Clientes en Bodegas Trincado, en la calle Alcalde Lens, en el Agra de A Coruña.

Clientes en Bodegas Trincado, en la calle Alcalde Lens, en el Agra de A Coruña. Quincemil

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La resistencia de las antiguas tabernas de A Coruña: entre la "tradición" y la "socialización"

Tascas y bodegas de la ciudad se mantienen fieles a su filosofía original, con clientela habitual que las mantiene abiertas en prácticamente todos los barrios

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El paraguas de la hostelería cubre negocios con filosofías distintas: restaurantes tradicionales, bares de barrio, cadenas especializadas en hamburguesas o pizzas, cafés de diseño, vinotecas, tascas y tabernas.

Son estas, las bodegas de toda la vida, las que conservan un estilo y una clientela genuinos, muchas de ellas ejemplos de resistencia frente al desgaste que supone el paso del tiempo o que causan las nuevas tendencias.

En A Coruña hay al menos una tasca en cada barrio, en algunos más. En el Agra, en Os Mallos, O Ventorrillo, Os Castros, Cuatro Caminos, Monte Alto, el centro, Monelos, donde acaba de reabrir la histórica Os Belés...

En estas tabernas sus clientes encuentran un escenario cotidiano, la conversación de los amigos, el sabor de un vino, el placer de un pincho. Día tras día, año tras año.

Camisetas de fútbol e imágenes del Deportivo en una de las paredes de Bodegas Trincado.

Camisetas de fútbol e imágenes del Deportivo en una de las paredes de Bodegas Trincado. Quincemil

"La gente mayor no está acostumbrada a cambios. Por eso las bodegas cambiamos muy poco o nada, lo mínimo", reflexiona desde la barra de Trincado su dueño, Julio Santos. En 2011 heredó el negocio de sus abuelos, que abrieron la bodega en 1977 y trabajaron en otras de la ciudad.

"El que a este mundo vino y no bebió vino ¿a qué coño vino?", se lee en un folio pegado a la pared. A las dos de la tarde corre el vino, la cerveza y el pan con fiambre entre una veintena de clientes, que se tratan con familiaridad.

"La gente mayor no está acostumbrada a cambios. Por eso las bodegas cambiamos muy poco o nada, lo mínimo"

Julio Santos, propietario de Bodegas Trincado

La "tradición" es la seña de identidad de esta taberna, así como la pasión por el Dépor, que decora las paredes con fotos, pegatinas, bufandas y camisetas de distintas épocas.

Aunque últimamente se deja ver más gente joven por Trincado, "la media de edad supera los 70 años", mayores que tuvieron a Julio en su regazo cuando era un niño pequeño, clientes que no faltan casi ningún día, que frecuentan uno o dos bodegas a diario, donde hablan de política, de trabajo, de comida, de fútbol.

"La clave es resistir, no cambiar, ser fiel a la tradición. Supongo que las que cierran es porque hacen cosas diferentes o las cogen otras personas con otras ideas que chocan con lo que prefiere la gente mayor", proclama Santos.

Charla y tertulia

Algo parecido cree Teresa Mosquera en Sanín, en la calle Orzán, otra tasca clásica abierta desde 1954. A las 14:00 y a las 20:30 es cuando suele haber más gente en la barra o alrededor de los barriles de vino que sirven de mesa, un elemento habitual en las bodegas coruñesas.

Entrada de Sanín, en la calle Orzán.

Entrada de Sanín, en la calle Orzán. Quincemil

"Hay mayores que vienen todos los días, otros solo los fines de semana, que es cuando ahora vienen más jóvenes. Es que la taberna es el lugar en el que socializan con charla y tertulia. Para mí esto es lo que se hace en este tipo de bares antiguos", comenta Mosquera.

O’Nucedo, frente al puerto junto a la plaza de A Palloza, lleva 80 años abierto, cuando se llamaba Nemesio. Antonio Moreta era un niño cuando empezó a trabajar allí con su padre, en un tiempo en que "había 400 barcos del Gran Sol" y en la barra se apoyaba todo tipo de "gente de mar".

"Esto era día y noche lleno, con gente habitual. Hay clientes que siguen viniendo mucho, pero en el puerto hay muchos menos barcos. Ahora te defiendes, nada más", compara Moreta.

Una alcantarilla en el suelo de Priorato, en la calla Franxa.

Una alcantarilla en el suelo de Priorato, en la calla Franxa. Quincemil

Prefiere no preguntarse por qué perdura un negocio como el suyo. Se encoge de hombros si se le pide una respuesta. Probablemente se acabe O’Nucedo cuando él lo deje.

Sillas y mesas de madera, barras largas, suelos antiguos, incluso con la tapa de una alcantarilla, como en Priorato, en la calle Franxa, otro bar donde el tiempo se ha detenido y los cacahuetes se siguen sirviendo en plato. Aníbal, su dueño, parco en palabras, dice que lleva 60 años en el local. "¿Por qué esto sigue abierto?". "No sé", y se aleja.