Paula Minguell, médico valenciana de 37 años, está acostumbrada a vivir los terremotos que sacuden su existencia, si es que alguien puede acostumbrarse a eso. Quizá es más acertado decir que los soporta con una entereza extraordinaria; fuerza que ella misma, en su humildad, no admite. Hablamos de los envites que afronta en Afganistán, con su cruda realidad, donde "asumes que puedes morir". De los secuestros reiterados de sus compañeros de Cruz Roja; del asesinato, esta misma semana, de la cooperante Lorena Enebral, su amiga, uno de los pilares sobre los que se sostenía su vida. "El sol de Afganistán", como ella misma la describe.

“No es miedo lo que tengo. Es rabia, frustración, cansancio...”. Las palabras se atropellan en la boca de Paula, más acostumbrada a dar ánimos que a los abatimientos. Pero la muerte de Lorena a manos de un paciente ha doblegado su espíritu. Y, casi a modo de disculpa, suspira: “Hay días en los que no se encuentra la esperanza”.

Lorena Enebral, en una fotografía tomada en Tanzania, donde trabajó como cooperante.

Lorena Enebral, en una fotografía tomada en Tanzania, donde trabajó como cooperante.

Paula, como miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), tiene el objetivo de mejorar las condiciones de los enfermos de las cárceles de Afganistán: “¡Qué condiciones...!”, resopla desde una cafetería próxima en la Puerta del Sol, en Madrid, un día después de aterrizar desde Kabul. Es jueves. Se remueve algo incómoda en su silla de metal -“he venido por el funeral de Lorena y aún me siento rara aquí, ha sido todo muy rápido”- y pide un vaso de agua: “El privilegio de beber agua buena de grifo”.

De forma abrupta, como casi todo en su vida [al menos a nuestros ojos de vida en España], Paula explica cómo por unas horas hubo quienes la dieron por muerta.

“Lorena era fisioterapeuta en un centro de rehabilitación de Mazar-e-Sharif [al norte de Afganistán]. La mató un paciente. No tenemos ni idea de por qué lo hizo. A mí más que el por qué lo haga, que a saber -no sé si llegaremos a saberlo-, lo que me inquieta es que se haya traspasado una barrera: que te mate un paciente… que se pierda ese respeto, como médico, es la última frontera que se puede pasar. Las primeras informaciones decían que la asesinada había sido una médico española del CICR. Y médicos españolas en Afganistán sólo estoy yo. Confundieron fisio, el trabajo de Lorena, con médico. Y muchos me miraron a mí”.

-Sus padres, su familia... ¿cómo lo llevaron?

-Es muy duro para mis padres, Lola y Jorge. Ella es enfermera y él, médico. Creo que de ahí me viene la vocación. Cuando empezaron a llegar las noticias, inmediatamente les llamé para decirles que no había sido yo la asesinada: “No soy yo. No quita que sea súper doloroso, pero no soy yo”. No es sencillo gestionar algo así.

Un crimen oscuro

Todo fue confusión en los momentos inmediatamente posteriores al crimen. Paula y sus compañeros fueron enterándose de la noticia de forma escalonada: primero, que había habido un tiroteo en el centro de rehabilitación de Mazar; después, que un trabajador de Cruz Roja había resultado herido; más tarde se confirmó su muerte; y, por último, que la víctima había sido una mujer.

“Fue horrible, espantoso. Me acuerdo de estar con amigas y decir: 'Oh, oh… Lorena no coge el teléfono'. Porque nos había llegado la información de que había habido disparos. No sabíamos cómo había sido nada. Sólo sabíamos que había sido en Mazar y el foco se centró en Lorena. Entonces, poco a poco fuimos descartando. Y cuando nos enteramos fue muy, muy duro…”.

[Silencio]

-¿Cómo se reacciona a algo así?

-Me puse a llorar, como todos. No nos lo creíamos. Según nos lo fueron confirmando, nos dedicamos a telefonear unos a otros, continuamente. Y a avisar a la gente que no estaba ahí y que conocía a Lorena. Lo más duro fue llamar a la gente y decirles: “No sé si habéis visto las noticias, pero… ha pasado esto”.

Pacientes son evacuados del hospital de la Cruz Roja de Mazar-e-Sharif tras el ataque

Pacientes son evacuados del hospital de la Cruz Roja de Mazar-e-Sharif tras el ataque Efe

Tuberculosis, VIH, drogodependencia...

A los miembros de Cruz Roja se les rasga el alma cuando le ocurre algo a alguno de sus compañeros. Sus situaciones son extremas, denuncian el riesgo al que se enfrentan en su misión. Recomponerse es difícil, pero siempre queda una cicatriz imborrable. Más que colegas o amigos, son familia. Comparten inquietudes en situaciones extremas, sabedores de que su vida está un poco más cerca del abismo que la del común de los mortales.

Cada una de las subdelegaciones del organismo internacional en suelo afgano cuenta con un pequeño gimnasio y con algunos elementos que les ayudan a "hacer familia": algún campo de vóleibol, de bádminton y hasta sesiones de cine improvisadas, con un pequeño proyector y una sábana en la pared. "Si no nos juntamos, las misiones, que suelen durar un año, se nos hacen muy largas", afirma Paula.

-Quizá el enemigo más duro es la soledad.

-No. Es la frustración. De que el trabajo no salga adelante por cualquier motivo. De tener que parar una temporada un proyecto porque las condiciones de seguridad no son adecuadas o porque han secuestrado o matado a algún compañero. Esa frustración te la comes a cucharadas todos los días. 

El trabajo de Paula se centra en las prisiones afganas, donde las condiciones son aún más duras que en el resto del país. Los problemas de tuberculosis y VIH son acuciantes. También la drogodependencia y las dificultades de acceso a la salud. 

Es habitual que el coche en el que viaja la cooperante española atraiga las miradas de los curiosos: occidental, blanca y trabajadora. No es sencillo moverse por un territorio minado por la guerra. Más aún siendo mujer. Aunque éste último punto también es una ventaja según en qué escenarios, advierte Paula. Como ella, casi todos los responsables de puestos de coordinación en CICR son mujeres.

"No he visto en ningún momento un trato discriminatorio hacia mí. Te respetan porque eres profesional y estás ahí para trabajar con ellos. Una vez se consigue esa confianza, da igual lo demás. Pero nosotras podemos trabajar con mujeres, algo que no puede decir un hombre. Y plantear: 'Qué pasa con las mujeres, hay mujeres en la cárcel, también están con niños, qué se está haciendo con ellas o dejando de hacer'".

“Lorena era el sol de Afganistán”

Paula explica cómo llegó a Afganistán prácticamente al mismo momento que Lorena, en junio de 2016. Enseguida trabaron una amistad fraternal.

-Todos sus amigos coinciden en que Lorena era una persona excepcional.

-Lo es… Era un sol. Siempre tenía buenas palabras. Cocinaba mucho comida española y nos invitaba a todos a cenar. Era muy de hacer familia, de hacer piña. Era un gran sol, todo positividad, todo energía… le encantaba su trabajo.

A Paula le cuesta encontrar adjetivos para describir a Lorena. Su dedicación hacia los pacientes con los que trataba era "absoluta"; su profesionalidad, "admirable". Y su amistad, "única": "No hay otra igual".

En los mismos términos se expresaron los responsables de Cruz Roja en Afganistán. “Lorena, con toda su energía y alegría, era el corazón de nuestra oficina en Mazar. Estamos devastados”, apuntó Monica Zanarelli, jefa de la institución en el país árabe.

La trayectoria de Lorena Enebral

De Lorena dicen que era una “mujer experta” en su materia, de “sonrisa permanente” y con una dedicación plena a sus compromisos. Se desempeñó en escenarios singularmente complejos, como Etiopía, Sáhara o Malawi. El programa Misioneros por el mundo, emitido en 13TV, la entrevistó hace tres años en Tanzania, donde colaboraba con la congregación Little Sisters of Saint Francis of Asis.

A continuación reproducimos el episodio televisivo:

Misioneros por el Mundo

Le preguntamos a Paula qué escena le viene a la memoria cuando le recordamos el nombre de Lorena Enebral. “Tuve una conversación muy bonita con ella, la última de todas -responde después de mucho pensarlo y de tragar con dificultad-. Fue un momento en el que yo no me encontraba muy bien y ella me decía: 'Tú puedes, eres luz, que no te la quite nadie...'. Me quedo con esa charla, de entre todas”.

-¿Cree que los trabajadores de Cruz Roja son un objetivo directo de los radicales, de los violentos?

-Este año es que lo llevamos bastante machacado. Ha sido muy duro. En Afganistán nos llevamos la palma. Primero secuestraron a Juan Carlos [cooperante español retenido durante cuatro semanas entre diciembre de 2016 y enero de 2017], después mataron a seis compañeros y la semana pasada liberaron a otros dos que habían secuestrado. Y ahora, Lorena…

-Afganistán...

-Es... un país muy complicado. No lo quiero decir así, pero quizá esté un poco maldito. Eso no quita para ver mucha esperanza. Con estas cosas la pierdes un poco, pero… pero la gente sigue ahí y todavía queda mucho trabajo por hacer. 

A la espera del funeral

Paula Minguell se ha reunido estos días en Madrid con otros cuatro compañeros de Cruz Roja para apoyarse en el trance. Esperan asistir al funeral de su compañera, pero respetarán cualquier voluntad de la familia de la cooperante asesinada: “Queremos expresarles nuestro amor y decirles que tienen una hija que es… que era increíble”. Por el momento no hay una fecha para las exequias.

-¿Es Afganistán el escenario que más ha sacudido su trayectoria?

-El tiempo lo dirá.

Porque cuando Paula Minguell trabajó como cooperante en República Centroafricana terminó “tocada”. De Sudán del Sur dice que es “tremendamente duro”. Y el terremoto de Nepal fue “bestial”. “Creo que estas misiones te marcan en sitios diferentes. Te enseñan cosas muy diferentes y te enfrentan a ti. En Afganistán creo que asumes que si tienes que morir, mueres”.

Paula Minguell, amiga y compañera de Lorena Enebral.

Paula Minguell, amiga y compañera de Lorena Enebral. G. Araluce