¿Para qué valen los premios? ¿Por qué hacerlos? No sabría decir en general. Sí creo recordar lo que nos movía cuando se montaron en Galicia unos premios para el audiovisual hecho desde aquí, a imagen y semejanza de los Oscar o de los Goya. La razón no era poner a competir a obras que no han nacido para rivalizar entre sí, ni un afán ilusorio de discernir cuáles eran las mejores. Quizá se buscaba tener un escaparate que atrajese la mirada del público una vez al año. Pero creo que la principal razón era otra. Otras dos.

Galicia es uno de esos territorios que a lo largo del siglo XX fue mucho más espectador que creador de cine y televisión. Llevó mucho tiempo, mucha pelea, que empezase a haber profesionales y producciones propias. En ese proceso, a aquel colectivo que iba creciendo le tocaba estar en permanente actitud de reivindicación, reclamando atención, espacio, recursos. 

Hace veinte años y pico, por fin, resultó oportuno conjugar también nuestro oficio y nuestra pasión en términos de celebración pública, de orgullo. Había entonces y habrá en el futuro -sin duda hay en el presente- dificultades que obliguen a reclamar, a pelear, pero también sobran motivos para alegrarnos de lo que hacemos. Para mostrarnos con nuestras mejores galas. Hace veinte años y pico se vio que había razones para la fiesta, para darse un homenaje. Creo que eso –más que la promoción comercial de nuestras obras- es lo que nos movió. Queríamos celebrar que existimos. Y compartirlo con el público.

Era una razón tan poderosa que los premios fueron antes que la Academia. Los primeros años los organizaba Agapi, la asociación de productoras. Luego, brevemente, se organizaron en colaboración entre las distintas asociaciones profesionales. Y por fin creamos algo donde cupiésemos todos, la Academia, y se les bautizó como premios Mestre Mateo.   

Lo que ya no tengo tan claro es por qué, precisamente, esta manera de celebrar. Los premios, en el formato que tan bien conocemos de finalistas, sobres sellados con un nombre en su interior…, tienen algo de antinatural: eso que decíamos de que las obras no nacen para competir entre sí. Y tienen además que, como la espuma, su efecto parece desvanecerse a no mucho tardar. Por regla general, tenemos que ir a los archivos para recordar quién gano qué, para sorprendernos de que grandes obras y cineastas no fuesen galardonadas y sí lo fuesen otras que hemos olvidado. 

Aun así, con el paso del tiempo el repaso a los premios, como las fotos de familia en las fiestas domésticas, es de gran ayuda para trazar el trayecto recorrido, para recrear cómo eran las cosas. Y para recordar momentos geniales: aquel encuentro, aquello que dijo alguien… (qué incómodo, por cierto, el tópico de que la gente habla demasiado al recoger los premios; en algún caso será cierto, pero el modo en que cada cual recoge, agradece o dedica un premio me parece el gran ingrediente de la fiesta, no una rémora). Si esto de la memoria no fue una de las razones para montar los premios, debería haberlo sido.

Pepe Coira 

Vicepresidente de la Academia Galega do Audiovisual