la independencia, se mete con el presidente e insiste en que “el Peluca se ha cagado encima”. El propietario del bar, siguiendo con el estilo futbolístico, coincide en que “el planteamiento de Puigdemont ha sido cobarde. Ha sido un sí, pero no, pero no se sabe. Se han saltado la ley y encima nadie se va a quedar contento con eso”. El camarero interviene: cree que el motivo por el que la Generalitat no ha declarado la independencia ha sido “que le han tocado el bolsillo. Mira la cantidad de empresas que se han marchado, no sólo los bancos. A la que se ha visto sin apoyos económicos se ha echado atrás”.

La declaración de independencia se ha quedado en tierra de nadie, por lo que no ha habido una explosión de júbilo en ninguna parte de Cataluña. Ni entre los separatistas ni entre los que quieren permanecer en España. “No sólo eso; la fractura que han provocado los políticos independentistas en la sociedad catalana es imperdonable. Terrible. Se pelean las familias y los amigos. La gente se sale de los grupos de Whatsapp. Está todo el mundo enfadado. Yo tengo un proveedor con el que he estado trabajando 30 años. A raíz de lo que está sucediendo, hemos roto relaciones”, confiesa.

A la cárcel

El pleno llega a su fin. Tras la repetición de las mejores jugadas de Puigdemont, Arrimadas y el resto de galácticos, la clientela vuelve a la normalidad. No saben qué va a pasar mañana. Al menos en materia política, porque “a trabajar hay que venir como cada día, eso sí que lo sabemos”. Lo que sí que tienen claro es que siguen siendo españoles a todos los efectos. Hasta las 7 de la tarde contuvieron la respiración. Ahora respiran, pero con cautela.

Todos creen que al gobierno de España le ha faltado contundencia para atajar esta situación: “Para solucionar esto, no cabe otra que meter a los organizadores en la cárcel”, concluye Jonathan, que coge el mando a distancia y cambia de canal. El partido ha acabado en la Generalitat. El Holanda-Suecia clasificatorio para el mundial le sustituye en pantalla. Las conversaciones giran de golpe en torno al partido. Los holandeses tienen que meter 7 goles para clasificarse. “Parece imposible, ¿verdad? Pues más difícil lo tiene Puigdemont para lo de la independencia”, concluye Dani entre risas.