Barry en su llegada a España.

Barry en su llegada a España. Cedida

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Barry, guineano asentado en Santiago: "Llegué a España en una patera con otras 53 personas"

Barry entró en España en 2021 procedente de Guinea Conakry después de un viaje de  24 horas por mar abierto. Ahora trabaja en una ONG ayudando a otras personas  migrantes que llegan en su situación

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Sabemos que hay gente que vive en países de África Occidental que los europeos ni siquiera sabemos que existen. Que son tan pequeños, que están habitados por tantas etnias distintas o que están tan alejados de nuestra realidad que simplemente hemos oído hablar de ello. 

Sabemos que muchos viven en contextos de guerra, de hambre. Que una gran parte  tienen que abandonar sus casa y a sus familias para salvar sus vidas. Que recorren  desiertos, que intentan decenas de veces saltar vallas o que se lanzan al mar en barcas de plástico durante días en busca de oportunidades. 

Esta historia es la de Barry, un joven de 27 años que llegó a España procedente de Guinea: "Llegué a España en una patera con otras 53 personas". Un día mandó un audio diciendo que quería contar su historia, y unos meses más tarde un agua y una infusión fueron testigos de ello. 

La realidad de Guinea Conakry  

"Recuerdo mi infancia muy feliz, jugando con mis amigos al fútbol y bajando todos los días a la playa. Nunca tuve que trabajar, ni siquiera para ir a la Universidad, donde  empecé una carrera para ser banquero. Hasta apliqué para irme de intercambio a  Francia, pero finalmente me lo denegaron", empieza a contar. 

En Guinea conviven alrededor de 24 grupos étnicos distintos, aunque no siempre de manera pacífica. Las disputas por el poder son constantes, igual que las huelgas, las revueltas y los encarcelamientos.  

"Muchos creen que llegué en avión y que todo fue fácil para mí (...). Yo también estuve ahí, anduve por el desierto y crucé en patera. Les pido que no se apaguen, que si han conseguido llegar hasta España superando tantos obstáculos que multipliquen esa energía, que sigan adelante"  

Barry, inmigrante afincado en Santiago de Compostela

"Participar en las huelgas no es una opción, si no sales a la calle rompen la puerta y  entran en tu casa. La policía me cogió varias veces, hasta que en una de estas me  metieron en la cárcel. Una noche me escapé, cogí una mochila con ropa y mi pasaporte y me fui. No me dio tiempo a avisar a nadie porque me estaba yendo ilegalmente. Tenía 23 años, me marché solo", relata.

Muchos son los que emprenden este viaje con el objetivo de llegar a Europa, sobre todo a España, Francia o Alemania, pero no es sencillo. Todo funciona por contactos, se necesita dinero y hay muchas mafias. La mayoría entran por Tarifa o Canarias, desde Guinea Conakry hay que cruzar entre seis y ocho países.  

Un viaje de medio continente  

Barry pasó por Guinea-Bisáu, Gambia y Malí, hasta que por fin consiguió un billete desde Argelia a Marruecos. Por el camino tuvo que bajarse de autobuses, hacer tramos caminando por el desierto y coger camiones. Intentaron quitarle el móvil y el dinero, pero un chico de Gambia le salvó la vida.  

"Me estafaron e hicieron bajar de un bus en Gao (Malí). Estaba en el desierto, no estaba acostumbrado a esas temperaturas. Por suerte conocí a un tipo de Gambia que estaba mezclando galletas con agua para hacer una pasta para comer, no tenía nada más. Él me acompañó a comprar comida y lo invité. Sus consejos hicieron que llegara a Argelia con dinero", explica.  

"Una vez  pagué mucho dinero por un viaje en patera. Cuando estábamos a punto de subir vi que  a barca tenía un agujero. Los de Senegal sabían nadar muy bien en el mar, pero yo no. Sabía que perdería todo el dinero si no me subía, pero no podía morir en el mar. Me quedé"

Barry, inmigrante afincado en Santiago de Compostela

"Me dijo que el viaje que estaba haciendo estaba lleno de mafias, que me intentarían  engañar pidiéndome el móvil y el dinero y diciéndome que me lo mandarían a la  frontera. Yo sabía algunos trucos para esconder dinero en la chaqueta y los calzoncillos, pero me dijo que se los sabían todos. Compramos unas magdalenas de chocolate y con un mechero y unos plásticos me enseñó a esconder el dinero dentro".  

Muchas mafias van armadas, buscan dinero y objetos de valor. Aunque hay algo que nunca se quedarían: la comida.  

Cómo es llegar a España  

Durante un año vivió en el dormitorio de un albergue para africanos en Marruecos junto a otras tres personas, aunque su objetivo siempre fue entrar en España. Para ello intentó saltar la valla en varias ocasiones, también entrar en patera, pero fracasó muchas veces.  

"Sentía que tenía muy mala suerte todo el rato, que nunca conseguía entrar. Una vez  pagué mucho dinero por un viaje en patera. Cuando estábamos a punto de subir vi que  a barca tenía un agujero. Los de Senegal sabían nadar muy bien en el mar, pero yo no. Sabía que perdería todo el dinero si no me subía, pero no podía morir en el mar. Me quedé. Muchos consiguieron llegar, pero fue suerte". 

Tardó tres meses en llamar a su madre para contarle que había perdido el dinero, que  seguía en Marruecos, que no conseguía pasar: "Cuando la llamé me dijo que no pasaba nada, que lo más importante era que estaba vivo", cuenta.  

Cuando estaba a punto de regresar a Guinea su padre le mandó dinero para un último intento en patera. Eran 54, hombres y mujeres. Tardaron un día entero, pero llegaron. No murió nadie.  

Barry junto a otra de las personas a bordo de la patera en su llegada a España.

Barry junto a otra de las personas a bordo de la patera en su llegada a España. Cedida

"Durante en el viaje leíamos el Corán, rezábamos, hablábamos de la vida. De  madrugada se levantó oleaje y la gente se empezó a asustar, querían llamar a un  contacto que teníamos en Marruecos para que nos vinieran a buscar. Yo no me quité el chaleco en ningún momento, pero tenía claro que no quería volver atrás, necesitaba llegar a España", relata. 

"Supe que todo había salido bien cuando un helicóptero nos apuntó con un foco desde el cielo. El capitán dijo que eran buenos, que había hecho este viaje muchas veces, que nos iban a ayudar. Y así fue, era la Cruz Roja".  

Un nuevo comienzo  

Llegar a España fue solo el principio. Estuvo una semana sin ducharse ni peinarse, pasó por Madrid, por Huelva y hasta cruzó la frontera con Francia. Trabajó en un almacén y también en el campo, pero repartir bocadillos le dio una nueva oportunidad.  

Barry de camino a Madrid.

Barry de camino a Madrid. Cedida

"Yo no quería trabajar en el campo, así que me fui a Madrid. Un día encontré una ONG  que ayudaba a personas como yo, personas que venían de África en patera para  buscarse la vida. Me hice voluntario, iba todos los días a repartir bocadillos. Un día me ofrecieron un trabajo como conserje en Galicia y no me lo pensé". 

Barry estudiaba Economía en Guinea y su hermana es periodista allí. Nunca pensó que viviría todo lo que vivió, ni que trabajaría en una ONG. Su sueño nunca fue vivir en Santiago, pero ahora no quiere irse a ningún sitio. "He encontrado algo que me gusta, siento que puedo ayudarlos. Muchos creen que llegué en avión y que todo fue fácil para mí, pero siempre les digo que yo también estuve ahí, anduve por el desierto y crucé en patera. Les pido que no se apaguen, que si han conseguido llegar hasta España superando tantos obstáculos que multipliquen esa energía, que sigan adelante", explica.  

"Mi sueño ahora es estudiar Mediación Intercultural, dejar de ser conserje y poder ayudar a toda este gente de verdad".